"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 8 de abril de 2020
SANTIAGO KOVADLOFF
Visitas
Nuestros muertos vuelven de repente.
Su retorno inesperado nos llena de culpa.
¿Por qué nos olvidaron? —parecen preguntar
mientras sus ojos imploran la piedad del recuerdo.
Nos acosan los muertos vueltos de repente.
Sostenemos sin aliento su mirada
pidiendo en secreto
que alguien abra la puerta,
traiga un café,
sepulte otra vez a los muertos.
Nuestros muertos vuelven de repente.
Su retorno inesperado nos llena de culpa.
¿Por qué nos olvidaron? —parecen preguntar
mientras sus ojos imploran la piedad del recuerdo.
Nos acosan los muertos vueltos de repente.
Sostenemos sin aliento su mirada
pidiendo en secreto
que alguien abra la puerta,
traiga un café,
sepulte otra vez a los muertos.
De: “Ciertos hechos”
KENNETH PATCHEN
El amor visto como una búsqueda de lo
perdido
Tú,
la mujer; yo, el hombre; éste, el mundo:
Y
cada uno la obra de los demás.
He
allí el paso silencioso en la nieve; el forastero;
El
pájaro lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús
Sobre
los peregrinos de la villa; y he allí
Bellos
brazos a nuestro alrededor y alrededor de todo
lo
que sabemos.
Ve
cómo las estrellas deambulan por el cielo en sus
varitas
De
antigua luz: con qué simplicidad ese azul
Conduce
a la eternidad a la cueva de Dios, allí donde el
César
Y
Sócrates, como pinturas primitivas en los muros
Miran,
con ojos estupefactos, este mundo donde tú y yo
vivimos.
Tú,
lo que se busca; yo, el buscador; ésta, la búsqueda:
Y
cada uno la misión, de los demás.
Pues
la inmensidad no es sino el caballo de tiro que saca
A
la carreta del atolladero; y vamos hacia la razón.
Pero
el genio es una inmensa pequeñez, unas gotas
Del
corazón que amparan lo mismo a la liebre que al
cazador.
¡Cuán
suavemente, amor, como en el sueño de una rosa,
El
viento se desliza sobre la tensa pradera de la noche!
Ve
cómo los grandes ojos de madera de los bosques
Observan
la arquitectura de nuestra inocencia.
Tú,
la ciudad; yo, el forastero; éste, el camino:
Y
cada uno la obra de los demás.
Y
no es que el hombre tenga que esforzarse más, ni cesar la
compasión;
sino que
Ha
de vivir más libremente; que en todas sus ciudades ondee
limpia
una bandera…
Hemos
estado demasiado tiempo solos, amor, y se ha hecho
terriblemente
tarde
Para
los pies traspasados en el agua, y no debemos morir en
este
instante.
¿Te
has preguntado por qué todas las ventanas del cielo
estaban
rotas?
¿Has
visto acaso a los desposeídos en la tumba abierta de la
mano
de Dios?
¿O
es que quieres poner de acuerdo a la alondra con la
música
fatua de la guerra?
He
allí el paso silencioso en la nieve; el forastero;
El
reyezuelo lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús
Sobre
los peregrinos de la villa; y he allí
Muchos
brazos desesperados a nuestro alrededor y
alrededor
de todo lo que sabemos.
SEVERO SARDUY
NOÉ JITRIK
Puedo
no contarte el sueño
que tuve contigo:
aparecías
como nacida
desnuda
pero no te dabas a mí
no me esquivabas
salías de la concha
tan sólo
y tu concha
estaba sin entrada
me dijiste
las cartas que no se mandan
no llegan
las llamadas que no se hacen
no suenan
de lo demás no quiero
hablar
quiero que pienses
en tus palabras
tal vez les encuentres
interpretación.
que tuve contigo:
aparecías
como nacida
desnuda
pero no te dabas a mí
no me esquivabas
salías de la concha
tan sólo
y tu concha
estaba sin entrada
me dijiste
las cartas que no se mandan
no llegan
las llamadas que no se hacen
no suenan
de lo demás no quiero
hablar
quiero que pienses
en tus palabras
tal vez les encuentres
interpretación.
De: “Las cartas que no se
mandan”
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