"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 30 de noviembre de 2020
INGEBORG BACHMANN
Silencioso
verde a el tilo en el verano inaugurado,
muy apartada de las ciudades tiembla
el brillo opaco de la luna diurna. Ya es mediodía,
ya se agita en la fuente el chorro,
ya se alza bajo el destrozo
el ala maltratada del pájaro de fábula,
y la mano, desfigurada por tirar la piedra,
cae en el despertar del trigo.
Donde el cielo de Alemania ennegrece la tierra,
busca su ángel decapitado una tumba para el odio
y te entrega el cuenco del corazón.
Un puñado de dolor se pierde sobre la colina.
Siete años más tarde
te acuerdas nuevamente,
junto a la fuente, ante la puerta,
no mires demasiado profundamente,
se te saltarán los ojos.
Siete años más tarde,
en casa de amortajado,
apuran los ayer verdugos
el vaso dorado.
Se te hundirían los ojos.
Ya
es mediodía, en las cenizas
dobla el hierro, sobre el mandril
está izada la bandera, y sobre la roca
del sueño ancestral, queda de aquí en adelante
forjada el águila.
Solo la esperanza, aquejada de ceguera, está acurrucada bajo la luz.
¡Rompe sus cadenas, guíala
ladera abajo, ponle
la mano sobre los ojos, que no la
abrase ninguna sombra!
Donde la tierra de Alemania ennegrece el cielo,
busca la nube palabras y llena el cráter de silencio
antes de que el verano las perciba bajo la llovizna.
Lo inexplicable recorre, en voz baja, el país:
ya es mediodía.
De: "El tiempo postergado"
Versión de Arturo Parada
JUAN BAUTISTA ARRIAZA
La
guarida del amor
Amor,
como se vio desnudo y ciego,
pasando entre las gentes mil sonrojos,
pensó en buscar unos hermosos ojos
donde vivir oculto y con sosiego.
¡Ay
Silvia!, y vio los tuyos, vio aquel fuego
que rinde a tu beldad tantos despojos,
y hallando satisfechos sus antojos,
en ellos parte a refugiarse luego.
¡Qué
extraño es ver ya tantos corazones
rendir, bien mío, los soberbios cuellos,
y el yugo recibir que tú les pones,
si a
más de que esos ojos son tan bellos,
está todo el Amor con traiciones,
haciéndonos la guerra dentro de ellos!
RÉMY DE GOURMONT
Zita
Ojos dulces bajo la cofia,
pasos quedos y diligentes,
zuecos humilde,
corazón oloroso a pan de trigo
en el alba,
Zita cuyo oratorio era una cocina,
y que tenía por cocineros vestidos de blanco
a los ángeles del cielo;
Zita, amable reina en su reino humeante;
Zita: buen corazón, buen fuego, buena sopa,
albergue tibio y limpio;
Zita de manos rojas florecidas
de menta y de tomillo.
Santa Zita:
pon la mesa en donde se sienta el Amor.
Versión de Eduardo Carranza
MANUEL MAGALLANES
El paseo solitario
Ya estoy solo, mi amor. Tras el penoso
ascender por atajos y quebradas
domino la extensión del mar ruidoso,
cuyas olas se rompen en cascadas
al pie del farellón en que reposo.
El mar, la soledad... Allá la ardiente
fulguración del sol que ya declina,
y abajo un remover de espuma hirviente
y un chorrear de agua cristalina
que está corriendo interminablemente.
El mar y el cielo en lo alto separados
poco a poco se acercan, se confunden,
cual dos enormes cuerpos enarcados
y ya en el horizonte, ambos se funden
como en un beso dos enamorados.
* *
*
Ya estoy solo, mi amor. Estar contigo
en esta soledad fuera mi anhelo;
solos ante el océano, al abrigo
de estas rocas y bajo este áureo cielo
que alegre ríe como un rostro amigo.
Tener sobre mi hombro reclinada
tu cabeza y posar en tus pupilas
mis ojos y beber la luz dorada
de tus pupilas verdes y tranquilas
que miran como un mar hecho mirada.
