lunes, 30 de septiembre de 2013

RENATO SALES HEREDIA




En respuesta a Yehuda…



En respuesta Yehuda:
es verdad:
el hombre en su vida no tiene tiempo
de tener tiempo para todo.

Para tener tiempo en todo,
no quieras tener tiempo en nada
-diría San Juan.


De: Para que partan los pájaros
Traducción de Felipe Sentelhas



SILVIA CARBONELL



  
Te llevaste cada uno de los hechos



Negando un pasado tan poderoso, 
que te perdió en el limbo de la linea de lo que está bien y lo que está mal.
La realidad tomará forma en todo eso que pretendes enterrar, 
y te dará un duro golpe en el rostro; traspasará tu estomago y dolerá.


Hubiera querido decir mucho de ti, pero te llevaste cada uno de los hechos.
Y con ellos, las palabras que algún día te pudieran justificar.


Dolerá el silencio que te rodea porque aunque te llenes de voces,
tu alma completa se quebrará.
Sabiendo que todo el cielo que te rodea, es imposible de tocar. 
Tus manos permanecerán abiertas por un momento, intentándolo alcanzar.


Será imposible el vuelo, 
sin un alma ligera del peso
de un pasado hermoso que se encargó de borrar
Ocasionando una herida imposible que no volverá a confiar
en cada mano extendida que dejó cuando no volteó jamás.


Solo quedarán los ecos de una historia lejana que no tocarán tus manos,
que se marchó de tus labios olvidando tu nombre,
que se marchó de tus ojos para poder perdonar.





OCTAVIO PAZ




Tus ojos


Tus ojos son la patria
del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento,
mar sin olas, pájaros presos,
doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque
en donde la luz canta en el hombro
de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana
encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo,
puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea, páramo.



RUBÉN BONIFAZ NUÑO




El comienzo del alma, su crecida…



El comienzo del alma, su crecida
como la cólera enramada.

La cólera creciendo en sucesivos
collares, desde el centro
que, en lo callado, enjoya la caída
de un ojo púrpura despierto.

O, con los párpados cosidos
por agujas de humo, la rabiosa
cabeza degollada: el odre
velludo de culebras hacia dentro,
de bífidos rumores revestido
por dentro, de insidiosos
nudos de escamas erizado.

Y el alba nueva, mancillada
por enjuagar los dientes de las huellas
de nocturnos encuentros.

Aquí se pacta en vano;
es el lugar de las alianzas
nulas, de las contiendas, de la efímera
unión y la condena anticipada.

Y sin embargo existen, fuera,
la ciudad y los vasos
comunicantes de la dicha,
el árbol hembra inerme, resguardado
por puertas no seguras; la secreta
cofradía de casas familiares;
ternura líquida y solemne
de las palabras puras labio a labio.

Serpientes salen de la boca,
frutas amargas. Fue mentido,
también, el despertar; era dormirse
en plena calle, hablando, a media vida
y en peligro de muerte.

Y sin embargo, el canto; fuegos
de zarza vibra su materia
ya de carne en común, de huesos
en común entregados. Pan de pobres.
Fuego de pobres para ser comido.

De “Fuego de pobres”


AMADO NERVO




Ofertorio
De la amada inmóvil


Dios mío, yo te ofrezco mi dolor:
¡Es todo lo que puedo ofrecerte!
Tú me diste un amor, un solo amor,
¡un gran amor!
                        Me lo robó la muerte
...y no me queda más que mi dolor.
            Acéptalo, Señor;
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!...





RAMÓN LÓPEZ VELARDE




La lágrima...



Encima
de la azucena esquinada
que orna la cadavérica almohada;
encima
del soltero dolor empedernido
de yacer como imberbe congregante
mientras los gatos erizan el ruido
y forjan una patria espeluznante;
encima
del apetito nunca satisfecho
de la cal
que demacró las conciencias livianas,
y del desencanto profesional
con que saltan del lecho
las cortesanas;
encima
de la ingenuidad casamentera
y del descalabro que nada espera;
encima
de la huesa y del nido,
la lágrima salobre que he bebido.

Lágrima de infinito
que eternizaste el amoroso rito;
lágrima en cuyos mares
goza mi áncora su náufrago baño
y esquilmo los vellones singulares
de un compungido rebaño;
lágrima en cuya gloria se refracta
el iris fiel de mi pasión exacta;
lágrima en que navegan sin pendones
los mástiles de las consternaciones;
lágrima con que quiso
mi gratitud salar el Paraíso;
lágrima mía, en ti me encerraría,
debajo de un deleite sepulcral,
como un vigía
en su salobre y mórbido fanal.