martes, 19 de mayo de 2015

ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ


 

Irás sobre la vida de las cosas...

 

Irás sobre la vida de las cosas
con noble lentitud; que todo lleve
a tu sensorio luz: blancor de nieve,
azul de linfas o rubor de rosas.

Que todo deje en ti como una huella
misteriosa grabada intensamente:
lo mismo el soliloquio de la fuente
que el flébil parpadeo de la estrella.

Que asciendas a las cumbres solitarias,
y allí, como arpa eólica, te azoten
los borrascosos vientos, y que broten
de tus cuerdas rugidos y plegarias.

Que esquives lo que ofusca y lo que asombra
al humano redil que abajo queda,
y que afines tu alma hasta que pueda
escuchar el silencio y ver la sombra.

Que te ames en ti mismo, de tal modo
compendiando tu ser, cielo y abismo,
que sin desviar los ojos de ti mismo
puedan tus ojos contemplarlo todo.

Y que llegues, por fin, a la escondida
playa con tu minúsculo universo,
y que logres oír tu propio verso
en que palpita el alma de la vida.

 

 

 

MANUEL PONCE




Misterios Gloriosos

 

LA RESURRECCIÓN

Vuelva la muerte a su fosa
después que en la sombra inerte,
luchando en lid silenciosa,
rompió capullos de muerte
invencible mariposa.


LA ASCENSIÓN

¿Por qué, domador de azares,
vuelves a tus patrios lares
y a la paz donde te subes,
siendo pescador de mares,
te haces pescador de nubes?


LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO

Amor, no te conocía,
ni tampoco te creía,
hasta que tu fuego, amén,
me ha consumido recién,
¡y quién sabe todavía!


LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

La rosa que tiene imán
en el más alto desvelo
gira entornada hacia el suelo
buscando, si se lo dan,
lo que le faltaba al cielo.


LA CORONACIÓN DE MARÍA

El mar, un difuso toro,
el aire, una cuerda fría,
la tierra un libro de oro,
y todo junto es un coro
para cantar a María.

 

JUAN BAÑUELOS


 

Mientras la tierra gira

 

Nada. Sino esta mancha corrosiva.
Día sin sol. Apenas la pequeña
salud del que sin paz sin sueño sueña
qué lenta el hambre enyesa la saliva.

Ni el amor me detiene. Es sensitiva
la roca que del monte se hace dueña
y sentada en su sombra fiel, se empeña
en rodar hacia abajo a la deriva.

Lluvia. Polvo. La soledad. La escarcha.
El tiempo, reducido a pedacitos,
mi sangre está llevándolo en su marcha.

Debajo de los pies la tierra gira
(qué silencio cruzado de aerolitos).

No es sordo el mar: sólo es un pez que mira.

 

 

CARMEN ALARDÍN




Miserere

 

    Miserere
a los que ayer amamos
con toda la violencia
que no reconoció que al día siguiente
se desangrara un sol nuestro también.
    Miserere
a los que no tuvimos un país
para brindarlo a los gorriones,
a los que no tuvimos mar para guardarlo
sobre los huecos de una caracola.
    Miserere
a los que sin saberlo todo lo tuvimos
pero lo evaporamos en canciones.

 

 

THELMA NAVA


  

La orfandad del sueño

para Efraín

 
                              La vita non e sogno. Vero l’uomo e
                                    il suo spirito geloso del silenzio.
                                 Dio del silenzio, apri la solitudine.
                                                                      Quasimodo

 


                                               I

Regreso de los sueños que se inclinan
cada noche a recoger violetas.
De tardes que se juran la lluvia a perpetuidad.
De palomas que se adelantan a los acontecimientos.
Regreso porque es preciso convencerse y mirar
que los atardeceres cambian siempre de sitio
y la lluvia no solamente se detiene en los labios.

Todos los días nos encontramos al pie de la sorpresa.
El viento dispersa sonrisas que surgen de la nada,
del lugar donde no crece ni una sola semilla
y la piedra no es más que piedra
colocada en la tierra.

Mi corazón te está buscando,
como la hormiga que recorre distancias
y se mete en la boca de la manzana.

Y la orfandad no cesa,
oh noche enemiga del alba de las doncellas
que no supieron tejer nunca
un velo nupcial.

De la góndola del sueño surges tú y agitas
la campana de plata
que no conoció la risa de un niño;
solidificas mi corazón y voy hacia tu encuentro
incendiada, como un salmo que vuela por los aires.

                                            II

Todos los días te sacrifico un cordero de oro
surgido de los pies de hambrienta muchedumbre,
nacido del silencio de todos los caminos,
para dar libertad al ángel
de los santos misterios –guardián
de los enamorados que llegan a sus plantas
con la verdad en los ojos–.
Y tropiezo de pronto con un escudo de cobre,
al frente de la puerta iluminada.

