lunes, 31 de julio de 2017


MARISOL BOHÓRQUEZ GODOY




El mar y sus abismos



Condenada a perder todas las batallas,
elegí ser mar en lugar de roca;
ser impulsada por el viento, sin temor a sucumbir
ante el oscuro vértigo de los acantilados;
porque después de la caída,
sé de la fuerza con la que se levantan
mis enfurecidas olas
y de los remolinos que forman.

Sé de la suave espuma que resulta después de un estallido
– labios sedientos que se desvanecen al besar tus costas-

No evitaré mi sal, capaz de corroer los imponentes barcos;
ni evitaré la desembocadura de aguas dulces
que me traen noticias de otros mundos.

Contendré en mi vientre criaturas nobles, bestias feroces
y seré testigo de los amores que se abrazan con el vaivén
de mi música.

Sepultaré cadáveres y sueños,
pero valdrá la pena este infinito de contradicciones
porque sé que me hallarás un día.
Pedirás luz a las estrellas
para navegarme en las noches
y  valiente como Ulises
enfrentar todas las tormentas
para conducirme a la orilla
donde mi cuerpo cristalino
sobre cálidas arenas encienda su danza;
tus pies se abracen a efímeras caricias
con el deseo de contenerme
o de regresar a mis aguas,
porque un marinero en tierra
es un hombre que ha perdido la vida.




VICENTE QUIRARTE




Mar abierto 



No fue por la palabra misma que yo dije:
“Tu pecho parece el Mar Egeo”.
El mar era entonces sólo un niño
y la espuma aprendiz de esbeltos pasos
rompía en tus pies, dorándolos apenas.
Es verdad:
ciertas noches busqué desesperado,
por frescos callejones de Florencia
el recuerdo de un mar más presentido.
El mar tiraba de mí como promesa,
así como de la planta son futuro
la nube fugaz y el sol que la mantienen.
Mar Tirreno, islas del Egeo,
esmeraldas celestes coronadas
por mis ojos que siempre han visto todo
aunque a veces el brillo los engañe.
Y quién negaba que yo pudiera irme,
que pinceles y muros me dejaran
abandonar la luz, la sombra espesa,
que aquel sereno lago en que bebía
dejara de alimentar mi sed de viaje
y el horizonte nuevo que tendías
dijera hay otros mares
en qué descubrir mi oficio de hombre.
Dije otra vez:
“Tu pecho parece el Mar Egeo”.
Las islas navegaban otras aguas,
asombradas de piel nunca antes vista.
Más allá de las colinas tersas
la espuma plateada me esperaba:
sin saberlo el velero recorría
el mar Mediterráneo por tu vientre.
Y qué fecundo mar y casa y mar amigo
y qué lisura inmortal para mi proa
y qué ansias por ver el mar abierto.
Sin la audacia y el coraje de otros hombres,
marineros de sueños destruidos
por el sueño grotesco de la muerte,
estuve allí, nadé por aguas tersas,
por encrespadas olas que morían
sólo después de castigar las peñas.
Quise decirte mar Mediterráneo,
otra vez colinas tersas, islas del Egeo
(¿lo dije alguna vez? quizá mentía),
pero ya estaba mi arboladura desplegada
y tu vientre anunciaba el maremoto.
¿Quién habló de cortar los mástiles
y detener el vértigo?
¿Qué grito cobarde en la tormenta
imploró la piedad de un cielo sordo?
A toda vela hacia el desastre
quise saber tu nombre, madona,
pero no estaba en mí sino buscarlo,
no saber ni pensar, sólo sentirlo,
y ser uno contigo en esa lucha
donde el cielo y la tierra desembocan.
Y te llamabas yegua y eras otra
y te llamabas carne y aguacero.
Te llamaba entre el viento y respondías,
busqué el ojo del huracán, quise perderme,
Carabela de náufragos del cielo,
Fiel faro de los ángeles caídos,
Madre total, nodriza de delfines,
Relámpago en medio de la noche,
Playa de carena en el crepúsculo,
Canto de las sirenas para Ulises,
Estatura dormida con ahogados,
Isla en nacimiento, sima absorta,
Verde esposa del sol en la mañana,
Guerrera de las nubes, bienhechora,
Refugio de ballenas en invierno,
Acero del tridente de Neptuno,
Promesa de horizonte para el paria,
Veladora del Fuego de San Telmo,
Guardiana de tesoros sumergidos,
Mascarón rescatado por tritones,
Tejedora del traje de la espuma,
Campanario en mitad del maremoto,
Ceñidora del cetro de las olas,
Perfume de la rosa de los vientos,
Señora de los piratas condenados,
Pitonisa de brújulas y cartas,
Hada de los salmones peregrinos,
no me salves no pidas no renuncies
a dejarme en la gloria de perderme,
de ascender al cielo y ver de frente
lo que algún día habrán de ver los ojos
que crucen otro mar abierto y azaroso
ahora y en la hora de nuestras vidas,
Madona.

