"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 24 de mayo de 2019
BEYDDY MUÑOZ
Y el amor pregunta
Y
el amor pregunta:
¿dónde
quedé yo sin los dos?
Si
yo era la “R” de su ciRco
la
“S” de su kamaSuntra
la
burlona “L” de su fideLidad.
Comprensible
¡Con
el aserrín
de
la caja de gato!
EDUARDO MITRE
Para un adiós
Un abrazo y palabras entrecortadas
habrán dicho el adiós increíble.
Y entre tu cuerpo y el mío
manará sin cesar la distancia.
Como se apela a una hierba mágica
para sanar del mal de ausencia,
escribiré entonces estas líneas.
Y si el tiempo que une y que separa,
lo entrega un día a tu mirada,
léelo, mas no vuelvas la cara.
Hermosa y feliz en tu presente,
no cometas el error de Eurídice;
que yo, al recordar tu dulce voz,
cuidaré que me aten como Ulises.
Un abrazo y palabras entrecortadas
habrán dicho el adiós increíble.
Y entre tu cuerpo y el mío
manará sin cesar la distancia.
Como se apela a una hierba mágica
para sanar del mal de ausencia,
escribiré entonces estas líneas.
Y si el tiempo que une y que separa,
lo entrega un día a tu mirada,
léelo, mas no vuelvas la cara.
Hermosa y feliz en tu presente,
no cometas el error de Eurídice;
que yo, al recordar tu dulce voz,
cuidaré que me aten como Ulises.
De: "Líneas de
Otoño"
HECTOR MURENA
Lamento de la alegría
Sin
sombra
debería
marchar
como la rosa
que vuela
¡Querida
osadía
nula
de ser!
debería
marchar
como la rosa
que vuela
¡Querida
osadía
nula
de ser!
ROSABETTY MUÑOZ
(Ya no vienes a iluminarme)
El
preferido de mi corazón pronunció mi nombre
una
tarde sin quebraduras.
Dijo
“nunca cambiaría la casa de mi padre por ti”.
Y
yo soñaba que era el más grande
porque
no lo vencía una muchacha.
Pero
el asalto del mal astilló cada uno de los sueños
desató
techos con soplidos de animal sacrificado.
El
viento arrecia. Corren niños despavoridos.
El
mundo fue tan grande como para perdernos.
De: “En lugar de morir”
CAMILO ALEJANDRO POBLETE REY
Mensajería Textual
El
interés es real,
Pero incógnito.
Pero incógnito.
Insisto
en la fórmula ecuacional
Y miro el minutero.
Desearía no dormir tanto
Y despertar con otro aliento,
Recibir respuestas
Para nuestro indeciso idilio,
Para mi beligerante locura.
Y miro el minutero.
Desearía no dormir tanto
Y despertar con otro aliento,
Recibir respuestas
Para nuestro indeciso idilio,
Para mi beligerante locura.
Mi
estéril gramática
No esquiva mi fúnebre versificación,
Pero arañado y moribundo resurjo en mi nebulosa historia,
En mi despertar galáctico.
No esquiva mi fúnebre versificación,
Pero arañado y moribundo resurjo en mi nebulosa historia,
En mi despertar galáctico.
Tartamudeo
y prefiero sufrir con las crónicas deportivas,
Para no interrumpir
tu intimidad inocente,
Caminar para confundirme más
Y leer para que te reconozcas
Y me esperes afuera.
Para no interrumpir
tu intimidad inocente,
Caminar para confundirme más
Y leer para que te reconozcas
Y me esperes afuera.
CESÁR DÁVILA ANDRADE
Espacio,
me has vencido...
Espacio, me has vencido. Ya sufro tu distancia.
Tu cercanía pesa sobre mi corazón.
Me abres el vago cofre de los astros perdidos
y hallo en ellos el nombre de todo lo que amé.
Espacio, me has vencido. Tus torrentes oscuros
brillan al ser abiertos por la profundidad,
y mientras se desfloran tus capas ilusorias
conozco que estás hecho de futuro sin fin.
