jueves, 14 de febrero de 2019


FLOR ALBA URIBE





Hastío



Llega el hastío,
presencia inapelable,
paciente jornalero del olvido,
y murmura al oído del amante:
es hora de partir
tu copa está vacía
Y el mirlo del deseo ya no canta.
Alza tu cuerpo,
¡libéralo!
Edifica
un nuevo sueño
en el vino de otra copa.
¡Ávida piel, desata tus amarras!
Y, obedientes,
atónitos, mutables,
el labio trémulo y la pisada en vilo,
los amantes olvidan sus promesas,
dejan el lecho
y se yerguen anhelantes,
como jóvenes caballos desbocados,
a la búsqueda de innúmero espejismo.


ARLETTE LUÉVANO





Acaba de morir
y una antigua soledad
domesticada
avanza hasta instalarse en su cuarto

La había visto antes
un gato detrás de los armarios
bajo la cama
trasladando su sombra
por los espejos no observados

Pero hoy
que ella acaba de morir
la soledad se presenta
con su fría sonrisa delante de mis ojos
la cabellera agitada en el aire breve
para me ofrece sus brazos
y el escalofrío



ANA ROSETTI






Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda...



Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
     seguras paredes de la espera.
Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo atendido
     oculta su puñalada de decepción.
Si recordaras que, una vez que la pasión estalla, el secreto
     deja de ser escudo y huída,
no me insistirías para que te mostrara, para que te ofreciera,
     para que te otorgue.
Sino que te resignarías a sobrevivir dentro de mí en el dúctil
     territorio de los sueños, donde todos los modos de ternura
     que puedas inventar son permitidos, toda tempestad música
     y ningún temor es irrevocable.
Si recordaras, Amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
     seguras paredes de mi corazón,
no me obligarías a levantarme en armas contra ti, a detenerte,
     a desmentirte, a amordazarte, a traicionarte...
antes de que te me arrebaten, dulce silencio mío,
mi único tesoro, insensato e irreductible sentimiento.


De: "Punto umbrío"



PABLO DE ROKHA


  


La forma épica del engaño



El mundo no lo entiendo, soy yo mismo
las montañas, el mar, la agricultura,
pues mi intuición procrea un magnetismo
entre el paisaje y la literatura.

Los anchos ríos hondos en mi abismo,
al arrastrar pedazos de locura,
van por adentro del metabolismo,
como el veneno por la mordedura.

Relincha un potro en mi vocabulario,
y antiguas norias dan un son agrario,
como un novillo, a la imagen tallada.

Un gran lagar nacional hierve adentro,
y cuando busco lo inmenso lo encuentro
en la voz popular de tu mirada.

 

JACINTO VERDAGUER


  


El lecho de espinas

                              In lectulo meo per noctes quoesivi quem
                              diligit anima mea: quoesivi illum, et non
                                                                inveni (Cant. III)



En mi lecho de fl0res
mi labio lo ama;
no lo ama, no,
tan sól0 lo sueña.
Si el Amor no llega,
yo me moriría.
Si el Amor no llega-
yo me moriré.

Lo buscan mis brazos,
mi gemido lo llama:
«¿Dónde estáis, Amador,
puñadito de mirra?
Decídmelo, por favor,
si queréis que venga.
No hay sueño en mis ojos,
cuando el brazo no os tiene,
cuando vos marcháis
lejos está la elegría.
Saldré a buscaros ,
cual cierva herida
que busca la fuente,
la fuente de agua viva.»
Tropieza a los soldados
que guardan la villa:
«¿No habréis visto
al Amor de mi vida?»
Me han quitado el manto,
el manto de viuda,
y con sus manos crueles
me han amortecido;
mas, ay, de sus golpes
apenas me dolía,
que me quita el dolor
más suave herida.
Un poco más allá
gemir oía.
Lo veo en la Cruz
donde, llamándome, expira,
clavados pies y manos,
la cabeza entre espinas.
Los gemidos que hace,
yo bien los entendía.
Si el Amor no llega
yo me moriría.
Si el Amor no llega,
yo me moriré.
Cuando lo veo morir,
mi corazón suspira;
me abrazo a la Cruz
cual a una cepa de viña.
«Jesús, ya no quiero
el lecho que me placía,
os lo hice de flores
y lo queréis de espinas;
si en el vuestro me queréis,
en él yo dormiría,
clavados pies y manos,
la cabeza entre espinas,
y una lanzada en el corazón
que me arrebate la vida.»


Versión de José Batlló


FRANCISCO VILLAESPESA





Rimas



La noche me envolvió como un perfume;
y en el silencio tus pisadas eran
un lento resbalar de terciopelos
sobre una frágil ilusión de seda.

Tembló tu corazón bajo mi mano
con timideces de paloma presa,
y aspiré en el aliento de tu boca
todo el perfume de la primavera.

Tus rizos me envolvieron. Y entre el vago
olor a musgo de tu cabellera,
suspirante absorbí como un veneno
el acre aroma de tu carne enferma.