jueves, 2 de noviembre de 2017


ROGER CAMPOS MUNGUÍA




Aire de vértebras oscuras



Soportamos el aire para no morir
para vivir en lágrimas de vértebras oscuras
dentro de nuestra propia soledad en llamas
sin raíces que crezcan bajo la sangre del agua
bebemos raíces de hueso diluido por las nubes
somos vértebras en la luminosidad encendida del día.


LUNA MIGUEL




Cicatrices



Mi abuelo tiene una cicatriz en el estómago.
Mi abuela tiene una cicatriz en el pecho.
Mi madre tiene una cicatriz en la garganta.
Mi padre tiene una cicatriz en la rodilla.
Mi amante tiene una cicatriz en el costado.
Mi vida no tiene cicatrices. Solo manchas,
aceite, tiempo quemado:
un rasguño. 


VIOLETA NICOLÁS




Ese chicle



Me siento como un chicle rígido y frío
Consuela la humedad y sabor anterior
Ahora una boca sin beso ni comida ni agua,
Una adolescente escribe esto desde el pasado,
Carcasa violentada por la inclemencia atmosférica
Un bloque de algo solitario y denso,
Materia por sí y en sí misma.


De: “Digestión idílica”


EDGAR VALENCIA




El llanto del tigre 



No sé cuanto tiempo llevo
tu imagen adherida a mi silencio
y mis manos que se tienden a la sombra
crujen con la noche como apagado grito.
Pues tu cuerpo, en su humedad portuaria
en su noche precisa del verano
me es ajeno, y no hay nada más triste
que el fuego apagado porque sí
aunque siempre me aleje entre temblores
y sienta la sangre como el agua
que ya se agota entre el vapor del té que ahora preparo.
Y es grato verte, en días obsequiados por azares
que no merezco y necesito, para despertar
entre la calle y tu cuerpo que camina
en un misterio de sorpresa y llanto.
Pero algún día la noche será notable por tu risa
y tu pecho dispuesto a las ventanas
cuando te mire en todos los cristales;
no sólo el fortuito abrazo del amigo
que agazapa el deseo como un tigre domado
(aunque adentro la voz es tan intensa…)
pero alguna vez la noche será el día
en que vengas a mi cuarto y me llenes
los labios de un licor tibio. Ya veo tu cuerpo:
un oro fulgiendo entre el eclipse
de los brazos y el rubor breve
que acompaña a los delirios.


BERTA GARCÍA FAET




Emma
Para Emma



I.

Emma,           por ti traduje un libro feo
de castellano a inglés          quedó
ridículo
ceñí caligrafía           pasional e informativa
en las páginas medrosas         de la fricativa SHE
bebí un brebaje celta      dispuse versos ralos
te espié desde lejos                                     pero fue inútil:
ni te besé el perfil             ni agité tu colcha            tú
te fuiste        yo lloré                             nadie me vio           lo
típico


II.

Emma,        temí tu estatura
de cerilla    o ave
                                huí
del muslo blanco        quemé
un roble joven
me asustó el libre albedrío de las frutas prohibidas
por el Estado
deserté del surco entreabierto por la boca del amor
postgénero
confieso mi desliz:      no soy valiente
apolilla mi corazón     un ratón agrio
sigo el ritmo                 de la formación de montañas
tengo el sexo                del nenúfar gigante del amazonas
soy
torpe
                       bien, ahora lo sabes:               sigo el ritmo
del pecado capital
de la melancolía                                             escribo
poemas           con 3 años de retraso              esto mejor
por favor           no
lo leas


III.

Emma,        por ti canturreé afónica    cerca del muelle
y tú contradecías
mis juicios           sintéticos         a priori          (pobrecitos)
invocando el desencanto final de bertrand russell
(decir ELLA fue como extender un líquido         rojo como la
sangre de orca asesina
pero no era sangre                 era vino feliz           era una rosa
irregular
sin gramática)
un día
para convencerme
recitaste una canción de Shiny Love:    Platt Fiction
ahora te imagino       en un escenario
con tu pelo rubio       y tu voz rubia          qué amor
                                                                                  desafinado
con qué agilidad
                              me escapé
                                                  de ti                me callé todo
deserté     sí      así
de fácil


IV.

Emma: Nantes             engarzaba colinas en raíles
de tranvía
y un río
              imitaba a la espina dorsal de una mujer de California
El arte no es mímesis         Si este poema fuera mímesis
tendría que retratarnos a ti y a mi                  aquella noche
en la parábola
del ventanal, todos
en huelga
la nuca al aire y
un lazo azul (dádiva y feudo),
proclamando que el oxímoron es parte de tu sex
appeal
ahora te imagino       en un escenario
con tu pelo rubio       y tu voz rubia     por ejemplo me arrepiento
de correr
ahora te imagino      por ejemplo me arrepiento de no apretar
tu mano
en un escenario        por ejemplo      sácame en una canción
si
te atreves



NATALIA MONTOYA CARDONA




A:
Gussy



Impulsas tu lengua blanda y metálica
rompiendo la cerradura de mi boca.
Tu lengua, la llave.
Mi boca, la puerta.
Nazco en el ápice de tu órgano
que me transita los labios
queriendo encontrar el camino.

Los succionas  dentro de ti;
te abrazas a ellos para estudiar meticulosamente cada borde,
los halas, los muerdes, los chupas, los mojas.
Y para entonces sabes que me he rendido,
ya soy una casa que necesita ser habitada.
Y tú, el huésped suicida
que busca siempre morir en mí.

Tu lengua baja como una cascada
que se rompe entre dos rocas,
las envuelves en tus manos,
para que no se ablanden,
la empuñas, las dibujas, las hundes,
eres el sediento que se sacia en mi seno.

Sigues cayendo cuesta abajo.
Exploras mi abdomen blando y montañoso
con tus dientes afilados de deseos
lo arañas, lo acaricias, lo escarbas.
Yo te digo
¡Ven! Entra y habítame.
Siente mi carne blanda,
lléname el vacío.
Y tú te ciñes a mis piernas
y te internas en tu hogar.
Colmas mi útero de sublimidad.
Entras y sales  para morir de a poco,
te meces  para que la casa sea derribada.

Eres el navegante, el huésped moribundo.
Me anclo a tu nuca para morir contigo.
Y ambos sin palabras
cantamos la sonata de invierno,
y morimos entre cuatro brazos.