miércoles, 31 de julio de 2013

ISABEL FRAIRE




Mi amor descubre objetos…



mi amor descubre objetos
sedosas mariposas
se ocultan en sus dedos

sus palabras
me salpican de estrellas

bajo los dedos de mi amor la noche
brilla como relámpago

mi amor inventa mundos en que habitan
serpientes cuajadas de brillantes

mundos en que la música es el mundo

mundos en que las casas con los ojos abiertos
contemplan el amanecer

mi amor es un loco girasol que olvida
pedazos de sol en el silencio




GERARDO DIEGO




Glosa


Déjame vivir verdades:
la verdad de tus miradas,
la de tus apasionadas
promesas de eternidades,
y entre tus sinceridades,
la doble verdad querida
con que llaman a la vida
tus dos palmas amorosas
cuando estrechan, perezosas,
mi mano desfallecida.



TOMÁS SEGOVIA





Lluvia estival



En la apartada noche ya sin nadie,
tibia, agitada, leve cae la lluvia,
sola para sí sola.

Íntima bailarina por la noche,
misteriosa, alocada,
gime allá, vuela, ahoga aquí una risa,
caprichosa musita, se interrumpe,
juguetona, inquietante,
viene y va, calla, desde lejos torna
con sonreídas lágrimas,
va a decir algo que en suspiro muere.

Y huyendo con susurros
y voces de sirena,
deja en el aire un mórbido perfume
de amor difunto en punzante recuerdo,

y en el alma el errático, incurable,
secreto amor de todas las derivas...




ROSARIO CASTELLANOS




Trayectoria del polvo


VII

He aquí que la muerte tarda como el olvido.
Nos va invadiendo, lenta, poro a poro.
Es inútil correr, precipitarse,
huir hasta inventar nuevos caminos
y también es inútil estar quieto
sin palpitar siquiera para que nos oiga. 

Cada minuto es la saeta en vano
disparada hacia ella,
eficaz al volver contra nosotros. 

Inútil aturdirse y convocar a la fiesta
pues cuando regresamos, inevitablemente,
alta la noche, al entreabrir la puerta
la encontramos inmóvil esperándonos. 

Y no podemos escapar viviendo
porque la Vida es una de sus máscaras. 

Y nada nos protege de su furia
ni la humildad sumisa hacia su látigo
ni la entrega violenta
al círculo cerrado de sus brazos.



VICENTE ALEIXANDRE




Triunfo del amor



Brilla la luna entre el viento de otoño,
en el cielo luciendo como un dolor largamente sufrido.
Pero no será, no, el poeta quien diga
los móviles ocultos, indescifrable signo
de un cielo líquido de ardiente fuego que anegara
                                                                     las almas,
si las almas supieran su destino en la tierra.

La luna como una mano,
reparte con la injusticia que la belleza usa,
sus dones sobre el mundo.
Miro unos rostros pálidos.
Miro rostros amados.
No seré yo quien bese ese dolor que en cada rostro asoma.
Sólo la luna puede cerrar, besando,
unos párpados dulces fatigados de vida.
Unos labios lucientes, labios de luna pálida,
labios hermanos para los tristes hombres,
son un signo de amor en la vida vacía,
son el cóncavo espacio donde el hombre respira
mientras vuela en la tierra ciegamente girando.
El signo del amor, a veces en los rostros queridos
es sólo la blancura brillante,
la rasgada blancura de unos dientes riendo.
Entonces sí que arriba palidece la luna,
los luceros se extinguen
y hay un eco lejano, resplandor en oriente,
vago clamor de soles por irrumpir pugnando.
¡Qué dicha alegre entonces cuando la risa fulge!
Cuando un cuerpo adorado;
erguido en su desnudo, brilla como la piedra,
como la dura piedra que los besos encienden.
Mirad la boca. Arriba relámpagos diurnos
cruzan un rostro bello, un cielo en que los ojos
no son sombra, pestañas, rumorosos engaños,
sino brisa de un aire que recorre mi cuerpo
como un eco de juncos espigados cantando
contra las aguas vivas, azuladas de besos.

El puro corazón adorado, la verdad de la vida,
la certeza presente de un amor irradiante,
su luz sobre los ríos, su desnudo mojado,
todo vive, pervive, sobrevive y asciende
como un ascua luciente de deseo en los cielos.

Es sólo ya el desnudo. Es la risa en los dientes.
Es la luz o su gema fulgurante: los labios.
Es el agua que besa unos pies adorados,
como un misterio oculto a la noche vencida.

¡Ah maravilla lúcida de estrechar en los brazos
un desnudo fragante, ceñido de los bosques!
¡Ah soledad del mundo bajo los pies girando,
ciegamente buscando su destino de besos!
Yo sé quien ama y vive, quien muere y gira y vuela.
Sé que lunas se extinguen, renacen, viven, lloran.
Sé que dos cuerpos aman, dos almas se confunden.



JUAN BAÑUELOS






Coitus non interruptus

   Al preguntarle Zeus y Hera a Tiresias
                            quién gozaba más en la cama si el hombre o
                            la mujer, el adivino respondió: “si las partes
                            del placer se cuentan como diez, corresponden
                            tres veces tres a ellas y una sola a los
                            hombres”. Hera, entonces, furiosa, lo cegó
                            convirtiéndolo en mitad hombre y mitad mujer.
                                                                                       Ovidio




no basta ser /
                                   la música ahora fluye
                                                                     de tu sexo
y sobre ti
                 ya no soy algo extraño
                                       sino tu propio pensamiento /
                                                               un abatido coñac
                                                             duerme en la mesa
tus pechos distanciados
por motivos mundiales
aplauden mi derrota inminente
                                                        tu virgo
                                                        lenidad
                                                        se emperra
                                                        me estran
                                                        gula
y en medio de las sábanas
tú pronuncias mi nombre
                         —arrojándolo lejos / como la última ropa
para sentirme más desnudo