viernes, 27 de noviembre de 2020

MIHAÏ BENIUC

 

 

 

Las llaves




He llegado a ser tu caja de caudales, 
tu caja de secretas cerraduras, 
y me has llenado de años, 
moneda a moneda. 

Ábreme, tiempo, 
toma tus años, 
todos, 
o al menos algunos, 
los últimos, 
algunas decenas. 

Yo te ofrezco a cambio 
la plata de mis sienes, 
las ricas pinturas 
sobre los muros de mi alma, 
mis sufrimientos 
petrificados como en Pompeya, 
bajo la lava, bajo las cenizas ardientes 
de mi corazón, 
las estatuas de mármol 
-recuerdos de mujeres amadas-.
Yo te hago el don 
de Castalia, 
de mis lágrimas no lloradas, 
y de todo, 
a cambio de algunas docenas de años
que tú me has confiado, 
y yo te ruego 
de rodillas 
que me los tomes de nuevo... 

¿Por qué este silencio? 
Parece como si no escuchases nada, 
ni siquiera me miras... 
En definitiva, esos años son los tuyos, 
no los quiero; 
tú me conoces, no soy un usurero, 
no me gustan las riquezas. 
¿Odié a los ricos 
por ser yo 
tan rico.... 
Abre, 
vuelve a tomar los años, 
vete, no te pido ningún alquiler, 
aunque los haya alojado 
en mi carne... 
Tiempo, ¿estarás sordo? 
¿Ya no comprendes el rumano? 
No finjas, yo tengo bastante 
con ser el depositario 
de los centavos 
de los años... 
¿Pensaste que no los iba 
a contar? 
Pues bien, no. Al principio, 
cuando todo me parecía 
una burla, sí; 
hoy estoy harto, 
tus años pesan cada vez más, 
su metal es cada día más sombrío, 
su canto dentado hiere, 
el águila tiene el aire de una fiera, 
con cabeza de muerto. 
No quiero nada más. 
Me pongo de rodillas, 
beso los bordes de tu eternidad, 
me humillo ante ti: 
no me abandones, 
vuelve a tomar tus años, 
no me hagas levantar la voz, 
escúchame, 
¡ábreme! 

¡ Ah, miserable, 
has perdido las llaves!

 

1966

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

 

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