Tenerte aquí mientras el mar desflora
sus espumas jugando entre las peñas;
tenerte aquí, sobre esta erguida roca
y preguntarte suavemente: -¿sueñas?
y unir después mi boca con tu boca
* * *
Para
decirte lo que mi alma amante
callada guarda, pues no halló el momento
de decírtelo a solas y anhelante
contarle todo, todo lo que siento,
quisiera estar contigo en este instante.
Aquí en la soledad, a la difusa
claridad del crepúsculo marino,
encendida en amor mi alma y confusa
de placer, te hablaría en el divino
idioma en que el poeta habla a su musa.
Aquí en la soledad, de este paraje
donde ojos no hay que miren a hurtadillas
ni oídos prestos al espionaje,
yo a tus pies caería de rodillas
como cae ante el ídolo el salvaje...
* *
*
Ya estoy solo, mi amor. El viento azota
las olas que en rebaños tumultuosos
atropelladas van. Un barco flota
y abre y cierra sus remos luminosos
en un blanco aleteo de gaviota.
Y prefiero estar solo, amada mía,
porque allá al lado tuyo está el tormento
de ver que en todo hay un mirar que espía,
de hallar en todo un escuchar atento
que oye cuanto mi boca te confía.
Sí! Prefiero estar lejos del encanto
que de tu ser divino se desprende
y recordar tu imagen que amo tanto
mientras resuena el mar y el cielo enciende
las luminosas flores de su manto.
* *
*
Porque en la soledad amplia y desnuda
que me envuelve, mi boca se liberta
de la mordaza que la tiene muda
y con gran voz te llama y no despierta
ni un eco hostil mi voz ardiente y ruda.
Porque en la soledad te llamo y vienes
ya mí te acercas llena de ternura
y me dejas besar tus blancas sienes
y el prodigio admirar de tu hermosura
sin que las ansias de mi amor refrenes.
Porque en la soledad con alegría,
vienes al lado mío y soy tu dueño;
porque en la soledad mi fantasía
realiza en ti su más soñado sueño
y en mis brazos te estrecho, y eres mía!
* *
*
Va la luna bogando como una
barca que se tumbó del lado izquierdo.
Volveré por aquella blanca duna
y alumbrarán mi senda tu recuerdo
y la luz misteriosa de la luna.
MAROSA DI GIORGIO
La naturaleza de los sueños
Al alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre;
pero, luego, ella apartaba un poco,
volvía a hilar la miel, a bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera,
verde y gris.
A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios con
pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba
a las piedras, a los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.
Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra
vez, aquello horrible y raro.
De: "Los papeles salvajes"
domingo, 29 de noviembre de 2020
VLADIMIR HOLAN
Cuando llueve en domingo y tú estás solo...
Cuando llueve en domingo y tú estás solo,
completamente solo,
abierto a todo, pero no llega ni el ladrón
y no llama a la puerta ni el borracho ni el enemigo;
cuando llueve en domingo mientras tú estás abandonado
y no comprendes cómo vivir sin cuerpo
y cómo no vivir puesto que tienes cuerpo;
cuando llueve en domingo y, solo, no eres más que tú,
¡no esperes ni hablar contigo mismo!
Entonces el ángel es el único que sabe
lo que hay encima de él,
entonces el diablo es el único que sabe
lo que hay debajo de él.
El libro sostenido, el poema al caer...
Versión
de Clara Janés
MÓNICA NEPOTE
Origen
Por
mera cuestión de ancestros mi nombre está cerca de las piedras.
La
lengua ruda y lastimada que hablaron mis abuelos me pertenece ahora cómo algún
día fueran suyos la pala y la pica. En tarea semejante a su designio
minero me hundo en la caverna del lenguaje hasta hacer brotar la gema, pájaro
que acude a la ventana de una niña. El secreto radica en descubrir si el ave es
cuervo o petirrojo.
RENÉE FERRER
Botella
al mar
Frente
al oleaje que muere
en
un ruedo de espuma sobre la playa
y el
sonido constante de las aguas
arengando
el piar de las gaviotas
que
asedian con sus alas
la
contemplación del firmamento
desde
la costa;
de
pie y sin rótulos que te definan,
conociéndote
a ti misma
o
quizás, solamente,
ignorándote
un poco menos;
con
los ojos siguiendo la curva del planeta
desvanecida
en los extremos del atardecer,
sola
y sin objeciones,
salvo
la obstinada ilusión
o el
desmemoriado inventario de altibajos
y
momentos dichosos;
prendida
al mástil de un velero
que
se aleja cual banderín que se entrega
a la
liberalidad del viento,
arrojo
una botella al mar repleta de mi voz,
sabiendo
que un día arribará a algún puerto,
a
cierta playa resplandeciente,
donde
alguien la recoja,,
beba
en ella y,
tal
vez, me responda.
