lunes, 21 de mayo de 2018


ANA ROSETTI





Por qué mi carne no te quiere verbo...



Por qué mi carne no te quiere verbo,
por qué no te conjuga, por qué no te reparte,
por qué desde las tapias no saltan buganvillas
con tus significados
y en miradas de azogue que no reverbera el sol
dando de ti noticia,
ni se destapan cajas con tu música
y su claro propósito,
y ningún diccionario ajeno te interpreta.
Por qué, por qué, Amor mío,
eres mapa ilegible,
flecha desorientada,
regalo ensimismado en su intacto envoltorio,
palabra indivisible que nace y muere en mí.


CECILIA BUSTAMANTE





Bodas de cristal



Es extraño
que te conmueva años después
imágenes en la tarde y las palomas
en la Plaza Cataluña. Palomas grises
en una técnica olvidada
es extraño
que sientas así, como si hubiera vivido
yo algo en esos años pasados. Nada más
un fantasma aprisionado por un truco
del disparador.
Es extraño
que me recuerdes.
Aprendí de mis hijos
para la compañía humana y difícil,
difícil, incoherente y más.
Parezco
estirar la mano hacia urbana avecita,
no puedo negar mi echarpe de gasa,
aquel abrigo de Oeschle. Es más bien
una tarde de Lima.

Crucé
los portales en la Plaza de Armas.
tenía la piel muy suave, vestidito discreto
para el mediocre clima de Lima. Una boquilla
de marfil que había comprado en el Barrio Chino.
Recuerdos
inofensivos. Los inviernos de Lima.
abrigo poco grueso para el clima de Pittsburgh,
para la nieve de Nueva Inglaterra.
Esas ciudades no son como Lima
ni soy yo
en esa foto que registra la huella
detrás del anteojo, otra en el antebrazo derecho
debajo de la tela gruesa de mi abrigo azul.
Mantenía distancia, la línea recta hacia mí.
Viví
Me dices en la calle Londres, también en Urgel,
Plaza Calvo Sotelo. No tuve nada que ver.
No me orientaba, cardinalmente hablando,
no entendía los nombres de ciudades a que fuiste.
Palabras
eran. Poesía. Las escuchaba con rencor.
Barcelona es
un dormitorio largo, pared cubierta por cortinas nylon,
ropas dobladas, sábanas inmensas, limpios pañales
en el agua fría del invierno. Reducidas presas
para fabricar algún menú.
Cansancio,
hemorragias, fiebre, amenaza antigua de la TBC.
Suturas en las manos, manchas que perturban
para siempre el color transparente del pasado.
recuerdo haber dejado el abrigo en la tienda de viejo.
Abandonarlo
para otra más pobre que yo. Alli estaban
unas bellotas presas en el frasco sellado,
quietas, cálidas, inmóviles. Les dediqué
un poema,
llené de palabras el misterioso espacio
que resguardaba el cristal.




YEHUDA HA-LEVI





27.



Tú eres mirto florido entre los árboles del Edén,
           Orión resplandeciente de los astros celestes.
Dios te ha enviado un pomo de mirra virgen,
            preparada por Él, y no por perfumistas,
una paloma que al anidar un día entre los mirtos,
            robole el mirto su aroma para exhalar fragancia.
No precisarás que salga el sol al estar con ella, ni
            necesita ella que asome la luna en tu compañía.


De: "Cantos de boda"

Version de Xabier Kintana


LUIS LÓPEZ ANGLADA





Celebra el poeta haber hablado por teléfono con su amada...



Al hilo de tu voz y asida al hilo
tengo el alma, mi amor, para escucharte.
Viento de muchos álamos comparte
tu voz conmigo y la sostiene en vilo.

Asiento para pájaros y asilo
de enamoradas nubes. Por hablarte
hoy, pasando lo azul de parte a parte,
se atraviesan los cielos con su filo.

Un fresco olor a tierra que se labra
y a manantial con luna se improvisa
para inundar tu voz cuando navegue

la quilla dulce y fiel de tu palabra.
Y un silencio de pájaros avisa
mi muerte, amor, cuando el silencio llegue.


JAIME TORRES BODET





Octubre



Ya empiezas a dorar, octubre mío,
con las cimas del huerto, ésas -distantes-
del pensamiento a cuyas frondas fío
la sombra de mis últimos instantes.

Corazón y jardín tuvieron, antes,
cada cual a su modo, su albedrío;
pero deseos y hojas tan brillantes
necesitaban, para arder, tu frío.

Aterido el vergel, desierta el alma,
más luz entre los troncos que despojas
a cada instante, envejeciendo, veo.

Y en el cielo ulterior, de nuevo en calma,
cuando terminen de caer las hojas
miraré, al fin, desnudo, mi deseo.


IBN ZAYDUN





Y los arriates con sus riachuelos de plata me sonríen



Y los arriates con sus riachuelos de plata me sonríen
como con collares desgarrados de tu cuello.
Cautivados por las flores solícitas,
tan colmas de rocío que inclinaban sus tallos.
como ojos que contemplan mi descanso
y lloran por mí lágrimas a raudales.