Regresé con el triunfo en mis banderas.
Los hombres me rodearon en el puerto
envidiando la hazaña de mi buque.
Su casco estaba bruñido, carenado
como esa larga noche en que tus muslos
fueron concebidos por mis manos.
De nadie sino tuya la tristeza
de ángel que camina entre los hombres.
¿Quién puede vivir con gloria en tierra
cuando el tiempo nos quita el goce eterno?
Por eso no olvido, Madona,
por eso no pidas, mi Lucrezia,
que olvide el viaje por ese océano abierto,
márcame para siempre con tus ojos
y después de la herida nazca el mundo.


De “Fra Filippo Lippi: cancionero de Lucrezia Buti”


FRANCISCO GONZALEZ DE LEON





A cero grados



En diciembre y en enero
el mercurio baja a cero;
y se sabe que hubo heladas
en las horas tempraneras,
porque el aire cuajó sobre los vidrios
poniéndoles visillo a las vidrieras:
en diciembre y en enero
el termómetro anda en cero.

Catálogos del invierno:
En el río,
los tejos isotérmicos del hielo
y los cantos agudos del tildío.

En la huerta,
embustera y reseca la higuera
madura en secreto
compota de higos;
y en compensación,
los libros, el sol y el fogón
son nuestros amigos.

Como en tono mate
el violeta concreto de los cielos
se concreta en violetas del arriate:
y en los atardeceres de las tardes huecas
manos invisibles
prenden en fogatas
a las hojas secas.

Las estrellas son pecas
de plata.

Logarítmicos fanales
de las siderales vías;
joyeles en terciopelos;
metales y pedrerías.

En las noches más diáfanas y frías
los trémulos luceros brillan más,
como ojos con lágrimas.



De: “Mi libro de horas”



MARIA ELVIRA LACACI

  


Vida prestada



Señor,
esta vida prestada
que sostengo
a fuerza de dolor
hecho ya aliento,
aliento que me pesa
estancado remanso
que no fluye
ni se renueva con cada latido-
es como las demás. También prestada.
Pero a mí
me dejaste pendiendo
la etiqueta,
el marchamo que dice a todas horas
-porque un viento en el alma lo remueve-:
                                 "Que no me pertenece."

Y se posan
mis tan oscuros y tristones ojos
sobre toda planta que en la tierra crece
y sobre todo ser humano
que a la vida
se entrega totalmente. Apasionado.
Con asombro los miro,
porque a ellos
les arrancaste un día la etiqueta.
La etiqueta que a mí,
angustiosamente,
me baila sin cesar. Frente a los ojos.



SUSANA THÉNON




Oración



Cuándo dejará la luna
de preferir a esos pocos
que tanto a media noche
como al alba
gritan su ardor sin freno.
Cuándo será definitivo
el derecho a soñarse
sin verificar números,
papeles rotos, sexos,
velocidad sin prisa de la sangre.
Cuándo morirá el cielo
-sus castigos-
y el rayo será un niño
entre las hojas.
Cuándo arderán los vientos
sepultados.



RAUL RENAN




Catulinarias



XXII

Se sabe que tu amor
acuna fiebre,
aflora coito,
y que no puedes
aplacar tu lecho
cuando hierve
bajo el sueño inocente
de tu hermana,
Claudio Incesto.


De “Catulinarias y sáficas”


domingo, 30 de julio de 2017


JORGE CUESTA




Paraíso encontrado



Piedad no pide si la muerte habita
y en las tinieblas insensibles yace
la inteligencia lívida, que nace
sólo en la carne estéril y marchita.

En el otro orbe en que el placer gravita,
dicha tenga la vida y que la enlace,
y de ella enamorada que rehace
el sueño en que la muerte azul medita.

Sólo la sombra sueña, y su desierto,
que los hielos recubren y protejan,
es el edén que acoge al cuerpo muerto

después de que las águilas lo dejan.
Que ambos tienen la vida sustentada,
el ser, en gozo, y el placer, en nada.


LUIS BACIGALUPO





Sensación de mundo



En la sensación de este mundo, está el mundo.
En el dolor de las piedras, la humanidad.

No puedo existir hoy sino en la presunción
de una tristeza unánime.
Y multiplicarme
en la mentira que encierra toda verdad.

