lunes, 9 de junio de 2014

MIGUEL ARTECHE SALINAS


 


 

¡Recíbeme, recíbeme en la noche, oh viejo viento de junio,
Mientras regreso bajo las suaves estrellas silenciosas;
Viento amado del invierno, viento de lluvia y eco,
Recíbeme hasta el último suspiro de tu pecho,
Y, ahora que regreso, oh noche, espérame en tu puerta!


Y de improviso todo el viento se ha soltado,
Todo el viento se ha puesto a gemir por la tierra,
Pero a mi lado, mientras regreso,
Alguien resguarda mis pasos,
Y siento una suave sombra
Venir hasta mi encuentro.


¿Eres tú, fuiste tú, eres tú en esa noche,
Eras tú en esa triste, delgada espera sombría,
Eras aquel fantasma que surgía en mi cama
A medianoche? ¿O eras una mañana
Llena de fugitivos pájaros
Que pasaban amándose sobre el asfalto fresco?
¿Eras tú, fuiste tú esa pequeña
Llama que por mi espalda sentía silenciosa?
¿Eras tú, amor final, amor que nunca
Resbaló por tus ojos -¡oh luz ausente y querida!-,
Eras como ese encuentro que el amor abre a tajos
Para dejar ternura con soledad y frío?


No, no eras eso. Pero tal vez fuiste eso.
Tal vez abres los ojos para mirar la suave
Luz de otra primavera pasada por tus ojos;
Tal vez sientes de nuevo que el tiempo no ha pasado
Por tu cuerpo delgado (o que tal vez ha pasado),
Tal vez preguntas algo, y en tu boca se duerme
Como otras veces la trágica y oscura luz de la ausencia.


Amor olvido, amor lluvia, amor deseo, amor distancia:
He regresado a mi casa, atravesando
El parque silencioso, bajo las sombras
De junio -cansado y solitario-,
Mientras giraba todo en mi cabeza
Como las hojas que escapaban: cantando
Por adentro, pensando qué es lo que fluye,
Qué es lo que parte, qué es lo que vuelve;
Y aunque me he perdido sin nada, con algunos
Nobles amigos, sin poder retener
Lo que vivieron y amaron y compartieron conmigo,
Pido sólo el temblor del viento entre la tierra
Húmeda de este parque bañado por los pasos
Fugitivos: amor viento, amor agua, amor distancia.


Temblando fue la estrella recorrida, temblando.
Temblaba el cuerpo estrella ceñido entre mi labio.
Temblando mi distancia se acercó a tu distancia.
Temblando entró el recuerdo desde que nos encontramos.


No quiero volver, no quiero
Regresar a tu vida, pero tal vez quiero
Volver a tu distancia. ¿Recuerdas que me hablabas
Desde un lugar lejano, aunque estuvieras cerca?
¿Recuerdas que estudiabas con tormento
Cuando en el patio la lluvia
Empezaba a caer, menudamente, y los viejos compañeros
Corrían a refugiarse al corredor marmóreo
Y espectral, en la luz del invierno?
No, no recuerdas, pero yo recuerdo
El vidrio frío donde apoyaste tu mano
Para dejar apenas una ráfaga triste
Y encendida y lejana.


Y ahora ha llegado junio y en la noche callada
Miles de corazones duermen en la penumbra,
Y recuerdo la dorada leyenda de los años
De juventud furiosa en la ciudad, las tardes
De verano ardoroso, los pies sobre escaleras
De metal, los avisos eléctricos cansados
Con pupilas de rojos párpados, los libros
De poesía mordidos en la noche. ¡Y ahora, adiós,
Adiós calles, adiós conversaciones
Sobre el destino del hombre, adiós señuelo amargo
Que encandiló los ojos de nuestra adolescencia,
Adiós suave medusa, adiós puerta cerrada!


Es la hora, es la hora en que debemos morir;
Es la hora para rodar en la noche
Abrazados, besando de estrella a estrella,
De furia a furia, de hueso a hueso;
Es la hora para apretar la angustia
De pecho a pecho, para dejar la muerte
Derrotada, perdida, moribunda en el suelo;
Es la hora para morir cantando
De nuestras muertes; es la hora para que tú dejes
Tu muerte entre mi muerte, amor, amor mío.
Quiero el amor dejar escrito entre tu pelo,
Quiero dejar ardiendo tus ojos silenciosos,
Para que no haya olvido, porque es la hora
En que debemos morir, es la hora
De la partida, sí. ¡La hora, la hora, por favor!
¡La hora, por favor, dígame, dígame el tiempo
Para rodar cantando, apretados, mordiendo,
Para rodar los dos en una sola muerte!

