sábado, 7 de enero de 2023


 

ALEXIS ROMERO


  

la ley de la humedad

 


no me entusiasma leer a los muertos
es difícil descifrar sus sentidos del mundo
todo lo dijeron por la vida
y ahora carecen de ella

lo esperé con el cariño y la ira de siempre
contra las cualidades inevitables
que le dio a mi respiración

algo no he visto
mi cercanía lo confiesa
la mesa donde alguien se perdió
y nunca recibió lo rogado
sigue limpia

nos comentaron
hay metales que sólo los dobla
el olvido o el llanto de una calle

nos dieron los documentos de la venganza
vacíos de alturas sin la oración de la espiga
que nos repite la ley de la humedad
y nos pregunta qué no está en nosotros

escogimos una forma de descomponernos
de allí los impedimentos en la caricia
la justicia de lo desnudo en la sequedad de los labios
 
 
 

MARÍA ANGÉLICA MORENO

  

 

 

Acostada sobre el concreto
observo el cielo desde
el parque.

Allá arriba
las nubes tejen
vestidos floreados y
un montón de
muñequitas de papel.

Con las manos en alto,
alcanzo a acariciarlas
con mis dedos elásticos.

Juego con ellas,
les cambio los vestidos
y al mismo tiempo cantamos
Ale Limón
para esperar el ocaso.

En este parque
todo es calma
aparente.

 
 

FEDERICO PACANINS

 

 

 

La vieja regla
lijó sus centímetros:
se mide a sí misma.
Así el reloj de arena
gotea su propio tiempo

 
 
 

 

IDA GRAMCKO

 

 

 

La casa todavía,

la mesa con la mano,
la mano que consume su elegía
limpiando los manteles del desgano,
el beso que desprende su osadía
tras un silencio grávido y arcano,
el beso todavía…
Gracias, buen dios, anónimo y humano.

 
 
 

NUNO JÚDICE

  

 

Apuntes para una estación

 

 

Las manzanas se pudren en el armario donde mi abuela
las guardó. Un viento fresco entra por las grietas de la puerta
y canta, despacio, una letanía encantada
de muertos y cipreses. Agosto pasa, entero, en las imágenes
de un antiguo estancamiento en el que acuesto el poema,
como en una corrupta cuna. Y vuelve a oírse la voz
que corría por el campo sin sombra, clamando, sin
oír la lejana respuesta: “Floreció, el difuso
rosal, y dejó que la madrugada lo tiñera de una luz
blanca; buscando, después, la eternidad
del verso para abrigo de la flor incomparable, pétalos húmedos
de los minutos iniciales…” El canto envuelve la muerte
del mundo que abandonó el niño pálido: y las higueras
abren el vientre seco a la peregrinación de las hormigas, minuciosas
viajeras del más cerrado de los infinitos.
Entonces, llegaba el otoño, anunciado por las primeras
nubes preñadas de ceniza y horizonte, librando la tierra
de un azul excesivo como las últimas mareas de la tarde. El humo
anunciaba el final de las hornadas de pan y pasteles, y las mujeres
partían hacia las siegas implacables de una rápida juventud,
riéndose aún en la culpable inocencia de la despedida. Las vi
regresar, de piernas y ojos hinchados por el fermento
del viaje, preparando un invierno de labios y almas cerrados
al furor de las lluvias. Y encuentro, al fondo de la casa, sus sombras
que la melancolía apaga, quietas, invocando en un rezo brusco
la risa ahogada en los pantanos de septiembre y octubre, enseñando
un ritual de secretos y fórmulas para salir de los brazos
olvidados de un cuerpo nocturno.

¿Quién recuerda el movimiento furtivo en la oscuridad
de la habitación, el rumor de amores que el tiempo no retuvo, apremiados
por el final de la tarde? Abro ese armario de frutos prohibidos,
exhalando un perfume de épocas que el silencio estropeó. Ninguna
cosecha los restituirá a la mesa común. Los sujeta un regazo
de tinieblas, sembrando un rastro de hojas estériles; y un coleccionador
monótono pega los trazos inútiles, prosiguiendo la antigua enumeración.
 
 

Versión de Ernesto García Cejas
 
 

EDDA ARMAS

  

 

Oigo pasos lejanos

A Maria Luisa y Elizabeth Schön

 

 

Vamos al capricho
acortando distancias
la chispa en silencio
nostálgica

al querer mirarse
das otra vuelta
a la misma luz
sobre la cama

los pasos,
dicen algo que temo:
“adiós»

zumbido turbio
a la hora agazapada
de cincelar
las sombras.

  

De: “Toma las simple por el tallo”