"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 28 de septiembre de 2018
ADELFA MARTIN
Esa poesía
Esa
poesía que roza la piel sin penetrarla.
Que duele profundamente, cual herida certera.
Es la que me gusta, la que me hace temblar,
recordar... Maldecir a veces.
Que duele profundamente, cual herida certera.
Es la que me gusta, la que me hace temblar,
recordar... Maldecir a veces.
Es la
poesía del camino, la que llevamos al hombro
colgada en bandolera. La de siempre, la eterna,
la poesía sin la cual no hay vida.
La de la juventud y de la vejez,
la poesía del que canta mientras trabaja,
del que llora mirando la cosecha perdida.
colgada en bandolera. La de siempre, la eterna,
la poesía sin la cual no hay vida.
La de la juventud y de la vejez,
la poesía del que canta mientras trabaja,
del que llora mirando la cosecha perdida.
Es la
poesía de la novia abandonada,
del soldado en batallas ajenas.
Del emigrante en ciudades inhóspitas,
de aquel que quiere ser blanco,
y del blanco que quiere ser rico.
del soldado en batallas ajenas.
Del emigrante en ciudades inhóspitas,
de aquel que quiere ser blanco,
y del blanco que quiere ser rico.
Es la
poesía de la chica inocente,
de la viuda solitaria,
del tendero libidinoso,
y del canallita del barrio.
de la viuda solitaria,
del tendero libidinoso,
y del canallita del barrio.
Es la
poesía de todos,
la mía, la tuya, la de él.
Es... esa forma especial,
de decir las cosas
más simples o complicadas.
De retar al intelecto,
y de confundir el alma.
la mía, la tuya, la de él.
Es... esa forma especial,
de decir las cosas
más simples o complicadas.
De retar al intelecto,
y de confundir el alma.
ALEYDA QUEVEDO ROJAS
Cielo
Sobre
los hemisferios
el peso
del dolor
está en
uno mismo
nada
tiene que ver la cirugía
experimento
nuevas cicatrices
y
agrego sufrimientos pasados
para
alcanzar
la
condición de santa vaciada en la tierra.
ALVARO FIERRO
Nocturno
ENTRE LAS páginas
y páginas
en blanco
de mi silencio
encuentro la palabra
que yo decía por las noches
cuando los ojos ya
se me cerraban,
cuando la noche joven era
todavía
como un reinado incierto.
Palabra
que pasabas
de puntillas
por esa zona tartamuda
que hay entre los recuerdos
y el olvido,
frágil palabra
que entre mis labios
quietos
desanudó tu nombre.
ENTRE LAS páginas
y páginas
en blanco
de mi silencio
encuentro la palabra
que yo decía por las noches
cuando los ojos ya
se me cerraban,
cuando la noche joven era
todavía
como un reinado incierto.
Palabra
que pasabas
de puntillas
por esa zona tartamuda
que hay entre los recuerdos
y el olvido,
frágil palabra
que entre mis labios
quietos
desanudó tu nombre.
ALBERTO AVENDAÑO
Nostalgia
Un
suspiro bajo tierra.
Donde
la huella del presagio cortó los cabellos de mi alma,
he ahí
la epopeya del recuerdo
que
jala las cadenas del último vagón
prófugo
de alas del amanecer.
El
cadáver de la memoria
divide
veredas
que
ahora están a oscuras bajo los arboles
como
olas que separan himnos de sollozos
y
horizontes de crepúsculos.
Veo la
noche desde mi balcón.
El
umbral de la historia;
exhibición
de la tumba en donde caerán los tiesos dorsos
como
pétalos secos sobre fotografías mojadas por el llanto.
Coronada
de alcatraces la tórtola tragajaulas nos espera
sobre
una estrella caída en las arenas de la nostalgia.
La
luna, vómito de la noche,
nos
arrulla con suspiros
en los
túneles del espectro de la nada.
Clarines
y tambores para no olvidarte,
MARCIA RAMOS
Oficio de poeta
La
calavera alumbra el asiento mortal
de
sentarse a soñar con los ojos descalzos
intentar
sobresalir por una luna etérea.
Imaginar
dos mundos cayendo en el pecho,
al
mirar las casitas de colores.
Sísifo
arde.
Mis
vísceras son arrojadas bajo la vía del tren,
dicen
el poeta es un dios indigno.
ISABEL RODRÍGUEZ BAQUERO
Inútil
Es inútil soñar aquellos besos.
Inútil evocar aquellas horas,
aquel agonizar los dos, obsesos
de soledad, de sed devastadora.
Inútil demandar a nuestros huesos
alzarse sobre el tiempo y nuestro ahora;
que tú ya no eres tú, ni yo, ni esos
instantes volverán. Inútil. ¿Lloras...?
Pero no. Tú no lloras. Tú, sombrío.
Inútil esperar una palabra.
Inútil ensanchar el llanto mío.
Inútil ya el vivir. Tu mano labra
-qué impiadoso el buril de tu sentencia-
mi muerte, sobre el barro de tu ausencia.
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