miércoles, 26 de febrero de 2025


 

TOMAS TRANSTRÖMER

 


 

Un soplo duro
atraviesa la casa:
son los demonios.

 

Versión de Roberto Mascaró

 

ANNE CARSON

  

 

Ella

 

 

Vive sola en un brezal al norte.
Ella vive sola.
La primavera se abre como una cuchilla allí.

Yo viajo en trenes todo el día y llevo muchos libros –
unos para mi madre, algunos para mí
que incluyen Las obras completas de Emily Brontë.
Es mi autora favorita.

También mi principal temor, al que trato de enfrentarme.
Cada vez que visito a mi madre
siento que me convierto en Emily Brontë,
mi vida solitaria a mi alrededor como un páramo,
mi torpe cuerpo recortándose sobre los barrizales con una apariencia de transformación
que muere cuando atravieso la puerta de la cocina.

¿Qué cuerpo es ese, Emily, que nosotras necesitamos?

 

 

RICARDO CARBALLO

 

 

 

Maniquí negra



Un sol nocturno bruñó con su óleo tus largas piernas.
Donde el hueso se junta a la piel, brilla con blancura de acero.
Tu risa de granizo repica en el pandero de la luna,
que exhala la música tejida por la dulzura de tus pies.
Cisne sombrío que resbala por las teclas de un lago dormido.
Hogueras de tinieblas, mujer de humo y sueño, que brotas
con el misterio enrollado a tu regazo, boa de ondulantes anillos;
con el amor ceñido a tus caderas, velo de tibio rugir;
con el paraíso echado sobre tus ropas, estola de florido fuego.
Tu madre aúlla en la selva -nidos de muertos en los árboles-
mientras caen las granadas alrededor de su choza.
Tu hermana grita en el asfalto -las pancartas caídas, los perros-
mientras los gases lacrimógenos hinchan sus párpados.
Tu prima de la Manigua agita los pechos locos
mientras canta la rumba de ronca voz.
tu cuñada de la sabana estremece la grupa
picada por el tábano del tam-tam.
Todas son estruendo y relámpago, cohetes de amor y dolor.
Pero tú sólo resbalas en silencio, das vuelta y te mueves
con líquido avanzar,
lujosísimo tulipán para la fiesta del dorado jardín.

 

 

JESÚS HILARIO TUNDIDOR

 

 

 

Epístola a Rafael Alberti

 

 

Desde una tierra donde
España yace como
en siglos arropada injustamente y dormida.
Bajo mi juventud
de potro y hombre
triste, Alberti, amigo, compañero en la orilla
de la esperanza, oh, bajo
mi corazón te nombro
este silencio y esta durísima ceniza
de la patria:
¿Quién puso
la palabra comercio, o sangre, o muerte, unida
a la niñez? ¿ Quién hizo
el miedo por las calles,
quién despojo la limpia
ternura de los niños? Porque recuerdo ahora
de qué color la vida
se ponía en la tarde,
cómo calzaba a nuestros sueños, cómo
los crecimientos iban
sin luz. Era terrible.
De repente y sin más, igual que un agua fría
nos cayó la tristeza,
para siempre, varones
acosados sin lágrimas, perdida
la fe, perdida
nuestra generación de larga espera.

Acuso hoy como un hombre que tiene
el pecho en alto y un viento verde atiza
sus espaldas. ¿Qué rasa
atardecida
nos abrirá los puentes del silencio, querrá darnos
la voz, la juventud, el aire
claro y la alegría
humilde? Alberti, Alberti,
si vieras las espigas
de la patria, su cielo
azul, el alcotán, el alma
mísera de Castilla, aún tan hermosa,
pero tan apagada y tan vencida…

Tomando la amistad por tu hombro izquierdo
si estuvieses aquí, te llevaría
una mañana al campo
para que vieras las palomas blancas
y grises y zuritas.
Y te hablaría como a un viejo padre
de las cosas sencillas,
a ver si con hablarte y con oírte
lleno de amor, de sueño y metal puro
en el alfar de España amanecía.

 

 

JAROSLAV SEIFERT

 

 

 

El grito de los fantasmas



En vano nos agarramos a las telarañas flotantes
y al alambre de púas.
En vano apoyamos el talón en la tierra
para no dejarnos arrastrar con tanto ímpetu
hacia las tinieblas, que son más negras
que la más negra noche
y carece ya de corona de estrellas.

Y cada día encontramos a alguien
que involuntariamente nos pregunta
sin abrir siquiera la boca:
¿Cuándo? ¿cómo? ¿y qué viene después?

Bailan y danzan aún un poco más
y respiran el aire perfumado,
¡aunque sea con el dogal al cuello!

 

Versión de Clara Janés

 

 

MARIO VEGA

 


 

Los herederos

 

 

Los hijos de la noche,
herederos del día por venir,
ahora somos ángeles caídos.

Suenan en nuestros cráneos los cañones
del nuevo amanecer
y avanzamos calados por la lluvia
de regreso al hogar.
Nosotros no perdimos el Edén,
ni vimos el abismo.

Con la cabeza gacha
el padre nos espera en el salón
de alfombra y chimenea,
el desayuno hecho, y aún peor:
la comprensión y en la mirada celos
de tanta rebeldía adolescente.

 

 

De: “La mala conciencia”