jueves, 3 de marzo de 2016


VICENTE GERBASI




Mi padre el inmigrante

"Mi padre, Juan Bautista Gerbasi, cuya vida es el motivo de este poema,
           nació en una aldea viñatera de Italia, a orillas del Mar Tirreno
     y murió en Canoabo, pequeño pueblo venezolano escondido en una agreste
                                                  comarca del Estado Carabobo".
                                                               Vicente Gerbasi



I

Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Atrás queda la tierra envuelta en sus vapores,
donde vive el almendro, el niño y el leopardo.
Atrás quedan los días, con lagos, nieves, renos,
con volcanes adustos, con selvas hechizadas
donde moran las sombras azules del espanto.
Atrás quedan las tumbas al pie de los cipreses,
solos en la tristeza de lejanas estrellas.
Atrás quedan las glorias como antorchas que apagan
ráfagas seculares.
Atrás quedan las puertas quejándose en el viento.
Atrás queda la angustia con espejos celestes.
Atrás el tiempo queda como drama en el hombre:
engendrador de vida, engendrador de muerte.
El tiempo que levanta y desgasta columnas,
y murmura en las olas milenarias del mar.
Atrás queda la luz bañando las montañas,
los parques de los niños y los blancos altares.
Pero también la noche con ciudades dolientes,
la noche cotidiana, la que no es noche aún,
sino descanso breve que tiembla en las luciérnagas
o pasa por las almas con golpes de agonía.
La noche que desciende de nuevo hacia la luz,
despertando las flores en valles taciturnos,
refrescando el regazo del agua en las montañas,
lanzando los caballos hacia azules riberas,
mientras la eternidad, entre luces de oro,
avanza silenciosa por prados siderales.




ÁLVARO RODRÍGUEZ TORRES



  
El rostro de Ana



Tu rostro, aire que comienza
y mirada que no termina sólo en la mente
o la profundidad del corazón.
Nada parecer amenguar tu rostro que vive,
ni los días que pasan
ni el tiempo que muere lejos del sol.
Tu rostro, tan cerca de ti
pero más cerca del alma incomprensible,
gracia
gracia y perdón.




FRANCISCO HILARIO SAAVEDRA BARRIOS



  
La respuesta.



Siempre estás donde la aurora
y alumbras con rayos de ternura.
Recorres los días del silencio,
y regresas al principio...Cuando llegas
al final
siempre estás.
Cerca o lejos no importa
sólo la loca osadía de enamorarse,
hasta los ángeles expanden sus alas
y regresas al principio cuando llegas...
al final
siempre estás.
Hasta los sueños que no soñamos
cuando contando los rayos de la luna
descubres el manto negro del rostro
y regresas al principio cuando llegas...
al final
siempre estás.
Donde la aurora revive cada día
tan cerca de los dedos blancos
y te escurres hacia la nada, eterna
y regresas al principio cuando llegas
al final
siempre estas.


LARISSA ORELLANA




La hija del silencio.



Sus palabras no llegan
a pronunciarse,

son una herida invisible
que se derrama por el agujero
de una bolsa de sueños.

La hija del silencio
es un grito de pájaros
debajo del mundo,

un abrazo borrado
por avalanchas de nieve
que no reflejan frialdad.

Ella tiene la voz del agua
cuando duerme

aunque su corazón
sea una flor de fuego

eternamente callada.


ÁLVARO RUIZ FERNÁNDEZ




Tehuantepec.



Bajo los sones de los músicos
y sus instrumentos salvajes
de viento y golpes de percusión
un grupo de mujeres
con coloridas vestimentas y flores en sus cabezas
danzan en Juchitán de Zaragoza
geográfica cintura mesoamericana
en pleno istmo de Tehuantepec
y la brisa que une a los océanos
Quedamente levanta sus vestidos
al compás cadencioso
de un ritmo en las caderas
con fulgor en los ojos
y blancos dientes perfectos.
La música, arrítmica, corta y divide el tiempo
en dos, en tres, en cuatro
bajo los sones de los músicos
y sus instrumentos salvajes.




ARGENTINA CASANOVA




Hombre. 



Trajiste el mar a mi habitación en una madrugada
bajo las sábanas veíamos zargazos y anémonas
Una gaviota abraza a otra sobre el espejo
al pie de nuestra cama un cardume de peces de colores
la pared atardece en el verano de los cuerpos
punta del sol en la pupila de la noche,
inerte pende sobre la cabecera, ahí la luna, las estrellas
abajo los océanos se mueven al ritmo de la respiración
un pez aguja nos mira abrazarnos, copulan las aguas en esta bahía

Piensas el mar y ahí está, con su infinita sed ante tus ojos
piensas arena y sientes el desierto en tus entrañas
Pronuncias hombre y ahí están tus hermanos,
pero no estoy entre ellos, solo voy a tu lado.