Un muro de salamandras me protege
y te me pierdes repentinamente.
Te alejas como un barco en la neblina
y es preciso pagar un rescate de jazmines
para poder besarte en la garganta.

                                              III

Una hebra de plata atraviesa el silencio de tus
    párpados.
De tus manos durmiendo en mi cintura fatigada.
Evoco la tempestad
como un goloso pájaro que devora relámpagos
con demoníaco pizo rechazador de serpientes
    emplumadas.

Surgen las estrellas a la vista de todos.
Y el mito es como un guante sin medida.
El colibrí en su celda, sacude su ala derecha.
Y nos pertenecemos
al amparo de un tulipán nocturno.

                                              IV

Un halcón de madera me señala
dónde se inicia el movimiento de la luz,
en la torre que resguarda el verano.
Porque una sirena ha muerto sobre el agua,
las lámparas del llanto están de pie
y dialogan con las monedas de sus manos rotas.

                                               V

En la túnica marina de cobre, todo sucumbe.
Empieza entonces la desbandada de tu sombra,
que rompe sus cinturones de raso y amaranto
y se desplaza por el viento,
como una botella enamorada.
Una cadena de luciérnagas asoma
de pronto a tus ojos que fulminan
la mariposa teñida de suspiros.

                                             VI

Ya nada puede volver a ser lo mismo.
Se ha violado la cuerda de la noche.
Los sollozos mortales de los peces estremecen el aire.
La ballena ha perdido su sortija
y todo en derredor es orfandad.

                                              VII

Alimentada en ti, permanezco custodiando
la niebla de tu cuerpo
para recuperarte al día siguiente,
a la orilla del sueño, catedral que nos conduce
al nacimiento de otra noche, otra noche.

 

 

AURORA REYES


 

Estudios en otoño

 
 

Piña,
coronada esmeralda.
¡Clara niña!

Manzana,
rosa-mujer-color.
Pulpa caliente de misterio y amor.

Tejocote de miel.
Amigo rural.
Pecas en la piel.

Fresas, coral camino.
Adolescentes labios del valle
tendidos al rocío.

Naranja,
risa de oro,
en cada poro un sol te danza.

Dulce tiniebla.
Negro zapote.
Labio de crema.

Lima,
verde mujer.
Los varones del viento tienen sed.

Durazno,
terciopelo dormido;
frente, caricia, olvido.

Tuna,
arquitectura de la soledad.
El desierto te dijo la verdad.

Guanábana:
rostro indígena,
carne mágica.

Membrillo, amor escolar.
Saliva dulce, sueño amarillo...
¡Para llorar!

Ciruela,
señorita que se licúa bajo la piel
cuando el aire la roza sin querer.

Higo, jardín interior.
Iris maduro
sin perfume, sin lágrima, sin flor.

Vestido colorado, ojitos negros:
la risueña pitaya.
Muchachita de pueblo.

Cereza:
noche redonda.
Honda mirada de tristeza.

Uva, tierno cristal.
Penumbra. En luz y en sombra
tus ojos dicen el mar.

Estrella granada.
Vientre de rubíes.
Tierra enamorada.

Coco, cerrado caracol.
Un viejo rostro ríe
al agua niña que mece tu interior.

Guayaba,
dama pálida.
Desesperado aroma de cantárida.

Plátano: adámico racimo, paraíso integral,
diversidad del fruto
del bien y del mal.

Pingüicas ¡alegría!
Niñas en recreo:
bailan, ríen, brincan.

Melón,
Fruto de luz, metal
en manos del sol.

Amigo de la infancia: tamarindo,
desde el árbol paterno
dicen adiós tus dedos amarillos.

¡Quince años! Pomarrosa,
fruta o flor.
No importa clima ni color.

Papaya,
hembra de las cavernas,
indefensa, sin brazos y sin piernas.

¡Capulines, capulines!
Entre el verde cuchillo de las hojas
brillan negras pupilas aborígenes.

Nuez,
laberinto de sed,
encerrado infinito que gira al revés.

Pera,
leal construcción:
negra rama, aéreo corazón.

Verde campo abierto.
Sangre a mediodía;
muere, resucita la sandía.

Mamey: tono profundo,
labio maduro,
carne del mundo.

Jícama: “chata de agua”;
un vientre de piñata —cacahuates y cañas—
te dio nombre y presencia de fruta mexicana.

Mango: grito azarcón al aire azul.
Corazón esencial.
Trópico varón.

Pitahaya: materia de la niebla.
Hidra, sueño. País de rosa y gris.
¡Acuarimántima! Poeta...