VLADIMIR MAÏACOVSKI
¡Escuchen!
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que alguien quiere que existan,
quiere decir que alguien escupe esas perlas?
Alguien, esforzándose,
entre nubes de polvo cotidiano,
temiendo llegar tarde,
corre hasta llegar hasta Dios,
y llora,
le besa la mano nudosa,
implora,
exige una estrella,
jura,
no soportará un cielo sin estrellas,
luego anda inquieto,
pero tranquilo en apariencia,
le dice a alguien:
"¿Ahora estás mejor, verdad?
¿Dime, tienes miedo?"
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que son necesarias,
quiere decir que es indispensable,
que todas las noches,
sobre cada techo,
se encienda aunque más no sea una estrella?
PIER PAOLO PASOLINI
Comunicado
para ANSA (propósitos)
He
bebido un vaso de agua a las tres de la mañana
mientras
Arezzo tenía el aire de ser absolutamente independiente.
Una
vez resuelta la omisión de los principales deberes
(de
poeta, de ciudadano)
mis
versos serán completamente prácticos
(a
pesar de que sé bien que sin Dios la práctica es surrealista)
Como
dice Eurípides: “La democracia consiste
en
estas simples palabras:
¿quién
tiene un consejo útil para darle a su patria?”
Así,
mis consejos serán los de un loco moderado.
Después
de mi muerte, por lo tanto, no se sentirá mi falta:
la
ambigüedad importa mientras está vivo el Ambiguo.
sábado, 28 de noviembre de 2020
BOB DYLAN
Dama
de los ojos tristes de las tierras bajas
Con tu boca de mercurio en la era de los misioneros.
Y tus ojos como de humo y tus rezos que parecen rimas,
Y tu cruz de plata, y tu voz de campanillas
¿Quién creen que podría enterrarte?
Con tu bolsillos por fin bien protegidos
Y tus visiones de tranvías que dejas sobre la hierba
Y tu piel de seda, y tu cara como el cristal
¿A quién crees que podrían convencer para que te llevara a cuestas?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Con tus sábanas como el metal y tu cinturón de encaje,
Y tu mazo de cartas sin la sota ni el as,
Y tus vestidos de sótano, y tu cara hueca,
¿Quién de ellos pudo pensar que podría adivinar lo que harías?
Con tu silueta cuando la luz del sol se va apagando
En tus ojos, donde nada la luz de la luna,
Y tus canciones de caja de cerillas y tus himnos gitanos,
¿Quién de ellos querría intentar impresionarte?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Los reyes de Tiro, con su lista de presos,
Esperan en fila sus besos de geranio.
Y tú no podías saber que ocurriría así
Pero, ¿quién de entre todos ellos desea realmente besarte?
Con las llamas de tu infancia en tu manta de medianoche.
Y tus modales a la española y las drogas de tu madre.
Y tu boca de vaquero, y tus elogios de toque de queda.
¿Quién de ellos crees que se te podría resistir?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Los granjeros y los negociantes decidieron entre todos
Enseñarte que lo que solían esconder eran los ángeles muertos.
Pero, ¿por qué tuvieron que elegirte a ti para que te pusieras de su
lado?
¿Cómo pudieron equivocarse contigo de ese modo?
Hubieran querido que cargaras con las culpas de lo de la granja,
Pero con el mar a tus pies y la fingida falsa alarma,
Y con el hijo de un maleante recogido en tus brazos,
¿Cómo iban a poder convencerte?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Con tus recuerdos de la calle de los enlatadores como láminas de metal,
Y tu marido de revista que tenía que irse algún día,
Y tu delicadeza de ahora, que no puedes ocultar,
¿Quién de ellos crees que te daría empleo?
Ahora estás con tu ladrón, estás en su libertad bajo palabra
Con el medallón sagrado que acabas de doblar con tus propios dedos.
