miércoles, 17 de septiembre de 2025

ANASTASIO SOMOZA


 

JUAN PABLO ROA

 

 

 

Ahora que sabemos en lo que el fuego nos convierte

y que todo es fuego en el cuerpo de la llama,

ahora que transitas estaciones iguales a estaciones,

que cambiantes escenarios reclaman tu figura;

ahora que lo transparente se anuncia desde el agua

y desde el aire que desciende,

ahora quiero arrancar tu imagen al cuerpo palpitante de las sombras.

 

Eras hijo del sol y como el sol

eras árbol impasible que devora la cola de la noche.

Nunca hubo muerte en tus palabras

ni tampoco sangre en el lomo herido de la noche

en que fuimos un abrazo en un mismo cuerpo.

 

Ahora que no te extingues en la carne de la llama

y que tu incendio responde a otro cielo dentro de mi adentro

palpo las raíces del cuerpo de espejos que era la noche de tu noche,

y hoy ciudad sin calles donde todo es jardín sin sombra;

 

ahora que ya eres cuerpo palpitante de las sombras,

tan sólo abrazo propicio aunque transitorio,

enciendo mi palabra como una piedra endurecida en el fuego.

 

De: “Existe algún lugar en donde nadie”

 

 

ROGELIO SAUNDERS

 

 

Berlín infuturos

 

 

Las grandes ruedas se detuvieron

pero el odio continúa.

En el poema más perfecto

es falsa una línea.

Berlín: ciudad abierta.

En la oscura madeja avanzan

lentos-rápidos trenes.

No somos (nunca seremos)

como ellos.

La rubia de labios morados

saluda desvergonzada al general

disfrazado de cameraman.

En el arco invisible donde hubo la mano

aún vendrán los ataúdes.

Los borrachos con grandes vasos de cerveza

en equilibrio sobre el amasijo de cerámica.

Ellos no son (nunca serán)

como nosotros.

Salvo

que no hay ningún ello

o un nosotros.

Sólo el no-ello

y el no-nosotros.

Los rieles con las cabezas cortadas

y los edificios de hielo.

En la niebla negra de los campos

grandes ratas retozan

con un hilo de sol en los dientes

afilados

allende el rosáceo levitón

que restalla en la cuenca de lija del ojo.

El ayer es ese humo

que despiden los canalizos.

Los patios ensobrasados de historia

donde lo histórico

es la desaparición.

Íbamos por estas calles cenizosas

como fantasmas pisoteados

por lo imposible.

Las antenas ahora se levantan como uñas

en la carne sin forma de los edificios.

El cielo es el gran vacío-ojo de hebras rojas

que de golpe puede

tragarlo todo.

Continúa el comic,

las figuras a punto de cruzar una avenida

y las grandes vigas balanceándose

perpetuamente entre el azul

horriblemente falso de los cristales.

Continúa la gran risa

como una gran rueda

que nada puede detener.

Los gigantescos obreros que Marx edulcoró

son la materia prima del fascismo.

El gran cielo de Berlín

es como la boca insaciada

del futuro.

Los pequeños hombres mueven sus antenas

de hormigas

contra el fondo aguachiento

de la ausencia del mar.

Es pues imposible volver

y todo espera

como en ninguna otra parte

el golpe promisorio de la ruina.

El viento arrastra los rostros como hojas.

El carnaval en blanco y negro

no cesa

y puede oírse el galope de caballos

a través de las mudas puertas

no destinadas a cerrarse.

El gran viento perpetuo

arranca los calendarios de la pared.

El viento-tiempo es un continuo

de dos dimensiones

idéntico al paso amarillo

de un tranvía.

Ese que saluda allí

colgado en 1930

no ha muerto todavía.

Me mira y sé

que me conoce, apretujados

ambos,

ojo con ojo

en este andén de 1880.

Es imposible volver

pues no hay historia

a la que volver.

Ella es (falla o clinamen)

irremisible.

El discurso es el sobrante

que baja por los canalizos.

Los ojos y manos

también

vencidos

por el golpe de insomnio

de la ruina

y por el cielo

que no tiene fin.

Es ese fin sin fin

hacia el que todo

fuga

lo que mantiene

la risa perpetua

y el incesante martilleo,

los habladores parapetos

del carnaval,

el arlequín de ceño despejado

con la cabeza partida en dos

como una marioneta

del kabuki.

