"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 13 de octubre de 2021
LUIS VIDALES
Los ruidos
Ruidos
de los cafés
que se escapan por las bocinas de los teléfonos.
Ruidos maravillosos de las casas.
Yo sé que cada casa
tiene sus ruidos especiales.
Así conozco la casa de mi amigo
y reconozco la mía
—de lejos—
entre la aglomeración de construcciones.
Ruidos en la ciudad que sólo es calles
y calles
en la ciudad que está de espaldas
volteada hacia adentro
hacia los interiores de las casas.
Ruidos de la época de las cavernas
que andan todavía en el mundo.
Ruidos.
Vosotros vagáis locos
buscando una salida
pero al igual que yo
no habéis podido encontrarla.
Ruidos.
Y ya lo mejor será
De: “Suenan timbres”
ANTONIO ENRIQUE
Media hora, medio kilo
Los
huesos eran medio kilo,
el medio kilo media hora.
Pero la pelvis había que machacarla.
Medio kilo de ceniza
en media hora era
todo lo preciso
para achicharrar el alma.
Los crematorios estaban allí,
de donde expandían su hedor
los horneros.
Pues huelen peor que los sacrificados.
Ellos no hablaban,
¡pero lo sabían!
Que los ojos fulguran luces azules
y que la cabeza es lo que más tarda.
Hay una pesadilla en el aire
que nunca podrá ya desvanecerse.
¡No pases por allí! Allí
estuvieron los que bajaron la vista
y ya nunca más la alzaron,
allí quienes por pudor
a ellas nunca las miraron.
Y las que aterradas se arrojaron
en los brazos del verdugo:
Mejor besar a tu asesino
que no irte de este mundo
sin haber amado alguna vez,
aunque sea a quien te mata.
Medio kilo y media hora
cuanto separa el espanto del dolor.
Ojalá llegue el diluvio,
ése del que nadie sepa qué pasó antes.
Un diluvio de pétalos de rosa
para acercar el alba.
Un diluvio de lágrimas sin sal,
para que no chisporroteen.
Para extinguir tanto fuego
como asaba las almas.
De: “La palabra muda”
MARTA LÓPEZ VILAR
Vuelo migratorio
Veo
una bandada de pájaros volando.
Con
paciencia el cielo se va hacia el invierno
y se
vuelve piel de nácar o esplendor envejecido.
Pero
el cielo también es un desierto.
De: “En las aguas de octubre”
PABLO GARCÍA CASADO
Reality
En
realidad, no ocurre así. No te abordan dos desconocidos, no sonríes, no quieres
hacer un castin para una película. Ni por doscientos euros, ni por trescientos.
No quieres subir a ese coche. No quieres hacer el castin, ya sabes para qué es
el castin. Pero estás en Gran Vía, y sonríes, y subes a ese coche, sí, por qué no. Y haces el castin. Y
sabes qué vas a decir, que has estado con algunos chicos. Con chicas sólo una
vez, en una fiesta, con Juani, mi mejor
amiga. Que tenías un novio, que lo habéis dejado porque era un poco celoso.
No tienes fantasías, bueno sí, las tienes, todo el mundo las tiene. Que te
abracen bajo la lluvia. Pero dices trío, gangbang, hacerlo con un negro. Hablas
de ello a la cámara, dices que te gustaría con un negro. Y aparece Leroy, con
gafas de sol y camisa hawaiana.
De: “La cámara te quiere”
UNAI VELASCO
la tira elástica del bañador deja pequeñas marcas en la cintura
«the slow breeze in
the pines»
Robert Hass
Para
salvar una vida humana hay que tener
la
taquilla limpia y el corazón templado
Michael
Newman tenía un brazo ligeramente más
largo
que el otro toda clase de información sobre las aves
de
Santa Monica L. A. y cierta inclinación progresiva
hacia
la tristeza pesaba la playa por las tardes gaviotas volaban
al
ras y se desconcentraba triste si estaría triste Pam bajo las
palmas
su primer ahogado le costó cuarenta quilómetros a medio
gas
entre los pinos y un reguero de pinocha estremecida en la segunda
pensó
en Paul ojos azules sin saber que escribirían de su brazada
en
el Tampa Tribune con los años también
con
los años se adjudicó un método para el miedo a mediodía
cuando
el hambre administraba mal los riesgos Newman
medía
su caseta de vigilancia de un modo digamos místico y el miedo y el
calor
quedaban sometidos a una figura rectangular casi casi transparente
como
una cometa desarbolada por el sol o
una
toma subacuática
y
aun pensaba en lo extraño de titular en México el serial
Guardianes
de la bahía pero la extrañeza
duraba
poco y las aves volaban más bajo era la hora de ir a cambiarse
prácticamente
De la
antología “Serial”
MARIANO PEYROU
Umbral
En noviembre de 2016 hice una lectura en la Casa de América de Madrid, invitado por la Embajada Argentina, en el marco de un ciclo de poetas argentinos. Como no me considero un poeta argentino, o no mucho, decidí leer poemas que, de un modo más o menos explícito, hablaran de la no-argentinidad, es decir, del exilio y de todo lo que parece derivar de esa experiencia: de la vida fantasma que, de un modo absurdo pero también poderoso, parece que estaba destinada a uno y uno no vivió; de sentir más interés por lo que podría haber que por lo que hay, por lo imaginario que por lo real, por lo posible que por lo probable; de la carencia de algo interno que no resulta fácil nombrar y de cómo esa carencia genera una sensación de poca solidez, de provisionalidad perpetua; de la dificultad para identificarse con lugares o discursos, e incluso con los valores propios. Sé que nada de esto es exclusivo de los exiliados, pero yo lo asocio con el exilio, con eso de ser dos, o ser otro, o no ser nada. Un mes después viajé a Sevilla para participar en un acto dedicado a escritores «de las dos orillas», donde leí unas notas sobre la relación entre literatura y exilio. Recojo aquí los poemas que elegí para la lectura en Madrid —más unos pocos más que me parecen pertinentes— y las notas que escribí para el acto de Sevilla. Agradezco a Susana García Iglesias, de la Embajada Argentina, y a Antonia Osorno, del Centro Andaluz de las Letras, por las invitaciones.
De: “El mar hospital es el mar
aeropuerto”