lunes, 30 de noviembre de 2020


 

INGEBORG BACHMANN

 


 

 

Temprano mediodía

 

 

Silencioso verde a el tilo en el verano inaugurado, 
muy apartada de las ciudades tiembla 
el brillo opaco de la luna diurna. Ya es mediodía, 
ya se agita en la fuente el chorro, 
ya se alza bajo el destrozo 
el ala maltratada del pájaro de fábula, 
y la mano, desfigurada por tirar la piedra, 
cae en el despertar del trigo. 

Donde el cielo de Alemania ennegrece la tierra, 
busca su ángel decapitado una tumba para el odio 
y te entrega el cuenco del corazón. 

Un puñado de dolor se pierde sobre la colina. 

Siete años más tarde 
te acuerdas nuevamente, 
junto a la fuente, ante la puerta, 
no mires demasiado profundamente, 
se te saltarán los ojos. 

Siete años más tarde, 
en casa de amortajado, 
apuran los ayer verdugos 
el vaso dorado. 
Se te hundirían los ojos.

 

Ya es mediodía, en las cenizas 
dobla el hierro, sobre el mandril 
está izada la bandera, y sobre la roca 

del sueño ancestral, queda de aquí en adelante 
forjada el águila. 

Solo la esperanza, aquejada de ceguera, está acurrucada bajo la luz. 
¡Rompe sus cadenas, guíala 
ladera abajo, ponle 
la mano sobre los ojos, que no la 
abrase ninguna sombra! 

Donde la tierra de Alemania ennegrece el cielo, 
busca la nube palabras y llena el cráter de silencio 
antes de que el verano las perciba bajo la llovizna. 
Lo inexplicable recorre, en voz baja, el país: 
ya es mediodía.

 

 

De: "El tiempo postergado"

Versión de Arturo Parada

JUAN BAUTISTA ARRIAZA

 


 

 

La guarida del amor

 

 

Amor, como se vio desnudo y ciego,
pasando entre las gentes mil sonrojos,
pensó en buscar unos hermosos ojos
donde vivir oculto y con sosiego.

 

¡Ay Silvia!, y vio los tuyos, vio aquel fuego
que rinde a tu beldad tantos despojos,
y hallando satisfechos sus antojos,
en ellos parte a refugiarse luego.

 

¡Qué extraño es ver ya tantos corazones
rendir, bien mío, los soberbios cuellos,
y el yugo recibir que tú les pones,

 

si a más de que esos ojos son tan bellos,
está todo el Amor con traiciones,
haciéndonos la guerra dentro de ellos!

 

 

RÉMY DE GOURMONT

 

  


Zita



Ojos dulces bajo la cofia,
pasos quedos y diligentes,
zuecos humilde,
corazón oloroso a pan de trigo
en el alba,
Zita cuyo oratorio era una cocina,
y que tenía por cocineros vestidos de blanco
a los ángeles del cielo;
Zita, amable reina en su reino humeante;
Zita: buen corazón, buen fuego, buena sopa,
albergue tibio y limpio;
Zita de manos rojas florecidas
de menta y de tomillo.
Santa Zita:
pon la mesa en donde se sienta el Amor.


Versión de Eduardo Carranza

 

 

MANUEL MAGALLANES

 

 

 

 

El paseo solitario



Ya estoy solo, mi amor. Tras el penoso
ascender por atajos y quebradas
domino la extensión del mar ruidoso,
cuyas olas se rompen en cascadas
al pie del farellón en que reposo.

El mar, la soledad... Allá la ardiente
fulguración del sol que ya declina,
y abajo un remover de espuma hirviente
y un chorrear de agua cristalina
que está corriendo interminablemente.

El mar y el cielo en lo alto separados
poco a poco se acercan, se confunden,
cual dos enormes cuerpos enarcados
y ya en el horizonte, ambos se funden
como en un beso dos enamorados.

