domingo, 8 de febrero de 2015

BLANCA ANDREU


 

Yo te di huesos de palomas rojas...
 
                                                                  Los muertos odian el número dos.
                                                                                    Federico García Lorca

  

Yo te di huesos de palomas rojas
de palomas que alientan dentro de los rasguños
desdeñoso licor de herida
pequeño peldaño de muerte

Atrapé las palomas que habitaban en la sangre alterada
                                                                de los niños perversos
robé vuelos morados
vuelos de adelfa y alarido
vuelos de arteria y arañazo
espejos
fiestas
del jacintos del sur

Yo te di huesos de palomas muy pequeñas
astrolabios de tierno esqueleto
guías luciérnagas y otras luces nerviosas
para que oyeras cómo el fósforo declama los viejos versos
                                                                              del número par
para anclarte a mi noche
para anclarte a mi noche con la cal delicada

Yo te di huesos
anclas pequeñitas
para que te encallaras en la sal de las puertas
y dije las palabras que así existen
filtros de Melibea
brujas líquidas
o la voz fuerte de Rilke el poeta:
                                                         retenle
sí, retenle.

 

De "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"

 

 

FRANCISCO ÁLVAREZ


 

Deja  

 

Si los mínimos dedos de la lluvia
tiemblan sobre tu rostro y se deslizan;
si te envuelve el embozo
de la ligera capa de la brisa;
si el espejo sonríe
cada vez que le miras;
y se elevan del mar múltiples senos
hacia la clara luz de manos tibias;
deja a mis dedos dibujar tu imagen
en prolongada, trémula caricia;
deja a mis brazos circundar los hombros
en actitud tajante, posesiva;
a mi rostro flotar en los radiantes,
oscuros círculos de tus pupilas;
y entera libertad en estas manos,
que anhelantes están de hacerte mía.

 

 

NANCY MOREJÓN


 
 

Réquiem para la mano izquierda

Para Marta Valdés

 

Sobre un mapa se pueden trazar todas las líneas
Horizontales, rectas, diagonales
Desde el meridiano de Greenwich hasta el golfo de México
Que más o menos
Pertenece a nuestra idiosincrasia

También hay mapas grandes, grandes, grandes
En la imaginación
E infinitos globos terráqueos
Marta

Pero hoy sospecho que sobre un mapa pequeñísimo
Mínimo
Dibujado en papel de libreta escolar
Puede caber toda la historia
Toda.
 

De “Richard trajo su flauta y otros argumentos”

 

 

ODETTE ALONSO


 

Caja de música

                                      A Veleta. A Piri

 

Alza la tapa.
Escucha.
La música será como un alivio
como un bálsamo azul
como un portazo y luego este silencio.
Los amigos se fueron
perdieron el camino y los recuerdos.
Sólo queda esa música.
Alza la tapa y oye.
Piensa que ellos han vuelto y empujarán la puerta
que traen los rones viejos y la inconformidad
que bailarán de nuevo aquella melodía
aunque no sea igual
aunque no lleguen nunca
aunque alces la tapa y no suene la música.

 

HAROLD ALVARADO TENORIO


  

A través del vidrio

 

Un río.

Inmensas montañas, nubes paseantes
de vibraciones, el verde, el gris y el azul.

Ciudades, cúpulas, ventanas ancianas de mirar el
paso del hombre.

Ojos de joven, cuerpos de jóvenes sobre las
modernas esteras.

El mar Caribe, el verde fuerte,
cúpulas, miserias, soledades.

En cualquier plaza
dos muchachos se miran
más allá del corazón
los brazos y las ingles.

En cualquier cuarto
un cuerpo se une a otro
para permanecer
Se abren los vestidos, se entienden
las señas más pobres
sin saber qué desean
si buscan la carne o la amistad
si la soledad del mundo.

Cuerpos donde la limpieza no importa
ni el agua ni el perfume es necesario.

El cuerpo pide siempre más allá del olfato,
de la pintura del rostro,
los ojos piden más que cualquier mano,
el falo y la vagina saben un lenguaje
más fuerte, más severo, más exigente.

Antepasados
lejanísimos parientes
flotando en balsas de oro
que son un sueño trayendo la desgracia.

Sin saber nada
construyeron el dolor, la derrota, el fuego
quemando los pies.

Formas de pájaros, picos de pájaros, pieles de
pájaros,
rostros de rabia, arrugados, mostrando los
dientes invisibles.

Estelares cabezas cargadas de pepitas de brillo
aretes perforando la respiración, aretes más
pequeños que la oreja herida.

Allí donde estuvieron un muchacho juega con su
perro.

Miran los dos, amo y amado,
una bola de cuero detenida en el aire azul.

O estas, vestidas con la herencia de lana traída
de Rúan,
la hija de la mano, el niño en la cadera y el
viento
meciendo sus cabellos.

Pobrezas, bellos rostros, balcones, balcones,
esquinas de memoria.

Le viste
entrada en la mañana.

El sucio bar, los borrachos hambrientos.

Bastó la frase aquella, no te vayas,
y el cuerpo se entregaba a los placeres.

Ni alma ni moral ni condiciones
nosotros nos sabíamos vistos
conocíamos las caderas el beso agradable
la deliciosa oreja las piernas altas dejando el
sitio libre
Donde un cuerpo se sabe acariciado.

Tierra nuestra
trabajada para nada y para pocos,
ríos y puertos inundados de sol,
miseria de los trajes miseria de los pies,
ríos como puñales hiriendo la tierra.

Sonrientes, pensativos Yaunas pacientes,
laboriosos,
levantando sus casas tejiendo sus miserias con
fibras vegetales
orquídeas, dátil rojo, hojas de la victoria que
sólo veis vosotros
monos nocturnos, osos hormigueros, garzones,
tigres, boas,
tortugas pensativas, chigüiros —semejantes del
mundo de los dientes—
Tierra que nada deja
y sin embargo el sexo.

En un principio innecesario hablas de ti.

Vena de la lengua que no para
miseria del ombligo que no cesa el ritmo de la
vida,
corazón, bellota del seso,
hablas de ti,
ya que no eres.

 

 

JUAN CARLOS ABRIL


 

Diseminación

 

Los poemas que nunca escribiré
se han convertido en humo

afirmativo y en volutas
que no desaparecen, se disuelven.

Blanco humo de las chimeneas
que contiene poemas de todos los colores.

 

De "Crisis"