Y tu cara de santa, y tu alma de fantasma,
¿Quién de entre todos ellos pudo jamás pensar que te podrían destruir?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Colección
Visor de poesía 1972
Versión de Antonio Rasines
TED HUGHES
Los compañeros de
juegos de Cuervo
Cuervo, solitario, creó a los dioses para sus juegos:
pero el dios de la montaña se liberó de él
y cuervo cayó de la pared pétrea de los montes
con lo que se vio muy reducido.
El dios fluvial sustrajo los ríos
a sus líquidos vivientes.
Un dios tras otro: y todos fuéronse liberando de él
robándole su hogar y su fuerza.
Cuervo vaciló, sus restos, inertemente despojados.
Era residuo de sí mismo, escupitajo de sí mismo.
Era lo que su mismo cerebro no alcanzaba a comprender.
Y así, el mínimo, el menos vivo objeto existente
fue merodeando sobre su grandeza inmortal
más solitario que nunca.
Versión
de Jesús Pardo
SAMUEL BECKETT
7.
Bebe solo...
bebe
solo
come quema fornica revienta solo como antes
los ausentes ya muertos los presentes apestan
saca tus ojos vuélvelos sobre las cañas
discuten quizás ellos y los ays
no importa existe el viento
y el estado de vela
Versión
de Jenaro Talens
BERTOLT BRECHT
Sobre
el pobre B.B.
Yo,
Bertolt Brecht, nací en los bosques negros.
Mi
madre me llevó hasta las ciudades
cuando
aún descansaba yo en su cuerpo. Y el frío de los bosques
quedará
en mí hasta el día de mi muerte.
En
la ciudad de asfalto está mi hogar. Desde el comienzo
estoy
armado con todo sacramento de muerte:
Con
diarios. Y tabaco. Y aguardiente.
Desconfiado
y perezoso y al fin satisfecho.
Soy
con la gente amable. Me pongo
siguiendo
la costumbre un hongo de sombrero.
Y
digo: son animales de especial olor.
Y
digo: no importa, también yo tengo ese hedor.
Al
medio día y en mis mecedoras
me
siento yo y al lado dos mujeres
y
sin cuidado las contemplo y entonces digo:
en
mí tienes a uno sobre el que nada puedes edificar.
Hacia
la tarde reúno en torno a mí a hombres
y
entonces nos decimos "caballero".
Tienen
sus pies sobre mi mesa
y
dicen: nos irá mejor. Y no pregunto nunca: cuándo.
Por
la mañana y en el gris temprano mean los pinos,
y
sus bichos, los pájaros, comienzan a chillar.
Hacia
esa hora bebo yo mi trago en la ciudad y arrojo
la
colilla y me duermo intranquilo.
Estamos
asentados sobre un género fácil
en
casas que se tuvieron por indestructibles.
(Así
edificamos las casas largas en la isla de Manhattan
y
las antenas finas que entretienen el mar atlántico).
De
esas ciudades quedará: el que por ellas fue, ¡el viento!
Haced
al que come, felices, la casa: él la vacía.
Sabemos
que somos provisorios
y
que tras de nosotros nada memorable vendrá.
En
los temblores, que vendrán, espero
no
apagar mi Virginia de amargura
yo,
Bertolt Brecht, a las ciudades de asfalto lanzado
de
los bosques negros en mi madre en temprana época.
LUIS ANTONIO DE VILLENA
El ciruelo blanco y
el ciruelo rojo
Museo
Atami
Fue afortunado, en verdad, Ogata Korin.
Gozó del esplendor de la juventud en
los barrios de licencia, frecuentó el paladar
sagrado del deseo. Ordenó sus kimonos
en la seda más fina; pintó un fondo
de oro para lirios azules. Refinado y altivo,
no olvidó sin embargo (artista como era) la melancolía
fugaz del tiempo que transcurre.
En su madurez, con audaz virtuosisimo,
se dedicó sobre todo a la búsqueda estilística.
Creó lacas y biombos. Le hizo célebre
la perfección, el refinamiento de su
arte -lirios, ciruelos, dioses- decorativo.
Debió morir fascinado en la belleza,
rodeado por una seda extraña, tranquilo.