 

* * *

Ya estoy solo, mi amor. Estar contigo
en esta soledad fuera mi anhelo;
solos ante el océano, al abrigo
de estas rocas y bajo este áureo cielo
que alegre ríe como un rostro amigo.

Tener sobre mi hombro reclinada
tu cabeza y posar en tus pupilas
mis ojos y beber la luz dorada
de tus pupilas verdes y tranquilas
que miran como un mar hecho mirada.

Tenerte aquí mientras el mar desflora
sus espumas jugando entre las peñas;
tenerte aquí, sobre esta erguida roca
y preguntarte suavemente: -¿sueñas?
y unir después mi boca con tu boca

* * *

 

Para decirte lo que mi alma amante
callada guarda, pues no halló el momento
de decírtelo a solas y anhelante
contarle todo, todo lo que siento,
quisiera estar contigo en este instante.

Aquí en la soledad, a la difusa
claridad del crepúsculo marino,
encendida en amor mi alma y confusa
de placer, te hablaría en el divino
idioma en que el poeta habla a su musa.

Aquí en la soledad, de este paraje
donde ojos no hay que miren a hurtadillas
ni oídos prestos al espionaje,
yo a tus pies caería de rodillas
como cae ante el ídolo el salvaje...

 

* * *

Ya estoy solo, mi amor. El viento azota
las olas que en rebaños tumultuosos
atropelladas van. Un barco flota
y abre y cierra sus remos luminosos
en un blanco aleteo de gaviota.

Y prefiero estar solo, amada mía,
porque allá al lado tuyo está el tormento
de ver que en todo hay un mirar que espía,
de hallar en todo un escuchar atento
que oye cuanto mi boca te confía.

Sí! Prefiero estar lejos del encanto
que de tu ser divino se desprende
y recordar tu imagen que amo tanto
mientras resuena el mar y el cielo enciende
las luminosas flores de su manto.

 

* * *

Porque en la soledad amplia y desnuda
que me envuelve, mi boca se liberta
de la mordaza que la tiene muda
y con gran voz te llama y no despierta
ni un eco hostil mi voz ardiente y ruda.

Porque en la soledad te llamo y vienes
ya mí te acercas llena de ternura
y me dejas besar tus blancas sienes
y el prodigio admirar de tu hermosura
sin que las ansias de mi amor refrenes.

Porque en la soledad con alegría,
vienes al lado mío y soy tu dueño;
porque en la soledad mi fantasía
realiza en ti su más soñado sueño
y en mis brazos te estrecho, y eres mía!

 

* * *

Va la luna bogando como una
barca que se tumbó del lado izquierdo.
Volveré por aquella blanca duna
y alumbrarán mi senda tu recuerdo
y la luz misteriosa de la luna.

 

MASAOKA SHIKI

 




Retiro invernal;
Hay algo que me gustaría preguntar
A Sakyamuni.

 

De: “Invierno”

 

MAROSA DI GIORGIO

 


 

 

La naturaleza de los sueños




Al alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre; pero, luego, ella apartaba un poco, 
volvía a hilar la miel, a bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera, verde y gris.
A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios con pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba 
a las piedras, a los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.
Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra vez, aquello horrible y raro.


De: "Los papeles salvajes"

domingo, 29 de noviembre de 2020


 

VLADIMIR HOLAN

 


 

Cuando llueve en domingo y tú estás solo...




Cuando llueve en domingo y tú estás solo, 
completamente solo,
abierto a todo, pero no llega ni el ladrón
y no llama a la puerta ni el borracho ni el enemigo;
cuando llueve en domingo mientras tú estás abandonado
y no comprendes cómo vivir sin cuerpo
y cómo no vivir puesto que tienes cuerpo;
cuando llueve en domingo y, solo, no eres más que tú,
¡no esperes ni hablar contigo mismo!
Entonces el ángel es el único que sabe 
lo que hay encima de él,
entonces el diablo es el único que sabe 
lo que hay debajo de él.

