viernes, 18 de noviembre de 2016


ENRIQUE MORÓN




Soledad



Me duele el corazón, rejas de acero.
y a lo lejos el mar y los marinos.
Los montes juegan a la rueda. Quiero
la libertad del mar y los caminos.

Desde la soledad de mis cristales
digo adiós a las aves emigrantes.
Lloran las hojas. Lluvias torrenciales.
Rojo viento de oestes y levantes.

Ya se acerca la noche. Las esquinas
iluminan su tenue faz de hielo.
Vuelven los niños al hogar. Ovinas
caravanas de nimbos en el cielo.

Queda el pueblo en silencio. Las ventanas
han cerrado sus ojos. Pasa el río
más allá del silencio. Dos campanas
y un alto campanario en el vacío

de una noche otoñal. Amargamente
me he sentado a mi diestra y ha crecido
por mis duras mejillas una fuente
y una flor de cristal descolorido.

Me duele d corazón. Quietud. Se mueve
la aguja del reloj del viejo muro.
Viejos recuerdos. Viejas sombras. Llueve.
Mes de noviembre trágico y oscuro.


De "Paisajes del amor y el desvelo"


JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS




Iba el lenguaje...



He estado acordándome intensamente de ti.
Me puse a traducir a un poeta alemán,
en principio a leerlo, pero tuve
que recurrir al diccionario, y luego
salió algo sorprendente. Creo que te gustaría.
Es un desconocido.
Mi memoria quizá no es la mejor.
Fíjate, qué comienzo:
Iba el lenguaje por sotos y praderas...


JUAN CUNHA




Ya casi se me fue la tarde...



Ya casi se me fue la tarde mira
Como decir un vuelo un aire nada
No más un ademán una mirada
Y lo demás se calla y se suspira

Viene la brisa vase vuelve gira
Se entretiene un momento de pasada
Y es tan breve la dulce luz dorada
Y tan hermosa es quién no delira

Mas casi se me fue y no sabré cómo
Pronto no la veré cuando me asomo
Ya no sabré y adónde diré adónde

Por dónde se alejó por cuál recodo
No la veré al momento y será todo
No está diré ni sé dónde se esconde


De: "A eso de la tarde"



ÁNGEL CRUCHAGA




En el éxtasis



Era tu amor el único digno de tristeza.
Se me volvió una llaga perenne tu belleza.

Hoy, para no morir, miro el rostro profundo
de mi madre. Mis ojos sienten llorar el mundo.

Y agradezco a mi Dios el momento encantado
en que mi corazón trémulo te ha mirado.

Y agradezco a mi Dios que vivas, que respires
cerca de mi quebranto, aunque nunca me mires.

Pudo un banal amor encenderme las venas,
pero ellas en el cuerpo se volvieron cadenas.

Entregué mis estrellas hasta quedarme exhausto,
y aquella amada nunca comprendió mi holocausto.

Tú que estás inundada de cielo y eres clara,
como si eternamente el Cristo te mirara,

perfumaste mis siglos, tu claridad me diste.
Era este amor el único digno de hacerme triste.




ALEJANDRO DUQUE AMUSCO




La extraña realidad



Aquello que llamamos realidad
es simplemente el edificio gótico

de una Idea caída
sobre la piel delgada del espacio.

Una ilusión
que nunca será nuestra,

por ella nos perdemos
entre alamedas de fértiles engaños

o celajes que trazan al azar
el mundo real, el mundo imaginario:

nombres, rostros, figuras,
fechas, ciudades, años y paisajes

de sombra.
¿Existieron?
¿O fueron el destino del vacío
y las informes máscaras del tiempo?

Extraño torreón de negra luz,
la realidad, como una llamarada

que es superior a todo, más fuerte que el olvido,
ilumina la tierra de la ilusión final.

Y su verdad o su mentira abrasa
como rayo de sol mirado a cielo abierto

por la ventana azul de un día de verano.

Un resplandor que ciega.
Una impasible
llama.

Espera de un mediodía absoluto
que nunca será nuestro.

De "A la ilusión final"




LUIS ZALAMEA BORDA




En el comienzo



Eres el comienzo, la luz y la esperanza.
Antes de ti era la nada y no habían nacido las palomas.
Qué angustioso vacío el vivir sin saberte,
aunque mis ojos adivinaran tu mirada lánguida
y fueran construyendo mis manos tu presencia,
inventando mis sueños piel, risa y esencia de tus besos.

Sin ti andaba yo al garete, en un mar de borrasca,
cuán alejado de todo puerto conocido.
Y el mar también era la nada.
Tendrías que llegar a darle un día
el verdor de tus ojos, la sal de tus pupilas,
un hontanar de lágrimas,
y la suave madrépora que crece entre tus labios.

Sin ti mi voz no tenía forma y su eco faltaba,
era el lloro de un niño que se pierde.
Tú le entregaste acento y le fijaste rumbo.
Y entonces pude cantarte toda, con la voz que me diste.

Antes de ti, la nada, la pegajosa angustia, la voz muda.
Mas hoy comienza a respirar mi mundo,
nutrido con tu luz, fincado en la esperanza.