sábado, 1 de junio de 2019


ABRAHAM PAZ



  

Cotidiano



La ciudad es un conjunto de grises,
de placeres y lugares comunes.
Vivimos nadando entre recuerdos
que nunca tuvimos.
es para olvidar que dormimos.

Ante la luz del atardecer todos
somos los mismos: los protestantes
que corren perseguidos, el oficinista
que sin previo aviso cayó desfallecido,
dos adolescentes que viéndose entre
la reja del colegio no saben
cómo hablar de lo perdido.



JESÚS DAVID CURBELO





La orgía



La noche huele a sexos torrenciales:
machos, hembras, arbustos y animales
gimen, sudan, irradian, se consumen
en el lienzo infinito de sus pieles
que dibujan, cual lúbricos pinceles,
la magnitud de Dios, y su volumen:
Él cabe en mí, en ti, en ella, en todos:
es saliva, hoja, savia, leche: modos
de cópula, de azar, de ley ardiente:
la de esculpir, hacer, echar simiente
donde el aire, en su prisa, se derrama:
fatigosa carrera de retorno
hacia el origen único: el contorno
de la orgía perpetua¹ que nos llama.


1.- Mario Vargas Llosa


LUIS ALFREDO GASTÉLUM





Todos los días



Todos los días inicio cuentas regresivas, camino rumbos circulares, por las noches mi nombre sigue siendo el mismo.
Todos los días corrijo testamentos, no es fácil morir a martillazos día a día, besar una mujer imaginaria y ser correspondido.
Todos los días ando descalzo y tengo miedo, hay agujas verticales esperándome en la alfombra, kamikaze en el aire es mi pensamiento.



ISMAEL LARES





Réquiem por un avión de papel



Anoche vi volar un avión de papel.
Volaba tan alto que apenas pude distinguir
que una de sus alas estaba medio rota.
Sentí una pena inmensa entonces,
pero nada pude hacer.
El avión cayó estrepitosamente
simulando la espiral que se forma en los ojos
de una persona que ha perdido la razón.
Corrí al lugar del desastre, y ahí estaba él
con sus alas y su motor regados por doquiera.
Había sangre, mucha sangre iluminando
aquella impresionante escena.
No supe si levantar los restos de papel
o buscar sobrevivientes entre aquél desastre,
lo único que hice fue sentir una profunda pena.
Una mujer asombrada pasó frente a mí,
me reconfortó entre sus brazos.
Me dijo que no me agüitara,
pues toda la zona era un campo de guerra.
Cientos de aviones de papel
comenzaron a surcar los aires desde entonces.


ELIZABETH SOBARZO GAONA





Para mi enjambre de planetas



I

Siempre estoy al borde
En la esquirla del tiempo
A punto de brotar de tus ojos
Lamiéndole las patas a tu cama
A tu mesa
Secando con los cabellos de mis días
Cada minutero que vibra tu sombra

Me arrastro
desde la lengua
hasta las consecuencias de perder tu espacio
me pierdo en tus labios gruesos
de fruto en huerto ajeno

Me siento en tu memoria
en la calvicie de la desesperanza
en donde la misma luna quema la espalda
cansada de cargar tus risas
la indiferencia de los cerros ciegos
que me ven desde arriba
como tú
sin notar mi fértil mi paso
y me derrumbo porque soy de fango
húmeda desde la esquina de tus ojos
hasta el incontenible llanto entre mis piernas
que se mojan por ti


II

Me disuelves en tu vacío
En tus manos que aun no me tocan
En el beso tibio que me penetra la quijada
En mis piernas coloreadas
Donde asumo el infortunio de tenerte
A breves lapsos
En donde tus palabras tropiezan en el reloj
Que más que arena
Parece de agua recia
Y corre aprisa por acabarse
mi cabeza
el agua de mi cuerpo
Que sala esta silla
La sabana percudida en donde te sueño
Mis manos tenues
La pieza de metal que vive entre mis labios
Esperando temblorosa ser arrastrada por tus dientes de poder.


III

Me fundes
Y renazco del calor de tu mirada
De tus escasas letras
Que se pegan en mi cuerpo
Tú, nombre que sana mi pasado
Tú, boca de manzana inquieta
Pesadilla
Temblor de mi ciudad
Golpe bajo
Tú, guerrero blanco
Yo, caminante entre tu carnaval de mundo
Otra más


EDUARDO CHIRINOS





Para llegar a Missoula



Hace algunos años
leí un poema de Bly sobre Missoula.

Todavía lo recuerdo.
Hablaba de un tren
(tal vez la vieja ruta del Pacífico)
en una mañana de invierno. Los durmientes
habían dejado atrás las sombras
y el cristal
surcado por la nieve
dejaba entrever el perfil de las montañas.
Era necesaria la nieve para llegar a Missoula,
para cruzar “la puerta del infierno”
como antiguamente la llamaban los colonos.

Nosotros llegamos una tarde de verano
en automóvil. Y hacía mucho sol.
¿Por qué nos perseguía el frío del poema?

Para llegar a Missoula
era necesario un tren
y una ventana escarchada y algo de nieve.


De: "Escrito en Missoula”