Bajo el sol se disuelve el amor y sus vínculos
se afianzan bajo la lluvia.

Es movido por el viento, el viento.
Y el fuego vive en el fuego y recibe su calor.

Nada en verdad es cierto
cuando hablamos en nombre de la verdad.

Hoy las raíces del jazmín han muerto
pero sus dos únicas flores permanecen intactas.
Esa hoja, ese brote aspiran y no aspiran a vivir
a no morir.

Porque nada de lo que ha de ser importa
ni nada importa lo que es.
Lo que ha sido no es más que aquello
que no ha de venir.
Es consolador saberlo
mientras el fuego viva en el fuego
de este instante.

Inédito



ENRIQUE CASARAVILLA LEMOS





Tarde



Vamos. Vamos. Sufrimos del destierro del mundo,
del ocaso del mundo cerca ya.

Vamos, vamos, amor...

Tenemos los jardines ahí no más
aún.

Se siente la brisa de lujuria apagada
y lejana del mar...

Lejos, de la mirada de Venus el color
azul vago se apaga.

Ya sin pulso, la voz
de las Gracias se empaña.




SERGIO EDUARDO CRUZ FLORES

  


Principio



Escucho la música de Berlioz como un vidrio roto
en que ningún hálito de sonido
trasciende
las partículas ínfimas
de despertar.

Escucho la música de Berlioz como un gusano
que rodea la sagrada piel frágil, tersa
de una manzana verde
y, tomando fuerza,
la penetra.

Escucho la música de Berlioz como un sitio
de taxis a la una de la mañana
hacia el cual camino
un poco ebrio, lentamente,
pensando navegar
de mi boca al sueño
y fugarme hacia la nada que regresa.



LUIS ROSALES




 El hilván



 Nadie puede saber cuándo comienza a avergonzarse,
y sería conveniente mirar a las estrellas
que se van encendiendo contagiadas de silenciosidad,
para aprender,
al menos,
que la palabra más hermosa de nuestra lengua es la palabra
titilación.
Nadie puede saber cuándo comienza a ser injusto,
pero ya lo está siendo cuando adelanta su voluntar, aunque
tan sólo sea un milímetro, a su pensamiento,
y se aísla de sí mismo
titilando.
¿No has observado que en algunos momentos
—de cuyo número no quisiera acordarme—
la palabra nos suele convertir en un espantapájaros?
y alguien te hace mover los brazos contra tu voluntad,
hasta que llega ese momento en que precisas ser injusto,
en que precisas ser injusto para acabar con todo como se
chasca una nuez en la puerta.
Y no deja de ser curioso que esto pueda ocurrir cuando está
el pan sobre el mantel,
y entonces hablas deshauciándote,
hablas sin responder a ninguna necesidad,
clavando un alfiler en la retina de la persona que más
quieres,
para decir,
si acaso,
una verdad intransitiva que no le sirve a nadie para nada.
Todos debiéramos callar,
todos vivimos del silencio de alguien,
y, sin embargo,
en alguna ocasión,
uando tienes aún el sabor de sus besos en la boca,
te repentizas con la amada como si la quisieras transferir,
ya que la cólera te aísla,
y sientes tus palabras como una amputación,
y prefieres hablar a ponerte una venda,
pues lo propio del hombre es titilar en la noche del mundo.
Sabes que sólo grita quien se siente depuesto y sumariado,
pues el grito obedece a un temor y es un modo en
enfrentarse al vacío;
así pues,
muchas veces,
cuando tienes aún una lágrima suya sobre el labio,
te irritas con la amada extremaunciándola;
y el disgusto puede sobrevenir en un momento de cansancio
último,
puede ser decisivo,
y, sin embargo, lo provocas cortándote los pies
y se hace el daño ajeno a costa propia.

Quizá basta el cansancio para odiarse a sí mismo,
para llegar a ser un hombre previo,
un odio que habla a ciegas
cuando le da la gana o la desgana;
pero tiene que hablar
únicamente
porque al hacerlo vive la más inútil intensidad que se puede
vivir.
Y todo queda entonces en el vano ademán de alzar los
brazos como un espantapájaros,
ya que nadie puede saber,
amiga mía,
cuándo comienza a avergonzarle lo que dice,
como a veces al tirar de un hilván se nos deshace el traje;
pero se tira del hilván,
se intercambian andrajos y palabras,
se hace sufrir inútilmente
tal vez porque sabemos que la presencia de la vida en la
tierra quizá no es más que una titilación.


