sábado, 12 de octubre de 2019


JULIAN PRZYBOŚ





Madrugada de abril



Los árboles —cunas del espacio—
columpiaron el cielo en los prados.
Madrugada en el jardín, madrugada
volante, madrugada por encima de nosotros,
tiempo es ya
de que surja el sol.

¡Quítale, esposa, pañales de sombra,
a esa criatura desnuda
que por primera vez al mundo,
a nosotros, tan soberanos,
mira!


ALFONSO CORTÉS





La flor del fruto



En el silencio de las flores se halla
un sacro amor que al porvenir inmuta:
el ser es fin para la propia ruta,
si hay una gracia que perfuma y calla.

La sangre dulce que en la lengua estalla,
al oprimir la carne de una fruta
es la palabra viva y absoluta
en que cada árbol su virtud ensaya.

El hombre es árbol místico y apenas
comprende Espacio y Tiempo si se vierte
en flor de su alma y fruto de sus venas;

porque en su doble esencia inconfundida,
sacan miel las abejas de la Muerte
y perfume las rosas de la vida.


ANA LILIA FÉLIX PICHARDO





Moras en la cordillera II



Fango en mis piernas
ya la pólvora muere
nacen orquídeas.


MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ





VIII



Como futuras lluvias y tormentas su voz
como el pastel para unos labios
como las calles de las que todos corren
como vivir en el exterior para ver lo que es quedarse fuera
buscando ávidamente la nieve.


YEMIRA MAGUIÑA





Reflexión del puberto



La congoja de breves años mal vividos pesa
el silencio, cuchillo en mano, termina el homicidio con brutalidad
y nos sentimos desnudos ante el cercano abismo .

Mañana o más tarde cenaremos todos callándonos la boca
callándonos los brazos
atándonos las lenguas con comida y más comida
vaciándonos los ojos
quebrándonos siluetas y miradas
rabia
rabiamos la vida masticando
una bola de podredumbre que azota la llaga una vez más
para que sigamos riendo los labios desde la ventana
y un puñal en la espalda nos recuerde la verdad.



ANA AJMÁTOVA





Tres cosas le encantaban



Tres cosas le encantaban a él:
los pavos reales blancos, las oraciones vespertinas
y los desteñidos mapas de América.
No soportaba los mocosos chillones,
ni la mermelada de frambuesa con su té,
ni la histeria femenina
...y estaba atado a mí.


(1911)