viernes, 11 de marzo de 2016


ANA MARÍA JUANA ROJAS




5



Me pierdo...
como si la noche
esperara mi llegada
para devorarme.
Nos hemos consumido
entre sudores.
Nos hemos vestido
de caricias.
Tu piel ha besado
mis ojos.
Tus manos han besado
mis labios.
Y sin embargo,
amor,
me pierdo,
como si las sábanas
construyeran laberintos.



HUMBERTO JARRIN



  
2 Samuel 11:2



En esta oscuridad silenciosa
la soledad muerde
sin piedad mi fruta roja.

Soy David,
Rey y Poeta,
y desde mi terraza real
de pronto descubro que ella se baña.
Ella tan angelical
y yo tan demonio;
ella agua
y yo fuego sediento...

Entonces miro y poseo de antemano
ese cuerpo anfórico y desnudo de Betsabé
y mientras deshilo su cabello
perfumado de una y mil sustancias
y sus columnas tibias y anchas
ya casi ceden a mi boca,
en medio del goce prohibido de sus senos,
pienso: ¿Qué muerte
le vendría bien a Urías Heteo?


De:"Otras Vidas"


CONCHA LAGOS



  
¿Cómo serás sin estos ojos míos?




¿Cómo serás sin estos ojos míos?
¿Quién te leerá palabras por la frente
sabiéndote despacio, pena adentro?

¿Cómo serás cuando el río descienda
y sientas ya la espuma por las sienes?
La espuma de tu mar, el mar de todos.

No sé dónde dejarte escrito el nombre
crecido de tu tiempo hacia otras fechas,
desbordado de sí, fuera de madre.

  

OMAR SANTOS



  
En los relatos de la partida



En los relatos de la partida
casi siempre hay lluvias o tulipanes negros,
orgullos vanos que arrojan al charco
sus flores.
Siempre hay el acantilado donde resbala
el cráneo del arcángel.
Los ojos ya no tienen el cielo.
Lágrimas absurdas sin oración.
Soplo de niebla cubriendo los versos.
La misericordia es una brasa insoportable.
Hay un cristal ensangrentado
entre dos manos.
Alguien termina por mencionar
al tercer personaje,
alguien termina por revelar la enorme
incapacidad del hombre.



EUGENIO DE NORA




Carmen de unos recuerdos



Hermosa,
sólo hermosa.
Estrellas tibias en tu pelo suelto
que el aire combatía;
prados floridos, cielos
en el agua, curvados
animales ligeros cuerpo abajo, ladera
abajo; pechos
gacelas; áureas
caderas con caballos. Todo, fuego
en un río de espacio musical, cauce de astros
infinito.
                         Sí: bella,
hermosa. Sonreías
como cálida nieve; mirabas pasar ríos;
concedías labiales
claveles oprimidos, auroras
vacilantes, luz negra,
hiedras ardientes cuerpo adentro.

¡Oh rosa
hija del tiempo, agua
del tiempo, floreciente
lago de tiempo!
                       Junto a tus orillas
he soñado la vida, y he mirado
anchos los cielos. Aunque todo pase,
yo amaré siempre.
                       Poso mi cabeza
sobre la roca, muevo el horizonte,
y oh sollozado ramo de palabras, golpeo
el agua clara. ¡Fuente,
luz del ser, con tu imagen!
¿Te soñaba? Tenía
una estrella en el pecho.
Y tú eras
hermosa, eras
hermosa; sonreías...



CONSTANTINO KAVAFIS



  
Desde las nueve



Doce y media. Rápidamente el tiempo
pasó desde las nueve, cuando encendí mi lámpara
y me senté aquí. Estoy sentado
sin hablar o leer. ¿A quién podría hablar
en la casa desierta?

La imagen de mi cuerpo joven,
cuando encendí mi lámpara a las nueve,
vino a mi encuentro despertando
un perfume de cámaras cerradas
y pasado placer. ¡Qué audaz placer!
También trajo a mis ojos
calles ahora no reconocibles,
lugares de otro tiempo donde la vida ardió,
viejos teatros o cafés difuntos.

La imagen de mi cuerpo joven vino
y me trajo también memorias tristes:
las penas familiares, los adioses,
los sentimientos de los míos,
los sentimientos de los muertos
apenas atendidos.

Doce y media. Cómo pasan las horas.
Doce y media. Cómo pasan los años.



Versión de José Ángel Valente