22 de agosto de 1977



De “Diario de una resurrección”


RAFAEL CANSINOS ASSENS




He



     También a ti la vida te ha cogido entre sus fuertes brazos, y entre sus fuertes brazos
te ha estrujado.
     También a ti la vida te ha seducido con sus grandes senos, y sobre sus grandes senos
te ha doblado tu cuello y ha hecho desflorarse tus labios.
     También a ti la vida, ¡oh corazón!, como a cualquier otro, te ha puesto sobre su falda
y te ha reblandecido con sus besos y te ha dislocado en el torno de sus caderas.


De "El candelabro de los siete brazos"


sábado, 29 de julio de 2017


ANTONIO PORCHIA





La montaña que he levantado me pide un grano de arena para mantenerse en pie.



JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ




Alfama



Atraviesa el amor, o lo que sea,
el mapa desdoblado ante los ojos
de la chica que aprieta en su bolsillo
una llave. Pasa el tráfico lento
y el espejo fugaz de la garúa;
cae desolación desde las nubes
encima de sus hombros y el destello
de su ajorca. Sujeta con firmeza
el tesoro metálico, aligera
el ritmo apresurado de sus pasos
sin mirar hacia atrás. La cerradura
queda lejos aún de su impermeable.
La puerta que ha de abrir tendrá el relámpago
de la pieza dentada entre sus yemas
y el secreto interior de la llovizna.
Afuera quedarán Lisboa y sus eléctricos,
los cálidos aromas del óxido del Tajo
corriendo inalcanzable hacia los puentes.



ISABEL FRAIRE




Amor y teatro



I

gesticular mirando con el rabo del ojo hacia el espejo

espejo ante el espejo

para qué

en el fondo
no soy no puede nadie ser
sino esta nada
este ojo

este cero que se refleja en otro cero

y el amor más glorioso
dos ficheros de imágenes
que por azar coinciden



II

Y SIN EMBARGO

quiero sacar mi yo
de detrás del espejo
y clavarlo en el tuyo
sin remedio





EFREN REBOLLEDO





El Duque de Aumale



Bajo la obscura red de la pestaña
Destella su pupila de deseo
Al ver la grupa de esplendor sabeo
Y el albo dorso que la nieve empaña.
Embiste el sexo con la enhiesta caña
Igual que si campara en un torneo,
Y con mano feliz ase el trofeo
De la trenza odorífera y castaña.
El garrido soldado de Lutecia
Se ríe de sus triunfos, mas se precia
De haber abierto en el amor un rastro,
Y gallardo, magnífico, impaciente,
Como un corcel se agita cuando siente
La presión de su carga de alabastro.


Caro victrix (1916)


MALENA DE MILI



  

Vibración



Me gustaría callar,
callar,
y en el silencio absoluto
poder percibir
el vibratto al interior de tus testículos
en toda su pureza,
tu semen en punto de ebullición
desgarrando la luz de sus cuerdas.

Y vibrar al fin
contigo derramado


JOSE MANUEL ARCE




Paisaje



Igual que las antenas de los televisores
tiendo a veces mis brazos para captar tu imagen.
Frío árbol de aluminio,
Y voy por la ciudad buscándote,
llamándote,
auscultando uno a uno los canales del viento.
Se me llenan los ojos de anuncios y señales,
de violencias ajenas, de misterios vulgares.
Pero tú no apareces.
Igual que las antenas de los televisores
tiendo mis fríos brazos de aluminio
en todas direcciones
para ver si te encuentro.
Abro mi pecho acústico para oír tus palabras
que lleguen por mis brazos
al corazón sonoro.
Pero tu voz no llega.
¿Dónde estás?
¿Por dónde pasa el río tembloroso de tu imagen?
¿Dónde estás?
No te encuentro. No capto
tu huella de luciérnagas.
Y me quedo en la noche
igual que las antenas de los televisores,
con mis rígidos brazos como árbol de aluminio.



viernes, 28 de julio de 2017


ELEONORA FINKELSTEIN




El ángel



Se vestía de blanco (tenía
cierta fijación –más bien rústica–
por la metáfora).
“Todo ángel es terrible”, decía
y cerraba el negocio.

Las mujeres entornaban los ojos
para entender mejor.
Pobres, feas, de las que se cambian el nombre
por Rosemary o Jacqueline y coleccionan muñecas.

Yo era una tipa fuerte y andaba con él,
habría sido una puta perfecta
pero iba a la universidad.
Tampoco me pidan que sea un ángel.

El cuento es que volaba,
volaba porque ese verso
–“Todo ángel es terrible”–
era su retrato fiel.