Amo tu infinita soledad simultánea,
tu presencia invisible que huye su propio límite,
tu memoria en esferas de gaseosa constancia,
tu vacío colmado por la ausencia de Dios.
Ahora voy hacia ti, sin mi cadáver.
Llevo mi origen de profunda altura
bajo el que, extraño, padeció mi cuerpo.
Dejo en el fondo de los bellos días
mis sienes con sus rosas de delirio,
mi lengua de escorpiones sumergidos,
mis ojos hechos para ver la nada.
Dejo la puerta en que vivió mi ausencia,
mi voz perdida en un abril de estrellas
y una hoja de amor, sobre mi mesa.
Espacio, me has vencido. Muero en tu eterna vida.
En ti mato mi alma para vivir en todos.
Olvidaré la prisa en tu veloz firmeza
y el olvido, en tu abismo que unifica las cosas.
Adiós claras estatuas de blancos ojos tristes.
Navíos en que el cielo, su alto azul infinito
volcaba dulcemente como sobre azucenas.
Adiós canción antigua en la aldea de junio,
tardes en las que todos, con los ojos cerrados
viajaban silenciosos hacia un país de incienso.
Adiós, Luis von Beethoven, pecho despedazado
por las anclas de fuego de la música eterna.
Muchachas, las mi amigas. Muchachas extranjeras.
Dulces niñas de Francia. Tiernas mujeres de ámbar.
Os dejo. La distancia me entreabre sus cristales.
Desde el fondo de mi alma me llama una carreta
que baja hasta la sombra de mi memoria en calma.
Allí quedará ella con sus frutos extraños
para que un niño ciego pueda encontrar mis pasos...
Espacio, me has vencido. Muero en tu inmensa vida.
En ti muere mi canto, para que en todos cante.
Espacio, me has vencido...
Espacio, me has vencido. Ya sufro tu distancia.
Tu cercanía pesa sobre mi corazón.
Me abres el vago cofre de los astros perdidos
y hallo en ellos el nombre de todo lo que amé.
Espacio, me has vencido. Tus torrentes oscuros
brillan al ser abiertos por la profundidad,
y mientras se desfloran tus capas ilusorias
conozco que estás hecho de futuro sin fin.
Amo tu infinita soledad simultánea,
tu presencia invisible que huye su propio límite,
tu memoria en esferas de gaseosa constancia,
tu vacío colmado por la ausencia de Dios.
Ahora voy hacia ti, sin mi cadáver.
Llevo mi origen de profunda altura
bajo el que, extraño, padeció mi cuerpo.
Dejo en el fondo de los bellos días
mis sienes con sus rosas de delirio,
mi lengua de escorpiones sumergidos,
mis ojos hechos para ver la nada.
Dejo la puerta en que vivió mi ausencia,
mi voz perdida en un abril de estrellas
y una hoja de amor, sobre mi mesa.
Espacio, me has vencido. Muero en tu eterna vida.
En ti mato mi alma para vivir en todos.
Olvidaré la prisa en tu veloz firmeza
y el olvido, en tu abismo que unifica las cosas.
Adiós claras estatuas de blancos ojos tristes.
Navíos en que el cielo, su alto azul infinito
volcaba dulcemente como sobre azucenas.
Adiós canción antigua en la aldea de junio,
tardes en las que todos, con los ojos cerrados
viajaban silenciosos hacia un país de incienso.
Adiós, Luis von Beethoven, pecho despedazado
por las anclas de fuego de la música eterna.
Muchachas, las mi amigas. Muchachas extranjeras.
Dulces niñas de Francia. Tiernas mujeres de ámbar.
Os dejo. La distancia me entreabre sus cristales.
Desde el fondo de mi alma me llama una carreta
que baja hasta la sombra de mi memoria en calma.
Allí quedará ella con sus frutos extraños
para que un niño ciego pueda encontrar mis pasos...
Espacio, me has vencido. Muero en tu inmensa vida.
En ti muere mi canto, para que en todos cante.
Espacio, me has vencido...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)