domingo, 10 de enero de 2021


 

RUTH TOLEDANO

 


 

Pero digo que hubo sitio…

 

 

Pero digo que hubo sitio
para los ojos
y para las manos.
Quiero decir que fue el lugar
del tacto
y la mirada.

 

EMILIO CARRERE

 

 

 

La Musa del arroyo

 

 

I

 

Cruzábamos tristemente
las calles llenas de luna,
y el hambre bailaba una
zarabanda en nuestra mente.

 

Al verla triste y dolida,
yo la besaba en la boca.
-¿Por qué aborreces la vida,
risa loca?

 

No llores, rosa carnal,
que yo robaré el tesoro
de la tiara papal
para tus cabellos de oro.-

 

Y un espíritu burlón
que entre las sombras había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…

 

 

II

 

De la fría fuente clara
en el sonoro cristal,
la luna brillaba igual
que una moneda de plata.

 

Temblaba su mano breve
de blanca y sedeña piel.
-¡Que bonita cae la nieve
y que cruel!-

-No tiembles yo haré un corpiño
para tus senos triunfales,
con la pompa del armiño
de los mantos imperiales.-

 

Y un espíritu burlón
que entre las frondas había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…

 

 

III

 

Noche de desolaciones
eterna, que llame en vano
con la temblorosa mano
en los cerrados mesones.

 

Lloraba un violín distante
con tanta melancolía
como nuestra vida errante.
-¡Reina mía!

 

Da tu dolor al olvido;
Yo te contare la historia
de una princesa ilusoria
de un reino que no ha existido.-

 

Y un espíritu burlón
y cruel que en la calle había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…

 

 

IV

 

¡Triste voluntad rendida
al dolor de la pobreza!
-¡Oh la infinita tristeza
de la amada mal vestida!-

 

Palabra de amor que esconde
la llaga que va sangrando,
y andar, siempre andar. ¿Adónde?
¿Y hasta cuándo?

 

-Ya apunta la claridad…
Ya verás como se muestra
propicia y mágica nuestra
madre, la Casualidad.-

 

Y en la encrucijada umbría
de la suerte impenetrable,
la Miseria, la implacable,
se reía, se reía.

 

EUGENIO PADORNO

 

 

 

Conversación interrumpida

(en el paseo a medianoche)




BAJAMOS en la noche ardorosa de agosto
Hasta donde la lámina del mar acaba
En apenas un leve chapoteo.

Y el crepitar de un pabilo de claros
Sonidos interiores
Era la sola luz
En nuestro caminar hacia lo oscuro.

El poderoso agosto se extinguía
Sin tener la respuesta
Que nos estaba reclamando,
Pues desconocíamos la pregunta
Con que nos angustiaba.

¿Qué cosas semejan las estrellas, dije,
Sino las esparcidas brasas del horno
En que aún nos cocemos? Si se abrieran ahora
Las puertas de la noche,
Nos quebraría el helor del silencio.

Entonces fue cuando agitó las sombras
Un pájaro más leve que una idea:
Le vimos, entre lo que retorna,
Picotear filamentos de algas,
Fugaces y minúsculos fulgores
Minerales, y recorrer huraño
El borde de la espuma
Como el cierre que engrana
En un todo lo que asciende y gravita,

Y luego dejarnos el asombro como un resto
Inservible,
                   sobrevolar
Las negras aguas bajas, adentrarse
Veloz hacia la hura.

 

DIANE ACKERMAN

 

 

 

Oración escolar

 



En el nombre del alba

y los párpados de la mañana

y la luna nómade

y la noche cuando parte.

 

Juro que no deshonraré

mi alma con odio,

sino que me ofreceré humildemente

como una guardiana de la naturaleza

una sanadora de la pena,

una mensajera del asombro,

una arquitecta de la paz.

 

En el nombre del sol y sus espejos

y del día que lo abraza

y de los velos de nube que lo cubren

y de la noche más lejana,

y del macho y de la hembra

y de las plantas rebosantes de semillas

y de las estaciones que coronan,

de la luciérnaga y la manzana.

 

Honraré a toda la vida

—donde sea y en cualquier forma

que se presente—en la Tierra, mi casa,

y en la mansión de las estrellas.

 

Versión de Fabiana Fondevila

VLADIMIR MAÏACOVSKI

 

 

 

Balada de la cárcel de Reading

 

                       "Recuerdo, estuve de pie,
                        tenía ese brillo, y esto,
                        entonces se llamaba el Neva."
                            (El Hombre" de Mayacovski)

 



Balada de baladas

No es muy novedoso el compás de las baladas,
pero sí duelen las palabras,
de lo que les duele,
las palabras hablan,
entonces rejuvenece el compás de las baladas.
Fue en el cruce de Lubiánski¹
y Vodopiany²,
El cuadro era éste.
Y este era el marco.
Ella está en la cama,
                                          está acostada.
Él sentado,
                       y sobre la mesa el teléfono.
"Él y Ella",
                     esta es mi balada.
No soy muy novedoso.
Lo terrible es,
                             que "él",
                                             soy yo,
y "ella",
               es mía.
¿Qué tiene que ver la cárcel?
                                                        Es Navidad.
Están de fiesta, están de jarana.
Pero la ventanita de mi cuarto,
tiene rejas.
Eso no importa,
                                 yo les digo,
                                                        es una cárcel.
Tengo una mesa,
                                   sobre la mesa una pajita.
Los cables,
transmiten un
número.
Toqué apenas el tubo del teléfono,
y se me cayó el tubo de las manos.
Es de origen fabril,
dos agujas brillantes,
iluminan el teléfono.
Desde el cuarto vecino,
                                                se oye la voz dormida:
-¿Quién es?
                        ¿De dónde llaman?
El timbre arde de tanto chillar,
está candente el aparato,
                                                    y grita:
-¡Está enferma!
                                ¡Está acostada!
¡Corre!
               ¡Rápido!
                                 ¡Es hora!



1.- Calle donde vivió el poeta.
2.- Idem.

MIHAÏ BENIUC

 

 

 

Un día




Un día nos llamaremos, sin oírnos,
uno de nosotros no responderá más,
un pájaro caerá, el ala muerta,
y mirará, el ojo temeroso,
hacia el bosque callado.
Vuelas para alcanzar el nido,
un ala sin fuerza lame la tierra,
y de la otra caen tibias gotas-coral.
Huyes para esconderte, más, ¿de quién?
Estás solo en la soledad,
y sin embargo, un corazón latía junto al tuyo.
¿Por qué no late ya?
¡Oh, si aún nos hubiésemos querido más,
entonces puede ser...!
Te sorprendes hablando solo,
el vacío te invita,
el silencio te escucha.
¿Quién ha cubierto el espejo con un velo negro?
En la mesa dudarás,
Tal vez mañana,
sin tomar la cuchara con la mano,
pero la silla quedará vacía,
oh, tú lo sabes.
Las rutas del otoño se volverán más largas,
sin ningún deseo de llegar hasta el fin,
sin ningún deseo de regresar a casa.

 

1966

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León