El mensajero del Oriente,
de la aspirina y el bicarbonato,
pensaba yo, y volaba también
mientras en la vereda
todo sucedía con naturalidad:
“este soy yo y esto es lo que hago”.
Canturreaba: “te ofrezco lo mejor de mí…”

¿Estaba suficientemente alerta?
¿Miraba cuando el ángel volteaba
los espejos para la degustación?
¿Entendía tanta mirada oblicua
si la cosa se ponía caliente de verdad?
Asuntos de un oficio terrible, me decía,
de la ira de Dios.
¿A qué temer? Después de todo,
no hay nada que te mate dos veces.

Debería contar esto alguna vez.
Pero contarlo mejor, contarlo bien.
Porque sé que es algo que nadie
buscaría recordar jamás.
Porque sé que todo ángel es terrible.
Y yo no soy un ángel.



DIONICIO MORALES




Señales



XII


No digas
                 que no te quiero
si te olvido
                  un día

El olvido
                 es la memoria
fiel
     del
            tiempo 



De: Inscripciones y señales


VÍCTOR HUGO




Ayer, al anochecer



Las sombras descendían, los pájaros callaban,
la luna desplegaba su nacarado olán.
La noche era de oro, los astros nos miraban
y el viento nos traía la esencia del galán.

El cielo azul tenía cambiantes de topacio,
la tierra oscura cabello de bálsamo sutil;
tus ojos más destellos que todo aquel espacio,
tu juventud más ámbar que todo aquel abril.

Aquella era la hora solemne en que me inspiro,
en que del alma brota el cántico nupcial,
el cántico inefable del beso y del suspiro,
el cántico más dulce, del idilio triunfal.

De súbito atraído quizá por una estrella,
volviste al éter puro tu rostro soñador...
Y dije a los luceros: "¡verted el cielo en ella!"
y dije a tus pupilas: "¡verted en mí el amor!"


Versión de Salvador Díaz Mirón


JORGE GAITÁN DURÁN





Canícula



El sol abrasa toda
Vida. No mueve el viento
Un árbol. Fuera del tiempo
Está el fasto del día.
La canícula absorbe
Las horas, los colores,
El silencio.

De repente óyese una gota
De agua, y otra,
Y otra más, en la tarde.
Es la música.


MARILINA RÉBORA







Resultará forzoso el cruel alejamiento
Y habrá que decidirse, como lo inevitable,
Lo mismo que aceptamos la violencia del viento,
El rugido del mar o el tiempo inexorable.

Habrá que tener ánimo en el fatal momento
Para abdicar de todo lo que nos fue agradable,
Y saber resignarnos en el recogimiento
Con el gesto tranquilo ante lo inapelable.

Los ojos en el cielo, frente al azul del día,
Serán dulce consuelo las venturas de otrora
-El hogar de la infancia, juventud, poesía-,
Y al alumbrar la luna, al filo de la sombra,
Tendré la paz ansiada, y llegará la hora
En que cerca de Dios, tan sólo a Dios se nombra.



MARUJA VIEIRA



Letras de arena


Háblame. Al fin y al cabo
mis sueños están hechos de palabras.
Tus palabras.
Las que nunca me has dicho y están vivas
con fuerza de memoria verdadera.
Vivas como en el fondo transparente
las estrellas marinas.
Como el recuerdo tuyo que me sigue
y voy llevándolo.
Sin que lo aparte un cielo distinto ni una ola,
ni siquiera la sombra de otro cuerpo.
Escucha... El mar enreda
sus dedos verdes en los arrecifes.
Es como si tu voz estuviera buscándome
sin encontrarme y sin que yo la encuentre.
Desde lejos
viene a azotarme el rostro tu silencio.




jueves, 27 de julio de 2017


TOMAS TRANSTRÖMER




Caprichos



Oscurece en Huelva: palmas tiznadas
Y el murciélago rápido,
blanco plateado del silbar del tren.
Las calles se han llenado de gente.
Y la señora apresurada
en el tumulto cuidadosamente pesa
la última luz del día en la balanza de sus ojos.


Versiones de Roberto Mascaró


De: “El cielo a medio hacer”


FEDERICO HERNÁNDEZ AGUILAR

  


Tu pubis
                                                        a D…



Invitación a ver lo que no veo.
Desafío que ampara mis locuras.
Razón de mis atléticas posturas.
Todo origen si origen deseo.

Premura constipada que a Teseo
dirige nuevamente a las oscuras
entrañas del misterio. Voz que a duras
penas tiene una lengua. Mi recreo.

Si rincón, el preciso; el necesario,
si refugio. Verdad tan inocente
que no requiere sombra ni escenario.

Rastro -mujer de Lot- de tantas sales.
Antiguo silo de un afán reciente.
Levedad que se erige en mil finales.