"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 31 de agosto de 2017
AMALIA LATEANO
La atalaya
Poema
Aquí
yace por ahora mi silencio.
Se acentúa. De mí, surge la roca
donde el doliente imán por lo que toca:
Se vuelve por la sombra que presencio
de mi bajel errante, que sentencio.
Menos ser celestial, lo que provoca.
La fantasma crisálida que evoca.
Un anónimo beso que potencio.
Atrás veré la muerte donde vaya.
Lejana la panoja de mi verbo.
Perdida la palabra de la aurora.
Al dar por artilugio, la talaya.
Cerca de su sarmiento me conservo.
Obtengo sus medallas de pastora.-
Se acentúa. De mí, surge la roca
donde el doliente imán por lo que toca:
Se vuelve por la sombra que presencio
de mi bajel errante, que sentencio.
Menos ser celestial, lo que provoca.
La fantasma crisálida que evoca.
Un anónimo beso que potencio.
Atrás veré la muerte donde vaya.
Lejana la panoja de mi verbo.
Perdida la palabra de la aurora.
Al dar por artilugio, la talaya.
Cerca de su sarmiento me conservo.
Obtengo sus medallas de pastora.-
GONZALO ROJAS
Numinoso
1
Al
mundo lo nombramos en un ejercicio de diamante,
uva a uva de su racimo, lo besamos
soplando el número del origen,
no hay azar
sino navegación y número, carácter
y número, red en el abismo de las cosas
y número.
uva a uva de su racimo, lo besamos
soplando el número del origen,
no hay azar
sino navegación y número, carácter
y número, red en el abismo de las cosas
y número.
2
Vamos
sonámbulos
en el oficio ciego, cautelosos y silenciosos, no brilla
el orgullo en estas cuerdas, no cantamos, no
somos augures de nada, no abrimos
las vísceras de las aves para decir la suerte de nadie, recio
sería que lloráramos.
en el oficio ciego, cautelosos y silenciosos, no brilla
el orgullo en estas cuerdas, no cantamos, no
somos augures de nada, no abrimos
las vísceras de las aves para decir la suerte de nadie, recio
sería que lloráramos.
3
Míseros
los errantes, eso son nuestras sílabas: tiempo, no
encanto, no repetición
por la repetición, que gira y gira
sobre
sus espejos, no
la elegancia de la niebla, no el suicidio:
tiempo,
paciencia de estrella, tiempo y más tiempo.
No
somos de aquí pero lo somos;
Aire y Tiempo
dicen santo, santo, santo.
encanto, no repetición
por la repetición, que gira y gira
sobre
sus espejos, no
la elegancia de la niebla, no el suicidio:
tiempo,
paciencia de estrella, tiempo y más tiempo.
No
somos de aquí pero lo somos;
Aire y Tiempo
dicen santo, santo, santo.
MARTA MIRANDA
De cara
al viento
tobillos
hundidos en la arena
El mar al
retirarse
como un dios instalaba
pequeñas
geografias al borde
de tu pie
De: “El Oleaje”
tobillos
hundidos en la arena
El mar al
retirarse
como un dios instalaba
pequeñas
geografias al borde
de tu pie
De: “El Oleaje”
ÓSCAR HAHN
Pongo
la punta de mi lengua golosa en el centro
mismo
del misterio gozoso que ocultas entre tus piernas
tostadas por un sol calientísimo el muy cabrón
ayúdame
a ser mejor amor mío limpia mis lacras libérame de
todas
mis culpas y arrásame de nuevo con puros pecados
originales, ya?
mismo
del misterio gozoso que ocultas entre tus piernas
tostadas por un sol calientísimo el muy cabrón
ayúdame
a ser mejor amor mío limpia mis lacras libérame de
todas
mis culpas y arrásame de nuevo con puros pecados
originales, ya?
ANA ROMANO
Zarzal
Es
en el
autoritarismo
que la
coraza
tirita
Las
palabras
orinan
las
rendijas que chirrean
¿Y la
réplica
dónde
copula?
Masculla
la
cautela
y
deshilachada
recapacita
Aletarga
el
maquillaje mortecino
la
hembra.
JOSE MANUEL ARCE
Masacre
en el dormitorio
Estábamos tranquilos,
dulces y agradecidos
con nuestras simples vísceras que nos dieron pretexto
para satisfacerlas.
Y estábamos haciéndolo
contentos.
Y he aquí que de pronto,
sin previo aviso
y sin pedir permiso, todos ellos
han venido a meterse en nuestra propia cama,
aquí,
entre nuestras sábanas,
y ponen los zapatos en la almohada
-donde pusiste el sueño-
y amenazan quebrar la cabecera que me costó serruchos y martillo.