Fue afortunado, en verdad, Ogata Korin;
su vida fue un culto a la efímera
sensación de la belleza. Al placer y al arte.
Y la vida le concedió sentir, ser traspasado
por el dardo febril de la hiperestesia.
Le llamaron excéntrico, dandy o esteta.
Pero no pidió más. Sensación por sensación.
Vivir, sentir, gozar. Sin más problemas.
De:
"Hymnica"
NÂZIM HIKMET
Vamos
a la luna...
Vamos
a la Luna
y más lejos todavía
a donde ni siquiera alcanzan los telescopios.
¿Pero cuándo la gente en nuestra Tierra,
dejará de pasar hambre
nadie tendrá miedo de nadie,
nadie mandará sobre nadie,
nadie maldecirá de nadie,
nadie robará a otro su esperanza?
Por esto soy comunista
para responder a esta pregunta.
26 de agosto de 1959
De
"Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo
viernes, 27 de noviembre de 2020
JOSÉ MARÍA PARREÑO
Sin
flores y sin frutos...
Sin
flores y sin frutos
me ha encontrado el verano
otra vez
en las ramas de sangre
un nido esta esperando
al corazón
y un caracol o labio me recorre
escribiendo un conjuro
que protege
de la nube
del hacha
del ahorcado:
«sostén tu sombra al hombro
que ya vendrá el amor
a verte florecer
1que ya vendrá el dolor
a hacerte madurar»
AUSIÁS MARCH
LXXXI
Así
como aquel que se ve cerca de la muerte,
corriendo mal tiempo, peligrando en la mar,
y ve el lugar en que puede salvarse,
mas no lo alcanza por su malvada suerte,
me ocurre a mí, que voy pasando afanes
y veo que bastáis para aliviar mis males.
Desesperado de cumplir mis deseos,
iré por el mundo recitando vuestro orgullo.
SAINT KABIR
19
¡Oh, corazón mío! El Espíritu Supremo, el
Dueño omnipotente está junto a ti. ¡Despierta, despiértate!
Corre a echarte a los pies de tu Bienamado, pues tu Señor está muy cerca.
Estuviste dormido durante siglos innumerables,
¿y no quieres despertar esta mañana?
JOHN DONNE
La prohibición
Guárdate de quererme.
Recuerda, al menos, que te lo prohibí.
No he de ir a reparar mi pródigo derroche
de aliento y sangre en tus llantos y suspiros,
siendo entonces para ti lo que tú has sido para mí.
Pues goce tan intenso consume al punto nuestra vida.
Así, a fin de que tu amor frustrarse no pueda por mi muerte,
si tú me amas, guárdate de quererme.
Guárdate de odiarme,
o de excesivo triunfo en la victoria.
No es que yo a mí mismo haga justicia,
y me resarza del odio con más odio,
pues tú el título perderás de conquistador
si yo, tu conquista, perezco por tu odio.
Así, a fin de que mi ser a ti en nada perjudique,
si tú me odias, guárdate de odiarme.
Mas ama y ódiame también.
Así ambos extremos la función de ninguno cumplirán.
Ámame para que pueda morir del modo placentero.
Ódiame, porque tu amor es excesivo para mí,
o deja que los dos mutuamente, y no a mí, se destruyan.
viviré entonces para apoyo y triunfo tuyo.
Así, para que tú a mí, a tu amor y odio no destruyas,
déjame vivir, pero ama y ódiame también.
Versión de Purificación Ribes
MIHAÏ BENIUC
Las llaves
He llegado a ser tu caja de caudales,
tu caja de secretas cerraduras,
y me has llenado de años,
moneda a moneda.
Ábreme, tiempo,
toma tus años,
todos,
o al menos algunos,
los últimos,
algunas decenas.
Yo te ofrezco a cambio
la plata de mis sienes,
las ricas pinturas
sobre los muros de mi alma,
mis sufrimientos
petrificados como en Pompeya,
bajo la lava, bajo las cenizas ardientes
de mi corazón,
las estatuas de mármol
-recuerdos de mujeres amadas-.
Yo te hago el don
de Castalia,
de mis lágrimas no lloradas,
y de todo,
a cambio de algunas docenas de años
que tú me has confiado,
y yo te ruego
de rodillas
que me los tomes de nuevo...