El libro sostenido, el poema al caer...

  

Versión de Clara Janés

REYNALDO URIBE

  


 





hoy vivir

es olvidar

poco a poco

las palabras



degradar

el yo quiero

hasta no puedo



MÓNICA NEPOTE

 

 

 

Origen

 



Por mera cuestión de ancestros mi nombre está cerca de las piedras.

 

La lengua ruda y lastimada que hablaron mis abuelos me pertenece ahora cómo algún día fueran suyos la pala y la pica.  En tarea semejante a su designio minero me hundo en la caverna del lenguaje hasta hacer brotar la gema, pájaro que acude a la ventana de una niña. El secreto radica en descubrir si el ave es cuervo o petirrojo.

 

 

 

RENÉE FERRER

 

 

  

Botella al mar

 


Frente al oleaje que muere 

en un ruedo de espuma sobre la playa

y el sonido constante de las aguas

arengando el piar de las gaviotas

que asedian con sus alas

la contemplación del firmamento 

desde la costa;

de pie y sin rótulos que te definan,

conociéndote a ti misma

o quizás, solamente,

ignorándote un poco menos;

con los ojos siguiendo la curva del planeta

desvanecida en los extremos del atardecer,

sola y sin objeciones,

salvo la obstinada ilusión

o el desmemoriado inventario de altibajos

y momentos dichosos;

prendida al mástil de un velero

que se aleja cual banderín que se entrega

a la liberalidad del viento,

arrojo una botella al mar repleta de mi voz,

sabiendo que un día arribará a algún puerto,

a cierta playa resplandeciente,

donde alguien la recoja,,

beba en ella y, 

tal vez, me responda.

 

 

VLADIMIR MAÏACOVSKI

 



¡Escuchen!



¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que alguien quiere que existan,
quiere decir que alguien escupe esas perlas?

Alguien, esforzándose,
entre nubes de polvo cotidiano,
temiendo llegar tarde,
corre hasta llegar hasta Dios,
y llora,
le besa la mano nudosa,
implora,
exige una estrella,
jura,
no soportará un cielo sin estrellas,
luego anda inquieto,
pero tranquilo en apariencia,
le dice a alguien:
"¿Ahora estás mejor, verdad?
¿Dime, tienes miedo?"
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que son necesarias,
quiere decir que es indispensable,
que todas las noches,
sobre cada techo,
se encienda aunque más no sea una estrella?


PIER PAOLO PASOLINI

 

 

 

 

Comunicado para ANSA (propósitos)

 



He bebido un vaso de agua a las tres de la mañana

mientras Arezzo tenía el aire de ser absolutamente independiente.

Una vez resuelta la omisión de los principales deberes

(de poeta, de ciudadano)

mis versos serán completamente prácticos

(a pesar de que sé bien que sin Dios la práctica es surrealista)

Como dice Eurípides: “La democracia consiste

en estas simples palabras:

¿quién tiene un consejo útil para darle a su patria?”

Así, mis consejos serán los de un loco moderado.

Después de mi muerte, por lo tanto, no se sentirá mi falta:

la ambigüedad importa mientras está vivo el Ambiguo.

 

 

 

 

 

sábado, 28 de noviembre de 2020


 

BOB DYLAN

 


 

Dama de los ojos tristes de las tierras bajas




Con tu boca de mercurio en la era de los misioneros. 
Y tus ojos como de humo y tus rezos que parecen rimas, 
Y tu cruz de plata, y tu voz de campanillas 
¿Quién creen que podría enterrarte? 
Con tu bolsillos por fin bien protegidos 
Y tus visiones de tranvías que dejas sobre la hierba 
Y tu piel de seda, y tu cara como el cristal 
¿A quién crees que podrían convencer para que te llevara a cuestas? 

Dama de los ojos tristes de las tierras bajas, 
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie, 
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes 
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja? 
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar? 