No nos dejan estar,
nos registran los pelos de las ingles en busca del pecado,
sacan el código y el dedeté,
la indagación y los escapularios.
Yo no sé
ni me importa
si es que tienen derecho.
Me consta, nada más, que me son antipáticos,
que me molestan como las agruras
y los soporto sólo por ver si los alejo.
Son un tropel de gansos metidos en la cama,
graznan y ensucian todo con sus patas palmípedas,
amenazan con picos y miradas
y me parece que te me acobardan.
Lo único que quiero es besarte completa,
y poderme acostar sobre tu vientre
y saberte feliz de estar conmigo.
Amarte sin sofisma ni retórica.
Llenar los dos desnudos nuestra cama.
Creo que es suficiente.
No sé qué hacer con todos estos molestos pajarracos.
Miedo de que te lleven.
De que no nos permitan terminar nuestro abrazo.
Nos están estorbando.
No sé cómo espantarlos.
Creo que ahora mismo me sacaré los ojos.
Estábamos tranquilos,
dulces y agradecidos
con nuestras simples vísceras que nos dieron pretexto
para satisfacerlas.
Y estábamos haciéndolo
contentos.
Y he aquí que de pronto,
sin previo aviso
y sin pedir permiso, todos ellos
han venido a meterse en nuestra propia cama,
aquí,
entre nuestras sábanas,
y ponen los zapatos en la almohada
-donde pusiste el sueño-
y amenazan quebrar la cabecera que me costó serruchos y martillo.
No nos dejan estar,
nos registran los pelos de las ingles en busca del pecado,
sacan el código y el dedeté,
la indagación y los escapularios.
Yo no sé
ni me importa
si es que tienen derecho.
Me consta, nada más, que me son antipáticos,
que me molestan como las agruras
y los soporto sólo por ver si los alejo.
Son un tropel de gansos metidos en la cama,
graznan y ensucian todo con sus patas palmípedas,
amenazan con picos y miradas
y me parece que te me acobardan.
Lo único que quiero es besarte completa,
y poderme acostar sobre tu vientre
y saberte feliz de estar conmigo.
Amarte sin sofisma ni retórica.
Llenar los dos desnudos nuestra cama.
Creo que es suficiente.
No sé qué hacer con todos estos molestos pajarracos.
Miedo de que te lleven.
De que no nos permitan terminar nuestro abrazo.
Nos están estorbando.
No sé cómo espantarlos.
Creo que ahora mismo me sacaré los ojos.
miércoles, 30 de agosto de 2017
LAURA CASIELLES
Marrakech
Historia Contemporánea
No la gloria de la
invasión, sino la gloria de la bienvenida
No la alegría de vencer, sino la de vivir
No la barbarie de la violencia, sino la urbanidad de la astucia
(Adonis)
No la alegría de vencer, sino la de vivir
No la barbarie de la violencia, sino la urbanidad de la astucia
(Adonis)
Youssef Ibn Tachfine, rey bereber,
sacó
a las tribus del desierto para fundar la ciudad rosada.
Corría
el año 1062
de
nuestra era; era
su
intención tener una atalaya
desde
la que seguir cabalgando hacia el norte
para
extender su manto sobre mares y valles.
Youssef
Bennani, herrero experto,
funda
la ciudad todos los lunes,
cuando
coge un taxi colectivo en la plaza de arena
y
llega pronto a la tienda de Sidi Ismail
y se
quiebra las manos haciendo filigranas de faroles
y
retorcidas patas para mesas de cobre.
Hassan
Kintawi -camarero, pícaro,
tostador
de brochetas, por encargo lo que quieras-
funda
la ciudad todos los días
ayudando
a montar el puesto ciento doce
de la
plaza de Jema El Fná,
diciendo guapa, pretty, ven conmigo
a las
chicas risueñas, recogiendo
los
restos de las cenas.
Fatima
Kintawi, su mujer
desde
hace trece años y cinco
niños,
funda la ciudad a cada hora,
con
su quedarse en casa.
John,
Paul, Dora, Leslie
y
todos sus amigos del gran autobús
fundan
la ciudad cuando pisan con sus chanclas
ese
mosaico azul,
cuando
compran cuero y hacen fotos,
cuando
se alojan
en la
que fue la casa de Fadua y sus hermanas.
Fadua
y sus hermanas,
que
viven ahora en las afueras,
fundan
la ciudad cada vez que la recorren para llegar al barrio
y
visitar a sus viejos amigos. Sus viejos amigos
fundan
la ciudad cada vez que invitan a un tajine a
un extranjero
y le
dicen: cuéntanos, cómo se vive allá,
queremos ir.
