jueves, 6 de octubre de 2022


 

ADRIENNE MONNIER

 


 

Como la monja antigua

A Simone Guye

 

 

Como la monja antigua
Que en sí misma encontraba
La regla, y que ponía,
Con sus hermanas, casa
Entre granja y convento,
Abrí mi Librería.
¡Pero yo Dios no tengo!
Ese nombre me hiere
Muy hondo en mis raíces,
Las ganas de vivir
Me arranca, y el vendaje
Que recubre esta llaga
Que nada nos curó.

Ciertos hermanos míos
Ejercen sobre mí un poder,
Me sosiegan sus órdenes,
Para ellos trabajo,
Y olvido así mis penas,
Y también los consuelo.

Soy yo la que conduce
Al viajero perdido,
Y me caliento al fuego
Que enciendo para él,
Uniendo a sus plegarias
Mi voz llena de noche.

  

Versión de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán

 

 

HENRI MICHAUX

 

 

 

Tachadores

 

 

Fustas de fuego, de agujero, de hiel
fusta contra los buenos y los malos
contra las órdenes y contra los ojos
contra las manos del suplicante

Brasas sobre la camisa del Rey
brasa sobre la boca del monje

Crujido en los mil espejos
crujido sobre los charcos de laca

Chillido de la Musa
chillido del coro de los ángeles
graznido en las cortes

Manchas sobre las doctrinas
tripas sobre las doctrinas
salivazos sobre las doctrinas

Tapón para la voz anónima
para la inflamada voz anónima
para los molinos que fabrican estrellas

Llagas sobre el acero
llagas sobre las estructuras
llagas sobre los planes para el futuro

Tachadura
sobre los hermanos y los padres
y sobre los nuevos padres disfrazados de hijos

sobre la puerta de la paz
hacedora de almas descuartizadas

sobre las calles que espían
sobre las filas que aplauden

sobre las voces de terciopelo
sobre los limpia-miserias
preparadores de la más innoble miseria

sobre las voces que rigen la momentánea ciencia
sobre los liquidadores del Edipo

sobre los discípulos, los discípulos de los discípulos
nacidos esclavos ávidos de otros esclavos

Tachadura sobre los rasgos del rostro
sobre la huella del objeto
sobre la huella del hecho

sobre los innumerables enemigos sobre los que nunca se ha vomitado suficiente
tabla rasa no una vez sino mil veces mil veces por rehacer

sobre el origen
sobre los desarrollos
sobre lo proliferante
sobre el endulzamiento, pez piloto de la cercana blasfemia

sobre sí
sobre ti
sobre el eje

tachadura
tachadura
tachadura

Catedrales de la zozobra
de la rabia
de la boñiga
del absceso
de la injuria
de la llaga adentro
del odioso traidor que se divierte como la flecha que huye

del submarino que se hunde asfixiado
de la rata que muere de arsénico
del pene quemado
del anzuelo en la aorta

espinosas
verrugosas
apofísicas
amorfas
polimorfas
locas
arrebatadas
inflamadas
catedrales no benditas no ungidas
del absurdo
de la exasperación
del sufrimiento
del hambre del salvaje
de la sed del traicionado
del mejoramiento imposible
del crujido de los dientes
del grito
del grito
del grito
catedrales, ¿cuándo podremos verlas?

Al fin erigidas
al fin a la imagen de nuestra medida inmedida
dominando vertiginosamente metrópolis y poblados
unidos, nosotros y ellas, a pesar de su masa y su dureza
como hermanos siameses pegados por la boca
por la rabia, por los riñones, por el ano
por la abyección común difícil de olvidar
por todo lo que se ha perdido implacablemente desde los inicios

por la desdicha de la postura
por toda la vieja cola reumática
por la nueva instalación aún más hiriente
aún más deformante
por la sin embargo inextinguible tendencia a sublimarlo todo

catedrales
monstruosamente encajadas de cara al cielo
nuestras catedrales
¿cuándo podremos verlas?

 

 

ANNA DE NOAILLES

 

  

XXII

 

 

Sabios de todos los tiempos, de todas las patrias,
frentes tranquilas y cuerpos resignados,
espíritus que no pueden, lejos de todo lo que reza,
más que concebir y que negar.

Honor de la razón, inteligencias justas,
que de la tierra a los cielos conocidos
no levantan gritos de esperanza ni de exigencia,
oh contempladores de los ingenuos.

Cuando el horizonte no es más que una alta muralla
sin ninguna rosa y ninguna paloma torcaz,
cuando por vanos placeres parece que nos burlamos
de la gravedad que amabas.

¡Cuando los muertos son nuestros muertos,
porque toda la diferencia
es entre los míos y los tuyos!
Cuando hay que soportar solo un completo sufrimiento,
¿qué ilusión te sostiene?

Ciertamente enorgullece oponer el coraje
a lo que se ve desflorar,
y abordar en paz las derrotas de la edad.

Pero es más puro morir.

  

De: “El honor del sufrimiento”

 

SAINT-JOHN PERSE

 


 

El libro

 

 

Y qué queja entonces en boca del lar, una noche
de largas lluvias en marcha hacia la ciudad, removía
en tu corazón el oscuro nacimiento del lenguaje:
“…De un luminoso exilio -y más lejano ya que la rodante tempestad
-¿cómo guardar las vías, ¡oh Señor!, que me habíais entregado?
“…¿Sólo me dejarás esta confusión de la noche,
después de haberme, en un tan largo día, nutrido con la sal de tu soledad,
“testigo de tus silencios, de tu sombra y de tus grandes gritos? ”

-Así te quejabas, en la confusión de la noche.
Pero bajo la oscura ventana, ante el lienzo de muro frontero,
cuando no podías resucitar el esplendor perdido,
abriendo el Libro,
paseabas un desgastado dedo por sobre las profecías,
y luego, fija la mirada en el espacio, esperabas el instante de la partida,
el levantarse del gran viento que te desellaría de un golpe,
como un tifón, partiendo las nubes ante la espera de tus ojos.

 

De: “Imágenes para Crusoe”

 

 

MANUEL JULIÁ

 

  

Azul

 

 

Sí, es domingo ahora, aunque no lo sea.

El sol es una magia del que nunca habla, un dictado

en la lengua más extranjera que existe sobre la vida,

una metáfora escrita por Dios, la metáfora del silencio.

Te acercas sin que te vea, caminas a mi lado,

vuelves, ¿de dónde has llegado para ser voz de ausencia?

Con la luz de los pájaros avanzas hacia mí.

Eres la blancura de este sol de domingo pleno,

este sol que está en tus ojos y en tus dedos y en

tu vestido de seda que brilla como si estuviera

en un cuerpo vivo. Voy a caminar por el campo

para saber que no estoy muerto ni perdido.

Voy a celebrar que este recuerdo no muere porque

se alimenta de un sol elegido para amarme,

y para caminar conmigo por la memoria

mirando la fuerza más poderosa de la ausencia,

un sol de domingo que enciende en mí tu nombre.

  

De: “Madre”

 

ÁLVARO TATO

 

  

Raso

 

 

Entre tierra y cielo

pasa a baja altura

la sombra insegura

de su pardo vuelo,

 

bebe agua del suelo,

salta con soltura

a la llama pura

del celeste hielo

 

y sigue adelante,

raudo corazón,

alma de gigante,

 

alada canción,

fino trino errante,

último gorrión.