Con tus sábanas como el metal y tu cinturón de encaje, 
Y tu mazo de cartas sin la sota ni el as, 
Y tus vestidos de sótano, y tu cara hueca, 
¿Quién de ellos pudo pensar que podría adivinar lo que harías? 
Con tu silueta cuando la luz del sol se va apagando 
En tus ojos, donde nada la luz de la luna, 
Y tus canciones de caja de cerillas y tus himnos gitanos, 
¿Quién de ellos querría intentar impresionarte?

Dama de los ojos tristes de las tierras bajas, 
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie, 
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes 
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja? 
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar? 

Los reyes de Tiro, con su lista de presos, 
Esperan en fila sus besos de geranio. 
Y tú no podías saber que ocurriría así 
Pero, ¿quién de entre todos ellos desea realmente besarte? 
Con las llamas de tu infancia en tu manta de medianoche. 
Y tus modales a la española y las drogas de tu madre. 
Y tu boca de vaquero, y tus elogios de toque de queda. 
¿Quién de ellos crees que se te podría resistir? 

Dama de los ojos tristes de las tierras bajas, 
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie, 
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes 
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja? 
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar? 

Los granjeros y los negociantes decidieron entre todos 
Enseñarte que lo que solían esconder eran los ángeles muertos. 
Pero, ¿por qué tuvieron que elegirte a ti para que te pusieras de su lado? 
¿Cómo pudieron equivocarse contigo de ese modo? 
Hubieran querido que cargaras con las culpas de lo de la granja, 
Pero con el mar a tus pies y la fingida falsa alarma, 
Y con el hijo de un maleante recogido en tus brazos, 
¿Cómo iban a poder convencerte? 

Dama de los ojos tristes de las tierras bajas, 
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie, 
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes 
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja? 
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar? 

Con tus recuerdos de la calle de los enlatadores como láminas de metal, 
Y tu marido de revista que tenía que irse algún día, 
Y tu delicadeza de ahora, que no puedes ocultar, 
¿Quién de ellos crees que te daría empleo? 
Ahora estás con tu ladrón, estás en su libertad bajo palabra 
Con el medallón sagrado que acabas de doblar con tus propios dedos. 
Y tu cara de santa, y tu alma de fantasma, 
¿Quién de entre todos ellos pudo jamás pensar que te podrían destruir? 

Dama de los ojos tristes de las tierras bajas, 
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie, 
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes 
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja? 
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?

  

Colección Visor de poesía 1972
Versión de Antonio Rasines

 

TED HUGHES

 

  

 

Los compañeros de juegos de Cuervo

 

  

     Cuervo, solitario, creó a los dioses para sus juegos:
pero el dios de la montaña se liberó de él

y cuervo cayó de la pared pétrea de los montes
con lo que se vio muy reducido.

     El dios fluvial sustrajo los ríos
a sus líquidos vivientes.

     Un dios tras otro: y todos fuéronse liberando de él
robándole su hogar y su fuerza.

     Cuervo vaciló, sus restos, inertemente despojados.
Era residuo de sí mismo, escupitajo de sí mismo.

Era lo que su mismo cerebro no alcanzaba a comprender.

     Y así, el mínimo, el menos vivo objeto existente
fue merodeando sobre su grandeza inmortal

más solitario que nunca.

 


Versión de Jesús Pardo


SAMUEL BECKETT

 



7. Bebe solo...

 

 

bebe solo
come quema fornica revienta solo como antes
los ausentes ya muertos los presentes apestan
saca tus ojos vuélvelos sobre las cañas
discuten quizás ellos y los ays
no importa existe el viento
y el estado de vela

  

Versión de Jenaro Talens

 

BERTOLT BRECHT

  


 

Sobre el pobre B.B.




Yo, Bertolt Brecht, nací en los bosques negros.

