martes, 13 de junio de 2017


PORFIRIO BARBA JACOB




Nuevas estancias



El aire es tierno, lácteo, da dulzura.
Miro en la luz vernal arder las rosas
y gozo de su efímera ventura...
¡Cuántas no se abrirán, aun más hermosas!

Estos que vi de niños, han trocado
en ardor sus anhelos inocentes,
y se enlazan y ruedan por el prado...
¡Cuántos no se amarán, aun más ardientes!

La tarde está muriendo, y el marino
soplo rasga sus velos y sus tules,
franjados por el ámbar ponentino...
¡Cuántas no brillarán, aun más azules!




ANGELA GENTILE




Los pies de Ulises



Fui devorado por el mar,
pero mis pies memorizaron Ítaca, su hierba  y el misterio condenado a mí.
Por ellos regresé multiforme y primitivo de sandalias.
Allí, velaron mi nombre una y mil noches, bajo las estrellas y cerca del Egeo.
Alguien rozó la sagrada marca en mi piel y preguntó:
¿Quién eres?
Sólo mis huellas, arquitectas de infamias, reposaron en paz en salinas aguas,
olvidaron la resina de las zateras y dejaron de oler a maderos.
A expensas del mundo mis plantas buscaron las sombras y otra voz delató:
¿Dónde irán tus pies?
Y vinieron hacia mí los naufragios y los vientos.
Yo, soberano en intrigas, no pude contra mí y me pregunté:
¿Quién me recuerda?
                                     Y el mar rugió memorioso desde la alta orilla.




BAUDELIO CAMARILLO




La noche es el mar que nos separa
(fragmentos)



Suicidios, guerras, terremotos:
el diario desayuno de funestas noticias.
Somos sólo dos cuerpos abrazados,
sudorosos y lacios
besándonos los párpados y el alma
con los últimos relámpagos
de una brutal tormenta de verano
que se apaga.

Y en la calle la gente que te empuja,
los coches que te insultan,
el humo revulsivo
del altar del progreso.
¿Cómo trinchar el día en nuestra mesa?
¿Cómo llevarlo amable a nuestra boca?
Pero toco tus manos,
te beso en la mejilla
y el mundo es nuevamente apetecible,
tierno.

***

Ebrio de tanta luz, a ciegas casi,
avanzo hacia tu cuerpo.
Un mediodía de espejos te refleja desnuda.
Soy la sombra del árbol donde tus aguas pasan.
Soy la oscura presencia que te habita un momento,
sólo un breve momento
porque luego
cuando cierras los ojos y yo caigo hasta el fondo
la sombra se diluye:
de lo hondo de tu cauce
también brota la luz.

***

Afuera está la tarde y no la vemos.
Corridas las cortinas,
en la suave penumbra de este cuarto
contamos las joyas y monedas del tesoro
y esa es la única luz que nos deslumbra.
Cómo nos vuelve avaros el amor.
Cómo ilumina nuestros ojos la codicia.
Cómo, después de estos momentos,
salimos a la calle
a caminar, cada uno por su lado,
en las mustias aceras de gente sin fortuna.

***

Es pan y leche y miel
tu blanca desnudez sobre mi lecho.
Y saciado de ti, santificado,
doy mis más bellas rosas a los cerdos,
con voz de lluvia fresca
predico en el desierto
y el cordero y el lobo
se hermanan en mi pecho.
Todo lo soy por ti:
el hombre es lo que come.


De: “La Noche es el mar que nos separa”


MATILDE CASAZOLA




Árbol



II

De tus ramas colgaban
las estrellas
árbol adolescente de otros años.

Después
me fui
no sé por qué caminos
y vos te quedaste
allá en el fondo de la huerta,
contando los silencios
las mañanas y las tardes huecas de mis pisadas.
Preguntando
a todos los vientos nuevos
de mi voz y mis cabellos.
Preguntando
una y otra vez
al viejo viento
de aquella extraña luz
que antes venía siempre
a jugar en tus ramas.

