Principio
Escucho
la música de Berlioz como un vidrio roto
en que
ningún hálito de sonido
trasciende
las
partículas ínfimas
de
despertar.
Escucho
la música de Berlioz como un gusano
que
rodea la sagrada piel frágil, tersa
de una
manzana verde
y,
tomando fuerza,
la
penetra.
Escucho
la música de Berlioz como un sitio
de
taxis a la una de la mañana
hacia
el cual camino
un poco
ebrio, lentamente,
pensando
navegar
de mi
boca al sueño
y
fugarme hacia la nada que regresa.
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