Mi madre me llevó hasta las ciudades

cuando aún descansaba yo en su cuerpo. Y el frío de los bosques

quedará en mí hasta el día de mi muerte.

 

En la ciudad de asfalto está mi hogar. Desde el comienzo

estoy armado con todo sacramento de muerte:

Con diarios. Y tabaco. Y aguardiente.

Desconfiado y perezoso y al fin satisfecho.

 

Soy con la gente amable. Me pongo

siguiendo la costumbre un hongo de sombrero.

Y digo: son animales de especial olor.

Y digo: no importa, también yo tengo ese hedor.

 

Al medio día y en mis mecedoras

me siento yo y al lado dos mujeres

y sin cuidado las contemplo y entonces digo:

en mí tienes a uno sobre el que nada puedes edificar.

 

Hacia la tarde reúno en torno a mí a hombres

y entonces nos decimos "caballero".

Tienen sus pies sobre mi mesa

y dicen: nos irá mejor. Y no pregunto nunca: cuándo.

 

Por la mañana y en el gris temprano mean los pinos,

y sus bichos, los pájaros, comienzan a chillar.

Hacia esa hora bebo yo mi trago en la ciudad y arrojo

la colilla y me duermo intranquilo.

 

Estamos asentados sobre un género fácil

en casas que se tuvieron por indestructibles.

(Así edificamos las casas largas en la isla de Manhattan

y las antenas finas que entretienen el mar atlántico).

 

De esas ciudades quedará: el que por ellas fue, ¡el viento!

Haced al que come, felices, la casa: él la vacía.

Sabemos que somos provisorios

y que tras de nosotros nada memorable vendrá.

 

En los temblores, que vendrán, espero

no apagar mi Virginia de amargura

yo, Bertolt Brecht, a las ciudades de asfalto lanzado

de los bosques negros en mi madre en temprana época.


LUIS ANTONIO DE VILLENA

 

 

  

El ciruelo blanco y el ciruelo rojo

Museo Atami




Fue afortunado, en verdad, Ogata Korin.
Gozó del esplendor de la juventud en
los barrios de licencia, frecuentó el paladar
sagrado del deseo. Ordenó sus kimonos
en la seda más fina; pintó un fondo
de oro para lirios azules. Refinado y altivo,
no olvidó sin embargo (artista como era) la melancolía
fugaz del tiempo que transcurre.
En su madurez, con audaz virtuosisimo,
se dedicó sobre todo a la búsqueda estilística.
Creó lacas y biombos. Le hizo célebre
la perfección, el refinamiento de su
arte -lirios, ciruelos, dioses- decorativo.
Debió morir fascinado en la belleza, 
rodeado por una seda extraña, tranquilo. 
Fue afortunado, en verdad, Ogata Korin;
su vida fue un culto a la efímera 
sensación de la belleza. Al placer y al arte.
Y la vida le concedió sentir, ser traspasado
por el dardo febril de la hiperestesia.
Le llamaron excéntrico, dandy o esteta.
Pero no pidió más. Sensación por sensación.
Vivir, sentir, gozar. Sin más problemas.

 

De: "Hymnica"

 

 

NÂZIM HIKMET

  


 

Vamos a la luna...

 

 


Vamos a la Luna
                       y más lejos todavía
a donde ni siquiera alcanzan los telescopios.
¿Pero cuándo la gente en nuestra Tierra,
                                                         dejará de pasar hambre
                        nadie tendrá miedo de nadie,
                        nadie mandará sobre nadie,
                        nadie maldecirá de nadie,
nadie robará a otro su esperanza?
Por esto soy comunista
                                                para responder a esta pregunta.

 

26 de agosto de 1959

  

De "Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo  

viernes, 27 de noviembre de 2020


 

JOSÉ MARÍA PARREÑO

 


  

Sin flores y sin frutos...

