"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 29 de julio de 2021
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Los
ladrones
Ven
a verlos por la mañana
con
la gorra hasta las orejas.
Han
desvalijado a las viejas
del
Asilo de las Hermanas.
Dilapidarán
sus dineros
con
mujeres y malandrinos
en
pocilgas y merenderos,
en
milongas y clandestinos.
Oirán
un tango de Pracánico
y en
lo del Pena ole con ole
mientras
sueñan con Rocambole
las
muchachas en el Botánico.
Del
Parque Goal el payador
humedecerá
sus mejillas
cantando
sombrías coplillas
de
sangre, de muerte y de amor.
A la
noche con la mamúa
irán
de pura recalada
a
besar la crencha engrasada
que
cantó Carlos de la Púa.
Y
son humanos, inhumanos,
fatalistas,
sentimentales,
inocentes
como animales
y
canallas como cristianos.
Ninguna
angustia los desgarra.
Cada
cual vive como quiere.
Cuando
la madre se les muere
le
ponen luto a la guitarra.
Los ladrones
Los
ladrones usan gorra gris, bufanda oscura y camiseta a rayas.
Algunos
llevan una linterna sorda en el bolsillo. Por otra parte, se enamoran
de
robustas muchachas, coleccionan tarjetas postales y a veces
lucen
un tatuaje en el brazo izquierdo, una flor, un barco y un nombre:
Rosita.
Todos los ladrones están enamorados de Rosita y yo también. Los
ladrones
saben silbar, bajarse de los coches en movimiento y bailar el
vals.
Aman sobre todo a la madre anciana y cuando ésta se les muere
cantan
un tango, lloran desconsoladamente y de los objetos dejados por
la
muerta, a repartirse entre los hermanos, eligen una virgen de plata y
el
canario.
JOSEFINA DE LA TORRE
La
tarde...
La
tarde tiene sueño
y se
acuesta en las copas de los árboles.
Se
le apagan los ojos
de
mirar a la calle
donde
el día ha colgado sus horas
incansable.
La
tarde tiene sueño
y se
duerme mecida por los árboles.
El viento
se la lleva
oscilando
su sueño en el aire.
MIGUEL TEURBE TOLÓN
Soneto
Templo
fue de cristal, rico y brillante,
aquel
de nuestro amor hijo del cielo:
tejido
de ilusiones era el velo
que
en frente de su altar lució flotante;
La
lámpara ardió allí de fe constante
en
noches mil de mágico desvelo,
y
bajaban los ángeles al suelo
a
cantarnos los himnos cada instante.
Un
suspiro que casi era un sollozo,
un
dulcísimo ¡ay! que ni se oía,
a
Dios llevaban nuestro inmenso gozo...
¡Y apagaste
la lámpara que ardía,
y
ruinas fueron en la noche oscura
el
templo de cristal y la ventura!
ITZA TORRES
Mi
escuela ideal.
escucha al alumno.
Mi
escuela ideal.
No
es aquella que tenga,
pocas
materias. Es aquel profesor
que
me ayude a entenderlas.
No
es aquella que tiene la mejor
tecnología.
Es aquella que
me
ayude aprovecharla
AGUSTÍN AGUILAR TAGLE
Miedo
en tus ojos
Cuidado
con los que te dan a elegir entre varias muertes.
Es
tanta su sed de sangre, tanta
su
hambre de Nada,
que
por verte agonizar juegan
con
la suerte
y
son capaces
de
convertirte en dios y crucificarte,
de
vestirse de luces, soñar que son Teseo y nombrarte ser de lidia.
Son
capaces de volverte bendita mujer amada.
Son
capaces de todo,
con
tal de mirar el miedo en tus ojos.
Buscan
los buitres lo inerte:
su
alimento es lo que ya no es
(lo
que ya no es los refleja,
lo
que ya no es los llena de sí mismos, de nada;
y en
esa nada roja y tumefacta instauran su estética,
la
estética de la muerte).
Son capaces
de todo,
con
tal de mirar el miedo en tus ojos.
Cuidado
con los que te dan a elegir entre distintas condenas:
miran
gozosos cómo se rinde ante ellos la vida
y
triunfa con ellos la Muerte,
la
única Muerte.
Son
capaces de todo,
con
tal de mirar el miedo en tus ojos.
ELVIO ROMERO
En
los días venideros
En
los días venideros
Cada
cual tendrá su sitio;
Aquellos
que derramaron
Su
vida por conseguirlos,
Y su
juventud volcaron
Sobre
los anchos caminos.
Esos
llevan en la frente
Duro
metal encendido,
Simientes
de sembradura,
Relentes
de sol invicto.
En
los días venideros
Cada
cual tendrá su sitio.
Los
que fueron vivas ascuas
Con
cuerpo y pecho encendidos,
Y
los que siempre anduvieron
Bajo
el temor escondidos,
Y
son como quienes viven
Con
el corazón vencido.
Árbol
que no tenga frutos
Será
como un leño herido,
Astilla
para el brasero,
Viejo
mojón del camino.
El
hombre tendrá en los labios
El
resplandor de sus gritos,
Y si
no ardieron sus manos
Con
fuego de monte ardido,
Su
sangre será una sombra
Sin
esplendores ni brillos.
Los
que se han puesto de lado,
Eludiendo
su camino,
Irán
como pobres sombras
Sin
saber ni lo que han sido,
Sin
tener en la vejez
El
respeto de los hijos.
En
los días venideros
Cada
cual tendrá su sitio;
El digno
tendrá una muerte
En
campo abierto y tranquilo;
Los
ojos, tristes mortajas
Que
huelan a triste olvido.
Y en
un murmullo solar
Se
encenderán los caminos.