¿Por qué este silencio?
Parece como si no escuchases nada,
ni siquiera me miras...
En definitiva, esos años son los tuyos,
no los quiero;
tú me conoces, no soy un usurero,
no me gustan las riquezas.
¿Odié a los ricos
por ser yo
tan rico....
Abre,
vuelve a tomar los años,
vete, no te pido ningún alquiler,
aunque los haya alojado
en mi carne...
Tiempo, ¿estarás sordo?
¿Ya no comprendes el rumano?
No finjas, yo tengo bastante
con ser el depositario
de los centavos
de los años...
¿Pensaste que no los iba
a contar?
Pues bien, no. Al principio,
cuando todo me parecía
una burla, sí;
hoy estoy harto,
tus años pesan cada vez más,
su metal es cada día más sombrío,
su canto dentado hiere,
el águila tiene el aire de una fiera,
con cabeza de muerto.
No quiero nada más.
Me pongo de rodillas,
beso los bordes de tu eternidad,
me humillo ante ti:
no me abandones,
vuelve a tomar tus años,
no me hagas levantar la voz,
escúchame,
¡ábreme!
¡ Ah, miserable,
has perdido las llaves!
1966
Versión
de Rafael Alberti y María Teresa León
ENRIQUE BUGATTI
Mago Diego
En
cada rincón del mundo
habrá un estadio vacío
un niño sin juguete,
cuando sepan que te has ido.
Un arco que siempre espere,
lo sacudas con un gol,
un potrero allá en Fiorito
que añore el verde esplendor.
¿Donde te guardaste Diego
esa magia de tu juego?
¿En que arcón de la memoria
la formula de tu gloria?
¿En que gramilla feliz
gambeteaba el chiquilin
que tu varita tocó
para hacerlo como vos?
Fino mago en Buenos Aires,
Nápoles y Barcelona.
Los domingos niño Dios,
transgresor en la semana.
Te saben ilusionista
los ingleses con razón
porque vieron una mano
donde estaba el corazón.
jueves, 26 de noviembre de 2020
KARLA GÓMEZ
VINE
A BUSCARME en personas
que guardan tristeza en sus maletas,
cargan pequeñas fotos de un pasado
que cae al cerrar los ojos,
con piel lejana a la mía
y la voz de otros pájaros,
van una tras de la otra,
migran,
recorren los espacios,
hacia el definitivo viaje del retorno.
De: “Y los dormidos siempre mudos peces”
VÍCTOR RIVERA
Tulipán africano
Antes
de que el árbol caiga
quiero ver una vez más aquella marca,
las letras que tallé con mi navaja.
La primera herida de un gigante que miraba
con indulgencia
mi mano atroz e inocente.
¿Qué
sabíamos los dos
de la caída de las hojas
en ese verano
de viento y resina?
Antes
de que el árbol caiga,
quisiera tener otro nombre
para escribir en su madera.
Y quisiera él desde su altura
perdonar una herida más de mi navaja
tallando desfiguradas letras.
Que
fuera eso y no el tiempo, que como a mí,
ya sin nombres que escribir en la corteza,
me trae las formas del olvido, hacha implacable.
DANTE ALIGHIERI
Tutti li miei penser...
Sabe
sólo de Amor mi pensamiento;
por él y en él lo tengo tan cambiante:
de Amor la potestad lo lleva amante,
o a loco razonar, su valimiento.
Me infunde en la esperanza dulce aliento,
o acerbo lloro en onda desbordante;
tan sólo se unifica si tremante
mi alma de pavor se ve un momento.
Y así mi suerte ignoro en la contienda,
y no querer decirlo y que lo diga:
vagando voy en amorosa erranza...
Y si con todos he de hacer alianza
vano será clamarle a mi enemiga
-la insensible Piedad- que me defienda.
ANA GORRÍA
Con su aleteo haciéndose a sí misma
Ángel Crespo
El rayo que acaricia las paredes. La mañana
que inicia su lenta melodía de compás
sin estruendo.
El
calor que amanece sobre la piel dormida.
La
garra, la gangrena.
La
cálida eclosión de los contornos,
esa explosión sin límites,
hacia un pozo desnudo y sin salida.