 

 

Sin flores y sin frutos 
me ha encontrado el verano 
otra vez 

en las ramas de sangre 
un nido esta esperando 
al corazón 

y un caracol o labio me recorre 
escribiendo un conjuro 
que protege 
de la nube 
del hacha 
del ahorcado: 
«sostén tu sombra al hombro 
que ya vendrá el amor 
a verte florecer 
1que ya vendrá el dolor 
a hacerte madurar»

 

AUSIÁS MARCH

 

  

 

LXXXI

 



Así como aquel que se ve cerca de la muerte,
corriendo mal tiempo, peligrando en la mar,
y ve el lugar en que puede salvarse,
mas no lo alcanza por su malvada suerte,
me ocurre a mí, que voy pasando afanes
y veo que bastáis para aliviar mis males.
Desesperado de cumplir mis deseos,
iré por el mundo recitando vuestro orgullo.

 

 

 

SAINT KABIR

 

 


 

19

 

 


 ¡Oh, corazón mío! El Espíritu Supremo, el Dueño omnipotente está junto a ti. ¡Despierta, despiértate!
Corre a echarte a los pies de tu Bienamado, pues tu Señor está muy cerca. Estuviste dormido durante siglos innumerables, 
¿y no quieres despertar esta mañana?

JOHN DONNE

  


 

La prohibición




     Guárdate de quererme.
Recuerda, al menos, que te lo prohibí.
No he de ir a reparar mi pródigo derroche
de aliento y sangre en tus llantos y suspiros,
siendo entonces para ti lo que tú has sido para mí. 
Pues goce tan intenso consume al punto nuestra vida.
Así, a fin de que tu amor frustrarse no pueda por mi muerte,
si tú me amas, guárdate de quererme.

      Guárdate de odiarme,
o de excesivo triunfo en la victoria. 
No es que yo a mí mismo haga justicia,
y me resarza del odio con más odio,
pues tú el título perderás de conquistador
si yo, tu conquista, perezco por tu odio.
Así, a fin de que mi ser a ti en nada perjudique,
si tú me odias, guárdate de odiarme.

        Mas ama y ódiame también.
Así ambos extremos la función de ninguno cumplirán.
Ámame para que pueda morir del modo placentero.
Ódiame, porque tu amor es excesivo para mí, 
o deja que los dos mutuamente, y no a mí, se destruyan.
viviré entonces para apoyo y triunfo tuyo.
Así, para que tú a mí, a tu amor y odio no destruyas,
déjame vivir, pero ama y ódiame también.

Versión de Purificación Ribes

 

MIHAÏ BENIUC

 

 

 

Las llaves




He llegado a ser tu caja de caudales, 
tu caja de secretas cerraduras, 
y me has llenado de años, 
moneda a moneda. 

Ábreme, tiempo, 
toma tus años, 
todos, 
o al menos algunos, 
los últimos, 
algunas decenas. 

Yo te ofrezco a cambio 
la plata de mis sienes, 
las ricas pinturas 
sobre los muros de mi alma, 
mis sufrimientos 
petrificados como en Pompeya, 
bajo la lava, bajo las cenizas ardientes 
de mi corazón, 
las estatuas de mármol 
-recuerdos de mujeres amadas-.
Yo te hago el don 
de Castalia, 
de mis lágrimas no lloradas, 
y de todo, 
a cambio de algunas docenas de años
que tú me has confiado, 
y yo te ruego 
de rodillas 
que me los tomes de nuevo... 

