La flor del fruto
En el silencio de las flores se halla
un sacro amor que al porvenir inmuta:
el ser es fin para la propia ruta,
si hay una gracia que perfuma y calla.
La sangre dulce que en la lengua estalla,
al oprimir la carne de una fruta
es la palabra viva y absoluta
en que cada árbol su virtud ensaya.
El hombre es árbol místico y apenas
comprende Espacio y Tiempo si se vierte
en flor de su alma y fruto de sus venas;
porque en su doble esencia inconfundida,
sacan miel las abejas de la Muerte
y perfume las rosas de la vida.
En el silencio de las flores se halla
un sacro amor que al porvenir inmuta:
el ser es fin para la propia ruta,
si hay una gracia que perfuma y calla.
La sangre dulce que en la lengua estalla,
al oprimir la carne de una fruta
es la palabra viva y absoluta
en que cada árbol su virtud ensaya.
El hombre es árbol místico y apenas
comprende Espacio y Tiempo si se vierte
en flor de su alma y fruto de sus venas;
porque en su doble esencia inconfundida,
sacan miel las abejas de la Muerte
y perfume las rosas de la vida.
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