martes, 4 de noviembre de 2025


 

ZÉLIE LARDÉ

 

 

La rosa, el cardo y el sapo

 

 

Dijo la rosa, meciéndose con orgullo en su tallo: “Yo soy bella, el jardinero me abona y poda todas las ramas para que mis flores sean hermosas. Tú, Cardo triste, no tienes belleza, por eso te arrancan de nuestra casa. Y tú, Sapo, tampoco no tienes ninguna gracia, que yo sepa… sólo sé que en nuestras fiestas de aromas y colores desarmonizas con tus cantos destemplados.”

El cardo dijo: “Es cierto, Rosa, que eres bella y aromada, pero tu vida es corta. Es verdad que a mí me arrancan de tu jardín, pero así como tú creces y tienes quién te cuide, yo en el campo también tengo mucho más: el rocío me riega y los gorriones, haciendo en mí sus nidos, me embellecen. De vez en cuando el tiempo me adorna con borlas de colores.”

“No canto bien y soy feo”, dijo el sapo, “pero soy el que te cuida cuando el jardinero duerme, para que los animales dañinos no rompan tus raíces.”

El cardo dijo: “¿Ya ves, Rosa, que todos tenemos cualidades y defectos? Tú tienes aroma y belleza, pero además tienes espinas. Yo también las tengo y no soy bello, pero doy sombra. Somos los seres que en la quietud agradece el alma. El sapo es feo, pero es humilde, y tiene la gracia de hacer burbujas de colores en el agua del charco. Ya ves, amiga, no hay que ver las apariencias; ya que todos los seres y las cosas tiene algo, y ese algo hay que buscarlo primero, antes de hablar.”

 

De: “Poemas de mi soledad”

 

 

NOÉ LIMA

 

  

Sicario

 

 

Te voy a despellejar hijo de puta
me decía
el sicario con los ojos
parecidos a los epitafios sordos de la noche
al tiempo que me rebanaba
con un cuchillo

al terminar
mi piel al suelo

el asesino
no podía entender
que esa carne eran poemas
ya descompuestos
esperando a ser leídos por la tierra.

 

MAURICIO MARQUINA

 

 


La cercanía del fin

 

 

Si el príncipe llega como un mendigo, abre la puerta, no importa que sea de madrugada. Viene con su ansiedad palpitante a darte los tibios dones guardados para vos, donde el delirio ha teñido el fondo de la sabia inocencia de bestias que relamen sus heridas, tendidas a lo largo de las playas de un sueño de oleajes, cuya violencia nos anuncia la cercanía del fin.

Opongo al resplandor de la Belleza, la fecundidad secreta de la pasión.

Opongo la furia de la verdad a la oscuridad sangrienta del Poder.

Opongo a la sutileza del fingimiento, el fecundo río de una sinceridad sin límites.

Opongo a la perfección de la forma, la germinación lúcida de una esencia profunda, hecho todo como al comienzo de la misma unidad.

Opongo a la guerra de la carne, la guerra de las conciencias mamando de la historia, reconociendo un sueño que es cierto.

Opongo al espectáculo alucinante de un Teatro Nacional de lujo, el volcánico escenario donde mis hermanos libran sus combates en pie de muerte.

Por eso no soy yo quien vuelve al paisito, es él quien vuelve a mí.

 

 

EDUARDO BECHARA

 

 

 

Las prisas de la ruina

 

  

Diciendo esto, hizo
una señal a los marineros; y
prontos levaron anclas, soltaron
amarras y se movieron hasta el
Este.
Khalil Gibran

El ulular de la sirena
choca contra los muros
y retoma a mis oídos.

De nuevo con las prisas
de la ruina, tú y yo, papá.

El enfermero regula
el oxígeno,
y la pantalla muestra
tu pulso acelerado.

Vamos por las calles
cortando el viento,
diciéndole a todos
que la vida
es un pañuelo usado
mientras un barco se aleja.

 

 

IRMA PINEDA

 

  

Tuvimos años de paz

 


La hermandad fue la ceiba que nos sostenía
Nuestro sueño descansó en el algodón de sus capullos
Luego llegaron las grandes máquinas
Derribaron guanacastes y ocotillos
Vimos la savia escurrir en sus troncos
Eran sus hilos de sangre
Eran sus lágrimas de dolor
porque el verdor de sus días llegó a su fin
No supimos
que también fueron nuestras lágrimas
que también nuestra sangre escurre ahora

 

De: “Rini Lisa” (Sangre de Familia)

 

CLAUDIA FERNÁNDEZ

 

 

Lamento

  

Con un cuchillo
te dejaré abrir mi pecho.
No temas.
Solo hallarás flores secas,
lágrimas desnudas
de agua dulce,
quietas,
porque no supieron caer.

Mi cuerpo liviano
descenderá al río
y llegará al mar,
hasta que la sal
me devuelva como bruma,
como tu recuerdo.