Ghita
Larguich, que prefiere que la llamen Rita,
funda
la ciudad cada vez que va al Zara del barrio de Guéliz
y
compra un bolso made in China para
ponerse el viernes
de
camino a Pachá. Mohammed Larguich, padre de siete,
funda
la ciudad cada vez que el viernes
sale
antes del trabajo para llevar a su familia a rezar
a la
gran mezquita que señala la torre Kutubía.
Youssef Ibn Tachfine, rey bereber,
le
dio nombre a la ciudad y dio también la orden
de
tallar las primeras fuentes.
Mohamed
funda la ciudad cada vez que dice baaaaalaaaak al
pasar con su burro, Hanae funda la ciudad cada vez que ríe a carcajadas en la
calle,
Carrefour funda la ciudad cada vez que desembala en ella un camión de fruta angoleña,
Said funda la ciudad cada vez que escribe una noticia en su nueva revista que va a durar.
Carrefour funda la ciudad cada vez que desembala en ella un camión de fruta angoleña,
Said funda la ciudad cada vez que escribe una noticia en su nueva revista que va a durar.
Salma
funda la ciudad siempre que sale
a
pasear en torno a las murallas
-rojas
ya bajo esta luz del crepúsculo-
y
sueña a sus ancestros
cabalgando
monturas andaluzas
para
entrar altaneros en la capital del sur,
y
entonces ve deslizarse un gato bajo un coche,
y eso
le hace pensar en su amor tan esquivo,
y le
manda un mensaje diciéndole que si
nos vemos
a las siete delante del Club Med, pero no
tardes.
Nosotros
somos los fundadores de la ciudad.
No
hay nombre antiguo ni lejano que tenga la culpa de nuestros pasos.
Llegar
antes
es
solo
llegar
antes.
MARTA JAZMÍN GARCÍA NIEVES
Engendro
Me he
refugiado en el vientre
de
una paloma gris solitaria.
He
desistido de mi humanidad
por
descansar en sus vísceras inermes.
Presiento
cómo la circunferencia de su aviario
más
temido me engendra
Pero
tu ausencia
siempre
es más voluptuosa
que
todas mis deformidades.
RICARDO PLATA SOTO
Azotea
La
azotea lugar donde el infierno
arde
interminablemente,
dulce
infierno construido en las alturas,
vientre
obscuro donde se alumbra la poesía,
lugar
donde curamos la soledad.
Las
mujeres se besan entre ellas
de
sus bocas salen rayos rojos
que
nos erizan las piernas.
Lugar
de seis paredes como cabezas
cuando
llueve aumenta su tamaño
y los
sobrevivientes reímos
mientras
su voz se multiplica,
su
voz de rockola hambrienta,
los
pocos pesos solo nos sirven
para
domar la nostalgia con su canto.
En
una pared de dos por seis metros
quise
amar la vida como un pájaro entrenado,
me
llene las manos de su sangre,
quise
amar a una mujer mientras bailaba,
me
comió con sus piernas,
quise
amarme entre vasos sin nombre.
VICENTE ROBALINO
Un animal parecido al deseo
Bajo
el indeciso pájaro
el
día lloriquea orfandades
nubes
de ausencia lastimadas
por
un silencio oscuro y putrefacto
Bajo
el cansado cielo
la
ciudad despierta uno a uno a sus muertos
para
darles a beber sus últimas palabras.
Bajo
el único árbol
un
animal parecido al deseo
extiende
sus laboriosas alas
y se
queda petrificado.
Bajo
la única silueta del miedo
la
infancia recoge sus escombros
para
dejarlos sobre una tapia cegatona.
Bajo
los pétalos de las desesperaciones
un
dios hecho de soledades
hace
llover castigos
y
convierte en jaguares las piedras.
CHRISTIAN ZURIETA
Semana
Desde
tus ojos inmunes precisamente lunes
se
levantan estandartes ciertamente martes.
Parecen
dos tréboles artilugios, cada miércoles, refugios.
¿Cómo
te digo que llueves justamente jueves?
Y lo
que queda de este viernes, ¡me gobiernes!
Porque
me la he pasado calladamente sábado
escribiéndole
el poema que extingo finalmente domingo
a la
mujer que fue semana.
SANTIAGO GRIJALVA
Historia
Para mi abuela
¿Recuerdas
la bailarina de la abuela,
esa
caja repleta de sueños
y una
historia de juventud
que
siempre fue ajena a tu vivir?
Conversar
con ella
es
viajar al tiempo donde abundaban las hojas en el suelo
y los
helados en los niños,
es
volver a dormir
detener
la sombra de la luna
para
abrazar
a todos los perros de la calle que envejecían con nosotros
(la
caja musical de antiguo laurel
teñido
por la sangre que dejaste al ser madre).