¿Por qué este silencio? 
Parece como si no escuchases nada, 
ni siquiera me miras... 
En definitiva, esos años son los tuyos, 
no los quiero; 
tú me conoces, no soy un usurero, 
no me gustan las riquezas. 
¿Odié a los ricos 
por ser yo 
tan rico.... 
Abre, 
vuelve a tomar los años, 
vete, no te pido ningún alquiler, 
aunque los haya alojado 
en mi carne... 
Tiempo, ¿estarás sordo? 
¿Ya no comprendes el rumano? 
No finjas, yo tengo bastante 
con ser el depositario 
de los centavos 
de los años... 
¿Pensaste que no los iba 
a contar? 
Pues bien, no. Al principio, 
cuando todo me parecía 
una burla, sí; 
hoy estoy harto, 
tus años pesan cada vez más, 
su metal es cada día más sombrío, 
su canto dentado hiere, 
el águila tiene el aire de una fiera, 
con cabeza de muerto. 
No quiero nada más. 
Me pongo de rodillas, 
beso los bordes de tu eternidad, 
me humillo ante ti: 
no me abandones, 
vuelve a tomar tus años, 
no me hagas levantar la voz, 
escúchame, 
¡ábreme! 

¡ Ah, miserable, 
has perdido las llaves!

 

1966

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

 

ENRIQUE BUGATTI

 

 

 

 

Mago Diego

 

 

En cada rincón del mundo 
habrá un estadio vacío 
un niño sin juguete, 
cuando sepan que te has ido. 
Un arco que siempre espere, 
lo sacudas con un gol, 
un potrero allá en Fiorito 
que añore el verde esplendor.


¿Donde te guardaste Diego 
esa magia de tu juego? 
¿En que arcón de la memoria 
la formula de tu gloria? 
¿En que gramilla feliz 
gambeteaba el chiquilin 
que tu varita tocó 
para hacerlo como vos?


Fino mago en Buenos Aires, 
Nápoles y Barcelona. 
Los domingos niño Dios, 
transgresor en la semana. 
Te saben ilusionista 
los ingleses con razón 
porque vieron una mano 
donde estaba el corazón.

 

jueves, 26 de noviembre de 2020


 

KARLA GÓMEZ

 



 

VINE A BUSCARME en personas
que guardan tristeza en sus maletas,
cargan pequeñas fotos de un pasado
que cae al cerrar los ojos,
con piel lejana a la mía
y la voz de otros pájaros,
van una tras de la otra,
migran,
recorren los espacios,
hacia el definitivo viaje del retorno.

 

De: “Y los dormidos siempre mudos peces”

 

 

VÍCTOR RIVERA

 

 


Tulipán africano

 

 

Antes de que el árbol caiga
quiero ver una vez más aquella marca,
las letras que tallé con mi navaja.
La primera herida de un gigante que miraba
con indulgencia
mi mano atroz e inocente.

 

¿Qué sabíamos los dos
de la caída de las hojas
en ese verano
de viento y resina?

 

Antes de que el árbol caiga,
quisiera tener otro nombre
para escribir en su madera.
Y quisiera él desde su altura
perdonar una herida más de mi navaja
tallando desfiguradas letras.

 

Que fuera eso y no el tiempo, que como a mí,
ya sin nombres que escribir en la corteza,
me trae las formas del olvido, hacha implacable. 

 

 

 

DANTE ALIGHIERI

 

  

 

Tutti li miei penser...




Sabe sólo de Amor mi pensamiento;
por él y en él lo tengo tan cambiante:
de Amor la potestad lo lleva amante,
o a loco razonar, su valimiento.

Me infunde en la esperanza dulce aliento,
o acerbo lloro en onda desbordante;
tan sólo se unifica si tremante
mi alma de pavor se ve un momento.

Y así mi suerte ignoro en la contienda,
y no querer decirlo y que lo diga:
vagando voy en amorosa erranza...

Y si con todos he de hacer alianza
vano será clamarle a mi enemiga
-la insensible Piedad- que me defienda.

 

 

ANA GORRÍA

 

  

 

Con su aleteo haciéndose a sí misma

 

Ángel Crespo

 


El rayo que acaricia las paredes. La mañana
que inicia su lenta melodía de compás
sin estruendo.

 

El calor que amanece sobre la piel dormida.

 

La garra, la gangrena.

 

La cálida eclosión de los contornos,
esa explosión sin límites,
hacia un pozo desnudo y sin salida.