miércoles, 19 de agosto de 2015

PAZ MOLINA


 

Arrostrar el sinsentido



Y ella observó que luminoso entraba por la ventana
para inagurar con terciopelo amarillo el escote de la reina
que aguardaba el momento de alumbrar el fruto único y precioso
contribución al caos de la especie, circundante que ofrenda
pies y manos desnudos a la gran cacería de gestos.
Y así los idiomas serán humanos, al precio de la sangre.
En un gran lavatorio derramará su frente la inocencia
del poeta castrado que ahuyenta la muerte.
Será perfecto cuando hable y diga la palabra
que lo transporte al mar de una impresión permanente
en el que los peces ahogados olviden toda existencia
y prolonguen el absurdo de su canto hasta los mejores
oídos.
Tendrá razón y sentimiento en un solo canasto.
Será rebelde y obsceno como un héroe de carne.
Todo los puntos del vacío convergerán en su mano derecha
cuando taña el laúd frenético de su verso desbocado,
tormento de los salones alfombrados y lámparas de lágrimas
se desmayarán las marinas y los bibelots porque él quiere batalla.
Instrumento de carnicero fecundo esgrimirá en un arrebato
que pretenderá la eternidad como consuelo.
Así pronunciará la atmosfera de su dominio
en un lenguaje legendario y temible.
Todos los astronautas aprendices gritarán juntos que ha llegado
el milagro, la hora de reemplazar el cosmos por una botella.
Este envase preciso en que agitados los virus de la violencia
contribuyan a la génesis del verbo
será ritual cósmico y acaso ingenua bravata
(entonces habría perdido todo carácter de ofrenda)
pero extensión de cuerpos y almas, en fin , para delicia
de la mente lúcida que arrostra el sinsentido
como desierto previo a la vegetación definitiva

 

AMADO NERVO




Viejo estribillo



¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...


¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

¿Di, quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter?
                                -Son las nubes que pasan;
                   mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo.
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh, Señor! ¡La belleza sólo es, pues, espejismo!
Nada más Tú eres cierto: sé Tú mi último Dueño.
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...

 

 

CHARLES BAUDELAIRE


 

De Spleen e Ideal

 

37. El gato


Ven, bello gato, a mi amoroso pecho;
     Retén las uñas de tu pata,
Y deja que me hunda en tus ojos hermosos
     Mezcla de ágata y metal.

Mientras mis dedos peinan suavemente
     Tu cabeza y tu lomo elástico,
Mientras mi mano de placer se embriaga
     Al palpar tu cuerpo eléctrico,

A mi señora creo ver. Su mirada
     Como la tuya, amable bestia,
Profunda y fría, hiere cual dardo,
    
Y, de los pies a la cabeza,
     Un sutil aire, un peligroso aroma,
Bogan en torno a su tostado cuerpo.


 

De: Las flores del mal
(Versiones de Antonio Martínez Sarrión)

 

 

PEDRO SALINAS


  

Que se apaguen las lumbres...



¡Que se apaguen las lumbres,
que se paren los labios,
que las voces no digan
ya más: «Te quiero» ¡Que
un gran silencio reine,
una quietud redonda,
y se evite el desastre
que unos labios buscándose
traerían a esta suma
de aciertos que es la tierra!
Que apenas la mirada,
lo que hay más inocente
en el cuerpo del hombre,
se quede conservándole
al amor su futuro,
en esa leve estrella
que los ojos albergan
y que por ser tan pura
no puede romper nada.

Tan débil está el mundo
-cendales o cristales-que
hay que moverse en él
como en las ilusiones,
donde un amor se puede
morir si hacemos ruido.
Sólo
una trémula espera,
un respirar secreto,
una fe sin señales,
van a poder salvar
hoy,
la gran fragilidad
de este mundo.

Y la nuestra.

 

JULIO FLÓREZ ROA


  

En el salón



En tu melena, de la noche habita,
Temblaba una opulenta margarita
Como un astro fragante entre la sombra;
De pronto, con tristeza,
Doblaste la cabeza
Y rodó la la alta flor sobre la alfombra.
Sin verla, diste un paso
Y la flor destrozaste blandamente
Con tu escarpín de refulgente raso.
Yo, que aquello miraba, de repente
Con angustia infinita,
Al ver que la tortura deliciosa
Se alargaba de aquella flor hermosa,
Con voz que estrangulaba mi garganta
Dije a la flor ya exánime y marchita:
¡Quién fuera tú... dichosa margarita,
Para morir así... bajo su planta!

 

 

RAÚL GÓMEZ JATTIN


 




Los poetas, amor mío, son
Unos hombres horribles, unos
Monstruos de soledad, evítalos
Siempre, comenzando por mí.
Los poetas, amor mío, son
Para leerlos. Mas no hagas caso
A lo que hagan en sus vidas.