 

CRISTINA CHAIN



 

8

  

Y cuando observa los objetos sin disposición. sin anatomía.
Pequeños regalos anacrónicos. Cuadros desfallecidos. Piernas
incongruentes. Vellos que se despliegan y entierran. Grandes
detalles ajenos como un árbol lejano o una calle sin zapatos o el
gesto amargo
Cuando amenaza dejar de amar. Cuando vacila en el beso y ella
no es Isolda es sólo una mujer desconocida y un placard sujeto a
traumas. Cuando el amanecer ya no llega jamás y su blancura es
ensimismante la boca pálida las curvas no se desplazan.

 

DAMSI FIGUEROA








Si fuese la judía
Abriría las puertas de la ciudad
de un soplo
Soportaría la injuria del cautiverio
Viuda y virgen sería
A la vez
Devoradora de ejércitos
Y le bastaría ser hombre
para caminar erguida sobre sus muertos
Pero a la judía
le bastó ser mujer
para beber en exceso
para comer en exceso
y pasear por los sueños desnudos
de los asirios
Inventiva solitaria
Amamantadora universal
Razón del tiempo y de la historia
Si fuese la judía
Levantaría con su belleza
Los templos caídos de la Tierra
Cortaría la cabeza de Holofernes
para saltar a la luz
desde su cueva
Pero es Judith la que espera
por el espejo encorvado de su destino
Nuestra Judith aún no está bendita
y envejece a la par
de los cortejos de Eleofonte
El tejedor de cantos opacos
como el aura
de su propio culo reseco.



NICOLÁS MARÉ



 

Te desenvuelves en la maraña,
caes hacia dentro con tu ojo partido
en la nebulosa pálida de las estructuras
para construir tus varias voces,
los dialectos y las máscaras.


Te veo asesinar a la partícula del cambio,
reemplazarla por materia descompuesta
al borde de tierras sucias.


Del hambre son expulsadas la caricia y la herida,
un cuerpo vacío, un sueño de Dios apartado
del placer y la renuncia.
Del hambre nace el fruto negativo que te inventa.


Fácil el agua se hace constante,
veloz, demente como una piedra,
última de especies corriendo hacia la ciudad destruida.
Fácil el agua, fácil el terror con su sonrisa
estampada en el dibujo de tu iris, en el gesto tuyo
de la paz como tus mascotas abrigándote.


Parece no haber intervalo entre un hijo y otro,
todas las leyendas del origen se hacen pedazos
y ya sabes de qué se trata, cual es la respuesta conveniente
en este tribunal parcializado hasta la náusea.
Eres similar a la pantalla que te contiene,
eres el antiguo pariente de tu muerte
heredándole la carcajada y el revólver.


Afuera, por las calles, los perros se ensañan
mirando las manos del carnaval.
En su única llama el incendio
se traga las leyes del comercio,
mascando las monedas del cuerpo que te fue prestado.


No ,


más que a los peregrinos sobrenaturales de sus juegos,
pero ahora, tu sabes, los cuerpos pertenecerán al Instante.


Ella comía de tu mano con la confianza de la tierra,
se movía paralela a tu distancia
sin perder los detalles más fríos y vanidosos
como tu ilusión de ser el viento llevando las semillas
de donde germinaría su belleza.
Otra pérdida. Otra cuenta que cobrar en el infierno.


Serías el monje, la figura luminosa del concreto,
por ti pasarían las auroras y los productos esenciales
por los que entonces se mataba.
Serías la vedette incandescente; todos los ojos,
aglutinados, armarían tu estatua en el centro de la plaza.
El homenaje caería de los dioses a la tierra,
la ciudad misma sería la copia de tu reino en las alturas.
Ciudad de oro, ciudad de ángeles enamorados.


Se pudiera decir de ti el hambre,
se pudiera solventar los gastos de la escritura
con el potente soborno de tu historia.
Se pudiera también el amor por tus señales
o la vida misma por tu emanación de pérdidas.
Se estuviera en la condición del hacedor por el horror
y también por acercarse a tu destello.
Se pudiera hablar como hijo de las cosas
y como silencioso paseante de lugares que tu-viste.
Se hiciera fácil embaucar a la niña más hermosa
por la simple estatura de tu viaje. Se conquistara el mundo en vacaciones
con la pura mención de tu acertijo.
Pero hay palpitaciones de habitante
que no dejan de insultar a la palabra.

