sábado, 29 de septiembre de 2018

 

EVARISTO CARRIEGO





Aquella vez que vino tu recuerdo



La mesa estaba alegre como nunca.
Bebíamos el té: mamá reía
recordando, entre otros,
no sé qué antiguo chisme de familia;
una de nuestras primas comentaba
-recordando con gracia los modales,
de un testigo irritado- el incidente
que presenció en la calle;
los niños se empeñaban, chacoteando,
en continuar el juego interrumpido,
y los demás hablábamos de todas
las cosas de que se habla con cariño.

Estábamos así, contentos, cuando
alguno te nombró, y el doloroso
silencio que de pronto ahogó las risas,
con pesadez de plomo,
persistió largo rato. Lo recuerdo
como si fuera ahora: nos quedamos
mudos, fríos. Pasaban los minutos,
pasaban y seguíamos callados.

Nadie decía nada, pero todos
pensábamos lo mismo. Como siempre
que la conmueve una emoción penosa,
mamá disimulaba ingenuamente
queriendo aparecer tranquila. ¡Pobre!

¡Bien que la conocemos!... Las muchachas
fingían ocuparse del vestido
que una de ellas llevaba:
los niños, asombrados de un silencio
tan extraño, salían de la pieza.
Y los demás seguíamos callados
sin mirarnos siquiera.


CARLOS CASTRO SAAVEDRA





Vestida como el campo



De verde te amo más, con el vestido
que se parece al campo cuando llueve,
y el campo se emociona y multiplica
su verdura por nueve.
 
Ataviada de selva, de árbol joven,
por mi casa mensual cantas, caminas,
y despreocupas las habitaciones
con tu aroma de encinas.
 
Pienso que te sembré, que soy labriego,
que tu seno es el fruto de mi arado,
y que te salen hojas de la vida,
y ramas del costado.
 
Te quiero más así, toda de verde
olorosa a madera, esperanzada,
como recién salida de la tierra
con la cara mojada.
 
Déjame recostar sobre tu falda,
soñar que me he perdido en tu follaje,
y que un hijo me busca como loco
debajo de tu traje.


PEDRO CASARIEGO





Amiga del camino

                                                                              c. 1984


Amiga del camino
endiablada lealtad de amapolas
y yo granizo
encima de esa procesión de sangres
granizo una siembra elemental de piedras vivas
que todo lo aniquila.


ALAIN BOSQUET





Ave



No eres más que la coma
de una frase en el cielo.
¿No es en verdad ridículo
este mundo fingido:
la palmera con alas,
el desierto elocuente,
la cascada que bala,
el tigre hecho volcán?
¡La riqueza es penuria!
Las lunas regordetas
siempre están mal nutridas.
Tú vuelves a mis versos
donde naciste, coma
hecha águila demente
que da vueltas y vueltas
y cae sobre mi cuello.


De: "Segundo testamento"

Versión de Enrique Moreno Castillo


MARIO BOJÓRQUEZ





Adenda



Yo soy aquél
Que en otro tiempo
Estuvo aquí
Para dejar constancia
De su paso en el mundo
Pero el frescor antiguo
La sombra de estos árboles
Y la tenebra húmeda
Que salpica de oscuro
El templado adoquín
No saben ya mi nombre
Ni mi rostro

Cómo si aquél que fui
Se desdoblara y no
No fuera yo si no otro
El que surcó estos aires
Con su proa de vidrio
El que surcó y zarpó
Para enfrentar sin ojos
-ojos desdibujados-
Una tenue memoria

Yo soy aquél
Que nuevo encuentra todo
Que sabe
Que cuanto ha dicho en libros
Y ciudades
Vano reflejo es
De lo que permanece
Más allá de los días

Y aquél también
Que no supo de sí
Que se perdió en abismos
En disputas inútiles
Que pulieron su corazón
Y afilaron su lengua
¡Pero qué pobre canto
Para tanto artificio
De este fuego!

¡Qué lejos quedan
Del acento mis manos
Frías para tus muslos tibios!

Yo soy el mismo y digo
Que no puede nombrarse
Tanta esquirla en el borde
Serrín de limadura
En piel desencantada
Y digo
Alta la voz
De afilados torreones
Que no puede decirse
Ni una parte pequeña
Un murmullo inaudible
De esa fatal mecánica
Que todo lo conmueve
Y ahonda el pecho
Con opresión de losa
En blandos catafalcos

Y sigo siendo yo
Éste aquél
Desmadejado ovillo
En el fondo de tabla
Sobre el papel de cera
El que montó su catre
De jarcias inflexibles
El que tosió y aulló
En su carne y sus huesos

Él mismo hueso ya
Mondo e incorruptible.

  
De: “El deseo postergado”



SULLY PRUDHOME





Cadenas



Queriendo amarlo todo creció mi desventura,
y así de mi martirio multipliqué las fuentes.
De mi ser parten lazos frágiles y dolientes
hacia todas las cosas, para toda criatura.

Mi corazón atraen con igual atractivo
la Verdad con sus faros, lo Ignoto con sus velos;
por un rayo de oro van al sol mis anhelos;
voy, en la blonda red de una estrella, cautivo.

La cadencia es cadena que mi alma esclaviza;
encadenan mi mano los pétalos que toca;
a mis ojos, cadena les pone una sonrisa,
cadena es en mis labios el roce de una boca.

De tan caducos lazos mi existencia va uncida;
ser cautivo de todo lo que adoro es mi suerte;
a su menor quebranto suspensa está mi vida
cual si diera llamadas en mi pecho la Muerte.


Versión de Carlos López Narváez