Ellos te decían:
“Está lejos…”
Y fuiste anocheciendo
haciéndote cariño silencioso de abuelo.

Esta noche
te hallé
nuevamente,
lleno de lucecitas.
Engalanaste tus ramas
para esperarme.

Y ya ves, no ha pasado el tiempo:
Aquí retornan mis pisadas.

Clavado en el fondo de la huerta,
mi amor adolescente
oh blanco
oh mío de todas las llegadas
de todos los regresos.

Lágrima suspendida entre dos tiempos,
árbol
albaricoque viejo.


MIGUEL GONZÁLEZ GERTH




Cenizas de los muertos

                                       Cuando el sol está yéndose hacia
                                       el sur en el otoño y hundiéndose
                                         cada vez más en el cielo ártico, los
                                       esquimales de Iglulik juegan con hilo
                                       formando una malla con objeto de
                                       atraparlo e impedir así su
                                       desaparición.
                                                     J. G. Frazer, La rama dorada



Cuando después de haber soltado el más hondo
lamento de la soledad reaparece uno,
semejante fantasma probablemente asumirá
el aura de un vidente. Pues lo que ve
no es aquello de que la gente habla.
Su relato es algo que las palabras mienten.

¿Qué fin tienen las cosas que decimos?

¿Son las palomas de la Piazza di San Marco
las mismas que las de Trafalgar Square?
En algún sitio yace la respuesta y su verdad
trasciende todo espacio con límites abiertos.
La medida del amor intenta restaurar
el cuerpo hace tanto tiempo desollado.
Hay que robar al tiempo muy piadosamente,
llámese reliquia o llámese como se quiera,
y celebrar dicho prodigio con ritos de primavera
retocado, mas por derecho de conquista, poseído:
lascivia del espíritu (“A ti, mar nuestro, unidos
en prueba de dominio verdadero y permanente”).
De nuevo diestra lucha ha de librarse en contra
de un enemigo peligroso aunque en derrota,
y con viril piedra recordarse la victoria

(“La patria cuenta con que cada hombre haga
su parte; gracias a Dios yo hice la mía”).

¿Qué fin tienen las cosas que decimos?
Las decimos como un cebo, un juego de sonoros hilos
para atrapar al sol que no puede atraparse.
No hay forma cierta de unirse con las olas
o de ganar la guerra: hablar no es realidad, es arte.
En algún sitio todo lo ya dicho se deshace
cual columbario que de pronto queda abierto,
de donde las palabras, palomas que anidaron mucho
                                                                      tiempo,
las santas urnas rompen y aleteando escapan


SERGIO BADILLA




Nochebuena en Taipalsaari



Aquí hemos llegado al final del recorrido
a este pequeño pueblo de Taipalsaari
a la puesta del sol bordeando los lagos
donde hay hileras de pescadores con sus cañas
perpetuando costumbres ancestrales
que nacieron con los dioses
del Kalevala.
A un costado del camino veo a unos aldeanos
roturando la tierra
con un tractor
y junto a las a las orillas de la albufera
un sin fin de cabañas humeantes de un rojo granate
con saunas que abrasan su leña
en un cielo navideño donde el sol apenas se atreve
a salir entre las nubes
atestadas de tormenta.
y los trols tropiezan en la nieve oscura
con los iluminati y sus agujas persistentes.
Los carámbanos muestras sus uñas afiladas
como garras del Heikki Lunta
el dios de la nieve.
A medianoche
caminamos en grupo a través del bosque congelado
a la iglesia del pueblo
para la misa de nochebuena
¡Qué lástima!
Antti ha perdido la cantimplora con aguardiente
y ya no podremos calentar el alma
ni tampoco las extremidades.
Un viajero inveterado debe estar al tanto
de estas maestrías
por si se extravía en nochebuena
para no tropezar con los trols o los iluminati
entre densos boscajes de pino y abedules
de Finlandia.