domingo, 2 de septiembre de 2012


CRISTINA MAYA






La carta


                                          Para Said en las inolvidables
                                                          tierras de Egipto.

Si escribo con símbolos tu nombre
y cotidianamente te descubro
todo me lleva a ti.
Si en los rastros del viento,
en los signos del agua
te conozco,
eres para mí la imagen viva
de una eterna presencia.

Yo aún añoro un azul transparente,
un desierto enigmático,
la grandeza de un mundo ahondándose en mí
y la arena me quema todavía.
¡Cuánto sol!
Cuánto amor detrás de cada piedra,
buscando su refugio,
su espejismo encantado
entre las sombras...

Aún me liga la cadena del tiempo,
el misterioso jeroglífico,
el gesto inmemorial hallado
en cada sello,
en cada fragmento de granito,
en el recinto sagrado de los muertos.

Amor, cuántos recuerdos,
cuánta historia estremecida
por mil guerras fugaces,
cuánta hermosura en cada empresa,
cuánta tragedia al mismo tiempo.
Imagen tras imagen,
vuelven a aparecer los monumentos,
las columnas inmensas,
los fantásticos templos.

Todo se transfigura
y el tiempo se dilata,
se torna dúctil, susceptible al calor
de la memoria.
Entonces pareces más cercano,
como personificando un mito
y vuelve a mi recuerdo aquella noche.
La esfinge y las pirámides
entre ecos y luces taciturnas,
eran el límite del mundo...

Que grandioso espectáculo
cubriendo en horizonte
y entre besos de estrellas
qué hondo aliento respiramos,
qué eternidad nos conmovió
hasta el fondo.

Desde esta tierra americana
donde el sol y la lluvia se confunden,
donde los páramos, los montes se entrelazan
y las vorágines se crecen día a día,
desde este mundo joven te recuerdo
y olvido la distancia y las fronteras.

MARUJA VIEIRA






Al final del camino



Sólo pido
tu rostro para el sueño.
Tu nombre dibujado
en los telones del recuerdo.

Me iré con ellos lejos,
a la ciudad tranquila de los lirios,
de las campanas y de las violetas.

El tiempo será largo como un río
y seguirá copiando el mismo cielo
eternamente.

Y eternamente clara, casi viva
tu sombra estará cerca.

JORDI DOCE





Marea baja



La lentitud del mar es un deseo
de ser mar sin más, agua reposada
que naufraga en sus limos y se empapa
de perfumes adivinados, algas
para anunciar el fin del día, sal
para curar la herida de la luz,
espuma donde el cuerpo del bañista
gira y se desvanece en la distancia,
mientras los tamarindos juntan sombra
y el paseo envejece al paso
de un viento que es más viento
en lo que nunca es mar
-calles y toldos, roca y cielo,
rostros que cobran vida al olvidarse
de sí mismos, pasos sin rumbo
al caer de la tarde, lentos ojos anónimos
que escuchan el rumor de las aguas
y su oscuro reposo.
                                          Decir mar
junto a este mar ajeno de septiembre
es decir la respiración del tiempo,
deseo igual a vida, quieto aliento
de lo que nada busca y nada inquiere
mientras el día se dispersa
y las sombras regresan a sus cuerpos.

Ser este mar que se rehace.

De "Lección de permanencia"
Pre-textos Poesía 2000

MARÍA CINTA MONTAGUT






 -Es un río interminable el silencio...



Es un río interminable el silencio
En cuyas aguas sólo la vida,
Sólo los minutos cada día aprendidos
Traducen el destino y lo anuncian
Más allá de la muerte.
También es río el camino del mar
Como la sangre o las palabras.
Pero sólo el silencio es la suma
De todo cuanto el tiempo ofreció
Y negó el tiempo.

De "Teoría del silencio" 1997

DAVID N. CAMPOS






En solitario




Lo primero que se debe hacer
ante un cambio de planes es
mirar bien:
vas a estar solo,
                                   mucho
y no podrás costearte tu vida
en solitario
vas a tener que ahorrar
hasta las lágrimas.

No hay mucho qué gastar y
el cielo o el infierno:
todo
cuesta caro.
Casi lo mismo que cuesta
ver amanecer cada día
y que no haya
para comprarte las sonrisas
cuyo precio
nadie estuvo dispuesto a pagar.

Después vendrán los recuerdos
aves extrañas
en un cielo más extraño aún.
Silencios: humo en los ojos
ausencias insufribles donde
las preguntas,
esas otras aves,
trinan en la temblorosa
y lejana figura caminando
hacia otro lado del mundo.

Y al final descubrir
la insuficiente saciedad
de esas palabras
inútiles, resbaladizas,
desgastadas,
en el borde
o cayendo
en un abismo
muy parecido al suelo
donde, según los establecidos,
deben permanecer los pies.