lunes, 5 de diciembre de 2022


 

MARTHA KORNBLITH

 


  

Vitrolero de Sabana Grande

 

 

No era precisamente
arrogancia lo que derrochaba
en esa noche de hace quince años
en la que busqué entregarme a ti
en una esquina del bulevard de
Sabana Grande.
Tú dejaste tu vitrola a la intemperie
así como unos sucios discos de los sesenta.
Caminamos.
Esa noche llovía
y me ofrendaste con una bandeja
con cuatro perro calientes
algunas coca colas
allí, en Crema Paraíso.
Me regalaste un brazalete de los hippies
pero en el día de nuestra primera y última pelea
me dijiste que te lo devolviera,
yo ya lo había echado al cesto
(era signo de mal augurio, me dije).
Esa noche de hace quince años
te mostré unos sucios originales,
no los entendiste, hablabas inglés,
eras trinitario.
Penetramos en la oscuridad y la intemperie
en búsqueda de un hotel.
Tú rechazaste la oferta,
no sé si por pudor
o por falta de dinero.
Regresamos a la acera
a recoger tu vitrola y tus discos
(algunos amigos buhoneros
lo habían hecho ya por ti).
Vitrolero de Sabana Grande
hoy, que ya no sé nada de ti,
ahora que encajo en otros trajes
y miro de reojo,
cuando hay otra gente,
otras calles que me acogen
regreso a ti en este poema
con elegancia.

 

De: “Sesión de endodoncia”

 

ANDREA VALBUENA

 

  

Aire

 

 

Los muros van cayendo,

las puertas se abren,

esta habitación empieza a ventilarse.

Ya no huele a abandono,

hay alguien que quiere entrar:

soy yo.

Ahora susurro estos poemas

para que lo entiendas.

Bajito,

pero con el propósito de que puedas conocerme

cuando escribo en minúsculas,

porque en aquello que intento

hacer pasar por alto

está el sustantivo de todo lo que soy.

  

De: “Lagrimacer o el acto de derramarse”

 

JAVIER RUIBAL

 

 

De la ceguera

 

 

Abrir los ojos y ver

que no pasó la ceguera,

que de párpados afuera

todo sigue como ayer,

quien ordena amanecer

nos sigue poniendo a prueba.

Cada cual a lo que deba,

cada uno a su destino;

la vida sirve su vino

y quien quiera que lo beba.

 

De: “Coraza de Barro”

 

PAUL MORAND

 

  

El canto de Charing Cross

 

 

Inglaterra,
joya de hulla engastada de tiza,
cubierta de hierba, recortada de setos,
de ríos lentos que mueve el pulso de la marea en los estuarios en forma de concha,
que vierten su trabajo manufacturado en el mar,
de arroyos intrincados donde saltan salmones,
ciudades visitadas por gaviotas estridentes, esparcidas
como cartas arrojadas al viento,
patria del hierro exacto y del acero cultivado y de las hilanderías,
país de los humos espesos, carbones empapados en nieblas, residuos de fundición, escorias,
perspectivas de ladrillos lívidos,
inútiles jardines agobiados de impuestos,
domingos lluviosos dorados por el Génesis,
noches sin estrellas cuyas negras cosechas caen bajo la hoz de los faros,
nosotros conocíamos todo esto;
nos contentábamos con tu sonido mate,
nos alimentábamos en tus grandes periódicos como en artesas rebosantes de hechos,
sabíamos que tu amistad nos daría el mar,
urdimbre movediza tramada por las hélices,
los banknotes sedosos,
los fuertes flotantes,
los cables dóciles, sensibles, oxidados,
en fin la victoria de sabor salino
que tus hombres llevan sobre su rostro de mentón decidido,
pero ignorábamos tu ejército arrancado de tu carne de marinos,
los soldados nuevos que tienen el movimiento de las olas:
las culatas de los fusiles son rosadas
los arneses claros no han servido
y en los jardines públicos
los veteranos de Afghanistán explican el cañón.
La refriega será magnífica:
Ya los maoríes tuestan el maíz a la sombra de las Pirámides,
los hindúes se liberan de una noche de asechanzas en el Flandes rubio,
los canadienses cazadores de osos
y las cornamusas caledonias despiertan a los guerreros de Troya.
Suenen los fuertes acordes de la artillería pesada,
cante el obús armonioso,
vosotros no conoceréis nada mejor,
oh moribundos que aferráis las cantimploras.
Caed contentos:
ved llegar el instante grandioso,
y es un poema de sangre
el que entona el viento en las liras de los alambres de púas:

Órganos de los motores,
decid un Requiem ardiente
por esta hecatombe de comerciantes.

  

Versión de Ángel José Battistessa

 

JEANNE KAREN

 

 

Ferocidad y flor

 


Deseaba cuestionarla, quitarle los pétalos, pero sabía que nunca me hablaría, que no podría darme las respuestas futuras, estaba ahí, aromática, iluminada, irresistible.

 

La cama era un reino de nieve y el techo la cúpula del cielo, había nubes en mi cabeza. Él era la expresión de todo impulso: ansiedad, sueño.

 

Tendida, abierta sobre las sábanas, los pensamientos me invadían poco a poco.

 

Flor, cruel reflejo, ¿Por qué no decirme, por qué no hablarme de él y del tiempo, de él y los anhelos, por qué no expresar lo que por ese instante pasaba por su mente?

 

Más que su piel, más que su boca que se dibuja hermosa como una realidad aparte −en su boca se puede ver el universo−, más que todo, es ese descarrilarse, esas ideas que viajan a través de los impulsos eléctricos, es el asombro, todo misterio, toda tranquilidad lo que quiero. ¿Cómo sería posible no amarlo, no tener la necesidad de mirar a través de cada vagón, decodificar la imagen, darme cuenta de qué ha sido lo que lo convirtió en extraordinario?

 

Entonces, flor de mi perturbación, me dirás lo que guardan esos ojos, un pétalo una respuesta, no quiero saber si me quiere, preciso saber qué materia conforma su larga fantasía, qué sabor guarda entre los labios, qué lo mueve, quién es, de dónde vino, ¿por qué ha invadido sin piedad las costas de mi cuerpo?

 

a) Acerca de la rosa que no muere: no habla, pero su idioma es esa necedad de permanecer.

b) Lo azul es todo placer, lo rojo es exaltación, tiempo. Otra vez y otra vez. Me encuentro en el laberinto de nuestras miradas: eres el otro lado, la luz y el túnel. Mi corazón conoce el canto del tuyo. No nos encontró el día, tú y yo lo hemos hecho al tocarnos. La luna es una lengua fría sobre la piel nocturna. Yo soy tu oscuridad, tu pizarra, escríbeme, escribe en mí. Hazme un tatuaje de recuerdos que ardan cada día.

c) Guarda entre mis piernas todos tus secretos. Las lágrimas que jamás hemos visto son bestias que nos persiguen, estamos en paz. Brilla al fondo el pez de la imaginación y no se agota, no será devorado.

d) Sentir la humedad que me regala tu lengua durante el beso es saber que el sexo existe, el placer me consume.

e) Soy una fiera, un cuchillo, la espera.

f) Toda tuya incandescente, terrible, viva.

 

 

VALENTINE PENROSE

 

  

A Francesca

 

 

Manos dulces no-me-olvides en la culata de los fusiles
lucho me postro
ante los muertos en tus cabellos como guadañas
tú cantora de los huesos profundos de los marineros los soldados

Cuidado con las mujeres cuyas hermanas son bellas
Cuidado con las mujerzuelas cuyas amantes son bellas
en el gentío donde nuestros ojos
intercambian sus miradas
estériles