 

NICOLÁS MARÉ



 

Te desenvuelves en la maraña,
caes hacia dentro con tu ojo partido
en la nebulosa pálida de las estructuras
para construir tus varias voces,
los dialectos y las máscaras.


Te veo asesinar a la partícula del cambio,
reemplazarla por materia descompuesta
al borde de tierras sucias.


Del hambre son expulsadas la caricia y la herida,
un cuerpo vacío, un sueño de Dios apartado
del placer y la renuncia.
Del hambre nace el fruto negativo que te inventa.


Fácil el agua se hace constante,
veloz, demente como una piedra,
última de especies corriendo hacia la ciudad destruida.
Fácil el agua, fácil el terror con su sonrisa
estampada en el dibujo de tu iris, en el gesto tuyo
de la paz como tus mascotas abrigándote.


Parece no haber intervalo entre un hijo y otro,
todas las leyendas del origen se hacen pedazos
y ya sabes de qué se trata, cual es la respuesta conveniente
en este tribunal parcializado hasta la náusea.
Eres similar a la pantalla que te contiene,
eres el antiguo pariente de tu muerte
heredándole la carcajada y el revólver.


Afuera, por las calles, los perros se ensañan
mirando las manos del carnaval.
En su única llama el incendio
se traga las leyes del comercio,
mascando las monedas del cuerpo que te fue prestado.


No ,


más que a los peregrinos sobrenaturales de sus juegos,
pero ahora, tu sabes, los cuerpos pertenecerán al Instante.


Ella comía de tu mano con la confianza de la tierra,
se movía paralela a tu distancia
sin perder los detalles más fríos y vanidosos
como tu ilusión de ser el viento llevando las semillas
de donde germinaría su belleza.
Otra pérdida. Otra cuenta que cobrar en el infierno.


Serías el monje, la figura luminosa del concreto,
por ti pasarían las auroras y los productos esenciales
por los que entonces se mataba.
Serías la vedette incandescente; todos los ojos,
aglutinados, armarían tu estatua en el centro de la plaza.
El homenaje caería de los dioses a la tierra,
la ciudad misma sería la copia de tu reino en las alturas.
Ciudad de oro, ciudad de ángeles enamorados.


Se pudiera decir de ti el hambre,
se pudiera solventar los gastos de la escritura
con el potente soborno de tu historia.
Se pudiera también el amor por tus señales
o la vida misma por tu emanación de pérdidas.
Se estuviera en la condición del hacedor por el horror
y también por acercarse a tu destello.
Se pudiera hablar como hijo de las cosas
y como silencioso paseante de lugares que tu-viste.
Se hiciera fácil embaucar a la niña más hermosa
por la simple estatura de tu viaje. Se conquistara el mundo en vacaciones
con la pura mención de tu acertijo.
Pero hay palpitaciones de habitante
que no dejan de insultar a la palabra.

 

VERÓNICA JIMÉNEZ


 
 


  

Nosotros que tuvimos que pasar
por tantos puertos llenos de agitación
pernoctando en pequeña lanchas
azotados por la lluvia y por la olas
y que fuimos a un tiempo
alegres ebrios a bordo de cargueros sin destino
y silenciosos marineros abandonados en la bahía
nosotros que algún día soñamos en lechos
extensos como las velas de los barcos
y construimos un hogar sobre el viaje de las aguas
bendecidos por la música del mar en la noche
anclamos ahora en esta oscura rada
como náufragos arrojados a su mala suerte
vomitando espuma, con los pies enterrados en la arena
y la piel herida por la sal.

 

A Kurt Folch

 

 

JUAN HERRERA


 


 

Yo nos vi a saltos entre el fuego
mientras un cantante sonaba en la humedad de la noche
pasaban las primeras hélices por el agua
era como sin cuartel
las carteleras se cubrían con versiones de tu forma
era confuso tus lunares en vitrinas
y de súbito hay jardines kitsch
flowers baby
tonis bebiendo cervezas a oscuras y pintura corrida
-diantre el abismo me pretende-
hay olor a fritanga de perfumes
hay una manga de majas por el sitio
casas rodantes documentos extraviados discos pare
los feriados siguen en su limbo
sin condena alguien barre una vereda un delantal de bolsa de harina
pagué butaca y hubo luces en mi contra
yo digo que nos vi a saltos entre el fuego.