jueves, 29 de julio de 2021

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

 


 

Los ladrones

 

 

Ven a verlos por la mañana

con la gorra hasta las orejas.

Han desvalijado a las viejas

del Asilo de las Hermanas.

 

Dilapidarán sus dineros

con mujeres y malandrinos

en pocilgas y merenderos,

en milongas y clandestinos.

 

Oirán un tango de Pracánico

y en lo del Pena ole con ole

mientras sueñan con Rocambole

las muchachas en el Botánico.

 

Del Parque Goal el payador

humedecerá sus mejillas

cantando sombrías coplillas

de sangre, de muerte y de amor.

 

A la noche con la mamúa

irán de pura recalada

a besar la crencha engrasada

que cantó Carlos de la Púa.

 

Y son humanos, inhumanos,

fatalistas, sentimentales,

inocentes como animales

y canallas como cristianos.

 

Ninguna angustia los desgarra.

Cada cual vive como quiere.

Cuando la madre se les muere

le ponen luto a la guitarra.

 

                        Los ladrones

 

Los ladrones usan gorra gris, bufanda oscura y camiseta a rayas.

Algunos llevan una linterna sorda en el bolsillo. Por otra parte, se enamoran

de robustas muchachas, coleccionan tarjetas postales y a veces

lucen un tatuaje en el brazo izquierdo, una flor, un barco y un nombre:

Rosita. Todos los ladrones están enamorados de Rosita y yo también. Los

ladrones saben silbar, bajarse de los coches en movimiento y bailar el

vals. Aman sobre todo a la madre anciana y cuando ésta se les muere

cantan un tango, lloran desconsoladamente y de los objetos dejados por

la muerta, a repartirse entre los hermanos, eligen una virgen de plata y

el canario.

 

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