lunes, 2 de enero de 2023

 


COROMOTO RENAUD


 


Digo orfandad y me nombro
padre
madre
hermana
casa
río

digo cementerio
soledad
cenizas
hondura
vacío

digo calle
espaldas
gente sin rostro
multitud

digo puente
aparece el abismo

digo poema
enmudezco

 
 

JESÚS MONTOYA

 

 

Clínica del poeta menor

 

 

El poeta menor tiene la culpa.
Se echa en la orilla del agua
que por el pico arrastra,
hasta somnolencia le da
rumiarse siniestro o torpe
ejecutor en segunda lengua.

Un armario podría dejarnos
con las obras incompletas
de la poesía menor que lee:
comienza por el cono sur
y desciende a rozar las rocas
con los dedos del pie.

Camina como revoloteo
de gavilán y gestea aquí,
por ejemplo, el calque
de la escuela que mutila.
Estatua folclórica
o caricato movimiento

arriba a las sinapsis
que calibran sus ensayos
cuando lo observamos
―yo también lo espío―
tomar sus pastillas:
50 miligramos de viajes

por el mundo orwelliano
para que se afinque cual caballo.
Pero este poeta menor que soy
zanca en hora álgida y planea,
sagitariano, cómo arrearse
a contracorriente.

Está pariendo un don:
dona sus ropajes a otras fosas
en la vecindad del huerto;
empírico se acorta
y, bajándose del palco,
nos deja de trinar.

 

GUSTAVO VALLE

 


Protesta en idioma inaudito

 

 

Salpica al tronar
Siendo mudo

Finge de todo fingimiento

Escapa descalzo
Como un ánima atraviesa
Las paredes

Desde los bosques
Su áspero silbido nos guía
 
 

JESÚS ALBERTO LEÓN

  

Luz de siempre

 

 

Ha tenido la luz tantas cosas delante
y las recoge con voracidad,
convertidas en polvo deslumbrante,
en fiero resplandor de eternidad.

Quizás le duele no tener edad
sino sólo presencia inacabable,
que ha paseado febril, insoslayable,
por las calles de todo el universo.

Con volátiles manos, sin esfuerzo,
reparte brillos que al temor amansan,
y no se cansan nunca, no se cansan
sus transparentes piernas incesantes.

Ilumina lo vano y lo importante
sin perderse de nada, con un garbo
que envidia siempre al tramitar su encargo,
el responsable eterno del instante.

 

para Jesús Soto

 


De: “Habitar el instante”

 

VERÓNICA ARANDA

 

 

Té negro ahumado

 

 

En un periplo nómada,
vi en una choza cómo la mujer
mecía su muñón.
Con la otra mano preparaba
té negro ahumado. Quise preservar
la luz añil de los caravansares,
el espliego en baúles,
la palabra Saigón,
pronunciada con algo de nostalgia,
al bajar del navío.

En el cuaderno de bitácora
hay espacios en blanco.
Al recordar diálogos antiguos,
interferencias de la carne al verbo.

 
 

PEDRO LASTRA

 



El sueño de los días

 

 

I

Misterio tras misterio nos rodean,
así el viento y la nube,
el subir silencioso de la savia
por las ramas del árbol,
el oficio secreto de los cuerpos vivientes
o el cantar dialogante de los pájaros,
y sus apariciones
y desapariciones.

 

 

II

Y esto pudimos aprender de una vez:
la memoria
ni odia ni ama.
En su ir y venir todo lo ve,
los placeres fugaces
y los días crueles,
las tierras arrasadas.

 

 

III

Nadie quiera soñar con la muerte,
porque en ella no habrá ni una imagen
del sueño de los días.

  

De: “Cuaderno de la doble vida”