sábado, 1 de noviembre de 2014

CÉSAR VALLEJO



He encontrado a una niña...

 
 
He encontrado a una niña
en la calle, y me ha abrazado.
Equis, disertada, quien la halló y la halle,
no la va a recordar.
Esta niña es mi prima. Hoy, al tocarle
el talle, mis manos han entrado en su edad
como en par de mal revocados sepulcros.

Y por la misma desolación marchóse,
              delta al sol tenebloso,
              trina entre los dos.

              «Me he casado»,
me dice. Cuando lo que hicimos de niños
en casa de la tía difunta.
               Se ha casado.
               Se ha casado.

Tardes años latitudinales,
qué verdaderas ganas nos ha dado
de jugar a los toros, a las yuntas,
pero todo de engaños, de candor, como fue.

 

 

 

MANUEL SCORZA



Epístola de los poetas que vendrán

 

Tal vez mañana los poetas pregunten
por qué no celebramos la gracia de las muchachas;
tal vez mañana los poetas pregunten
por qué nuestros poemas
eran largas avenidas
por donde venía la ardiente cólera.

Yo respondo:
por todas partes oíamos el llanto,
por todas partes nos sitiaba un muro de olas negras.
¿Iba a ser la Poesía
una solitaria columna de rocío?
Tenía que ser un relámpago perpetuo.

Mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras llueva sobre el pecho de los mendigos,
mi corazón no sonreirá.

Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
No digáis el romance de los lirios.
Hay cosas más altas
que llorar amores perdidos:
el rumor de un pueblo que despierta
¡es más bello que el rocío!
El metal resplandeciente de su cólera
¡es más bello que la espuma!
Un Hombre Libre
¡es más puro que el diamante!

El poeta libertará el fuego
de su cárcel de ceniza.
El poeta encenderá la hoguera
donde se queme este mundo sombrío.

 

De "Las imprecaciones" 1955

 

 

MANUEL GONZÁLEZ PRADA

 

El pájaro ciego

 


I

Era un Pájaro de nieve:
Con su inefable cantar,
Derramaba en tristes pechos
Alegría sin igual.

-«Pájaro, el Inca murmura,
Tu canción me atedia ya:
Siempre cantas alegrías,
Nunca lloras el pesar.

Lanza quejas doloridas,
Porque sufro negro afán,
Porque siento una amargura
Melancólica y mortal.

Canta canciones que aumenten
Mi congoja más y más,
Que yo gozo en mi tristeza,
Que yo gozo en mi penar».


Mas el Pájaro de nieve,
Sordo al mandato real,
Canta siempre la ventura,
Pero tristeza jamás.
 

II

Murmura un viejo Cacique:
-«Rey, al Pájaro cegad,
Y con lánguida tristeza
Su canción exhalará».

Ciego, el Pájaro de nieve
Siente y sufre pena tal,
Que, si fue de blancas plumas,
Es de negras plumas ya.

Canta dolor y amarguras
Con tan lúgubre cantar
Que, a su voz, las fieras lloran
Y se quiebra el pedernal.

Todos cierran los oídos,
Todos huyen y se van:
El oír los tristes cantos
Es gemir y agonizar.

La hija tierna del Monarca
Oye el canto sin igual,
Y solloza, y se adormece,
Y no despierta jamás.

Prorrumpe el Inca, estallando
Con la voz del huracán:
-«Pronto al Pájaro la muerte,
Pronto al Cacique cegad».


 

 

JOSÉ WATANABE


  

Las Mariscadoras

 

Al amanecer
una decena de muchachas, como en un mito,
                     entran algunos palmos en el mar tranquilo.

Visten un traje negro
                                                 y buscan
entre las piedras
los cangrejos y las conchas que ha dejado la marea alta.

               Una roca oscura se confunde con ellas. Sólo asoma
hierática,
con el agua baja. Si respirara el aire salino de las
muchachas reiría con ellas
              que se lanzan cangrejos y comen almejas crudas.
Las muchachas ignoran que esa alegría vibrátil
        es su victoriosa debilidad.
                           Cuando la marea suba
huirán del avance de las aguas, la roca no.
Ella será la hermana severa
que increíblemente pasa la noche bajo el agua.
                           Mañana
volverá a emerger con la cabellera de rizadas algas
y el triste orgullo de no deberle nada a nadie.

 

 

MARIELA DREYFUS



 

 
 

Memoria de Electra

 

Soy un hombre.
He construido un templo
donde mi virilidad no tiene límites.
Cinco vírgenes me rodean
de día las desnudo al contemplarlas
de noche cubro sus cuerpos
con mi semen angustioso y renovado.
Esta necesidad
me viene de muy niño;
cuando intentaba soñar
me despertaban los gemidos
de mi madre y de su amante.
Pero soy un hombre.
Que nadie se atreva
a profanar mis reinos.

 

 

XAVIER ECHARRI



Ve

 

Quiero escribir con sangre y sólo salen lágrimas.
Las lágrimas son transparentes. Nadie ve.