XXII
Sabios
de todos los tiempos, de todas las patrias,
frentes tranquilas y cuerpos resignados,
espíritus que no pueden, lejos de todo lo que reza,
más que concebir y que negar.
Honor
de la razón, inteligencias justas,
que de la tierra a los cielos conocidos
no levantan gritos de esperanza ni de exigencia,
oh contempladores de los ingenuos.
Cuando
el horizonte no es más que una alta muralla
sin ninguna rosa y ninguna paloma torcaz,
cuando por vanos placeres parece que nos burlamos
de la gravedad que amabas.
¡Cuando
los muertos son nuestros muertos,
porque toda la diferencia
es entre los míos y los tuyos!
Cuando hay que soportar solo un completo sufrimiento,
¿qué ilusión te sostiene?
Ciertamente
enorgullece oponer el coraje
a lo que se ve desflorar,
y abordar en paz las derrotas de la edad.
Pero
es más puro morir.
De:
“El honor del sufrimiento”
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