Solo
una historia se te escapa,
pero
no es esa
que
yo tanto recuerdo.
Y
hace muy poco entendí
que
el conejo que abrazaba
eligió
la libertad
de
marcharse
a la
espesura
de la
montaña,
porque
no había
nada
más que comer en casa.
Pero
el mar se escapó de tu memoria,
tal
vez porque cuando fuiste a visitarlo,
había
decidido la vida
ponerte
en el remanso apagado del frío.
Abuela,
como quisiera tener los ojos azules,
para
que en ellos conozcas el mar.
martes, 29 de agosto de 2017
DANIEL ULLOA
Poema en fuga
I
—¡Contestame
cabrón!— gritó Aurelia.
Continué
tomando mi café a sorbos pequeños,
estaba
casi frío y la redondez de la taza
con la
oscuridad de la bebida
me
hicieron sentir como en un túnel,
desde
donde alguien me susurraba:
—¿Ishmael,
por qué no te has muerto?
Esos
lapsus de ausencia en los momentos claves
no me
eran extraños,
mi
existencia se perdía en divagaciones
y
recuerdos de infancia,
donde
me experimentaba
como
alguien ajeno a los demás,
como
una ilusión óptica de mí mismo,
haciéndome
comprender con exactitud
lo leve
y frívolo del ser.
Aurelia
quedó en silencio
colgada
de su pregunta
y yo
cada vez más ausente,
interpretando
el fondo de mi nada,
encogiendo
mi sombra
hasta
la eterna dimensión de lo infinito,
hasta
ese valor insustancial
de la
palabra alma:
Yo,
Ishmael “El cabrón”
soy un
hombre,
porque
me arrojaron a este mundo
no
pudiendo elegir ser otra cosa.
II
Aurelia podría encontrar mis huellas
tras
los puentes que crucé,
anhelando
alcanzar las notas y el tono del mar en mis versos,
como
única excusa para mi voz,
sin
embargo sería pedirle demasiado.
Nací un
día de Junio, a mitad del año,
y vine
al mundo para ser bueno
y
sucedió que
(en el
transcurso de la vida)
hubo
días nublados,
mordiscos
de serpientes
y
mujeres bellas.
La
noche ha ido minando
mis
cultivos de hierba buena
y nadie
tendrá el coraje
de
confirmarle a ella lo malo que fui,
cuando
dediqué tiempo
para
esconder cristales en la arena,
para
que sangrara al caer la tarde,
al caer
la tarde como yo.
Para que sangrara al mirar mi viejo retrato
Para que sangrara al mirar mi viejo retrato
ante el
umbral de la adolescencia,
cuando
tuve que aceptar la vida
como
dios que todo lo permite
y todo
lo perdona.
Por ella me he arrancado las uñas
Por ella me he arrancado las uñas
y
enfoqué el punto más tenue
en la
profundidad sedimentosa de mi ser.
Un día
impreciso
vendrá
la muerte
y me
llevará a sembrar flores al campo,
a mí
que
marchité
la
buena voluntad de tantas personas
como
Aurelia.
III
La
poesía no me transfiere ningún poder,
la
metáfora es una figura
que no
me embruja;
sin
embargo sé usarla
para
hacer una ensalada de huesos
y
alimentar a mi psiquiatra.
Yo
escribo en este espacio y este tiempo
al que
estoy limitado,
desde
el suelo donde mis pies se posan,
y
recuerdo con la memoria
que en
mi cráneo olvida
detalles,
sin importancia,
de mi
historia personal:
Soy
como aquella higuera en el patio de mi casa
cuando
era niño
y ella
una
higuera.
Soy la
tristeza de ese niño que escribe estos versos
veinticuatro
años después,
vulnerable
a la voz de todo mar,
vulnerable
a todo paisaje lejano y gris.
Cansado
desciendo
por toboganes
y un
vértigo espiritual me inmoviliza
y caigo
de rodillas
extrañamente
triste:
Y es
en
estos instantes
(cuando
los ángeles dan un paso fuera del abismo
y caen
como lágrimas de pobre)
que las
mesas de los bares aguardan
con sus
mandíbulas abiertas
por
hombres extrañamente sucios como yo.
De mis huesos se sostiene
De mis huesos se sostiene
este
espíritu nocivo
desenfadado
y loco.
Nadie
descifró las sombras de la vida
como yo
lo hice
y
siento ganas de matarme
y sin
embargo
continúo
brindando
en
nombre de ella.
ODETTE ALONSO
Caja de espejos
En esa
caja de espejos
no hay
vidrio que no registre
la
intensidad de la luz
su
falta temporal
el
calor que desprenden
los
cuerpos que se abrazan
que
tiemblan
como si
toda la magia
empezara
y
terminara
entre
sus bocas.
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