Sabido es así que subir al tren

no significa dirigirse

a ninguna parte.

Bajo el cielo no redondo

no hay partes.

Sólo la anárquica partición

del mediodía,

la catastrófica desmesura

de lo histórico.

Aquí, donde todo es medida,

reina la alucinación perpetua

del homo.

La historia coincide

con el gran vacío

del cielo

que se repite en el embudo dejado

por cada edificio.

Todo fuga, continuo.

Todo se descamina sin regreso.

La falla o corte

no destruyó nada

sino que lo mostró todo,

ni falso

ni verdadero.

Abierto a lo abierto, fugacidad continua

de lo sólido.

Los ojos golpeados por la luz

son como los cuerpos grandes ruedas.

El cielo rueda y fuga.

Los campos ruedan y fugan.

Los pasajeros apresurados

ruedan y fugan

centrifugados

por la velocidad,

alzados y diseminados

por los infuturos.

La sombra de la gran máquina

desciende con los desesperados

despojada de sí misma

a donde todo es despojo.

Todo continúa

enlistado por la falla

ni cerrada ni abierta.

Lo fabuloso es esta

prostituta que espera

en pleno día

ni cerrada ni abierta.

Oh homo, grita el humo

tan lejano del homo.

El cielo abierto grita

y no hay tragedia,

no hay historia ni rostro.

Sólo la pequeña música que susurran

las ruedas dentadas.

El cuchicheo-mordisqueo

al fondo de los teatros.

Los vastos paisajes

desmenuzados por el viento.

El golpe de semen de la gota

contra la ventana.

 

Los rieles, los rieles, los rieles.

 

MAYA ISLAS

 

  

La mujer

 

 

Nadie lo notó.

Yo no contesté.

Conocer el Yo no es un oficio fácil.

Mi cara posee una pieza de mí misma,

un puente entre dos ciudades.

Flotando y flexible,

me convierto en el tema de unos ojos

que desde el futuro miran para descifrar el golpe.

Ahora,

conozco la rajadura exacta

a través de la cual escapo,

cuando no hay nada más que hacer

que detener la vida como hacen las estatuas.

El gesto en sí mismo

me empuja hacia el océano

que nadie puede ver.

 

MARIANELA DOS SANTOS

 

  

Aprendiste a llorar

 

 

No te asustes, mi niño…

¡es normal que llore el cielo

cuando no ve el sol entre sus nubes!

no temas, mi niño…

¡yo haré guardia al tiempo triste

que ose atormentar tus sueños!

y será un día igual a tantos otros

y mi amor por ti no será menos

pues sucede aquí que yo te quiero

y el amor sucede porque existes.

 

De: “En todos mis universos”

 

LEO LOBOS

 

  

No pidas frutos al árbol que no riegas

 

 

Así como el queso atrae a las ratas, las competencias, deportivas o guerreras, atraen a los humanos que no se han liberado de su egoísmo.

Alejandro Jodorowsky

 

Rodeada de relámpagos es el rayo quien te besa

Georges Bataille

 

 

No pidas frutos al árbol que no riegas

No pidas nada a la nada que respiras no pidas aire no pidas más

Escucha en silencio el árbol te dice

con sus mudas hojas lo que en verdad eres

Un reloj de sol que a cada momento proyecta

la hora que es, el alma, la energía diferente de cada hora

No pierdas el día no fuerces tus horas limpia tu sombra riega las flores

presiente a los árboles y sus raíces buscar el agua

corre, ve y dile a los demás

 

 

DAVID GONZÁLEZ LOBO

 

  

La cuarta estrella

 

 

El tiempo son tres estrellas y tú lo sabes.

Hay más y tú lo imaginas y nos miramos.

Tus palabras firmes y elásticas me resguardan del viento y de

la lluvia.

Y esa otra estrella, toma vida propia en el deseo.

Para algunos queda dicha su luz inmensa y múltiple.

Tu también la contemplas y la completas con tus ojos claros.

La vida avanza aunque somos huérfanos de padre

y otros son huérfanos de madre y de casi toda vida,

en el espejo incluso. Pero cuando reaparece esa estela de luz

y cesa la lluvia nos acunamos y volvemos a estremecernos.