lunes, 3 de marzo de 2014

ENRIQUE GRACIA TRINIDAD




Te quiero


              "Es una locura amar, a menos que se ame locamente"
                                                                            Jean Ythier

Cuando alguien pronuncia esas palabras
todo se paraliza.
Los asuntos más graves adelgazan, las noticias se duermen
en los ordenadores,
las solemnes estatuas
bajan del pedestal, juegan al mus
y pierden compostura.
Algo queda en suspenso,
quizás la vida o cualquier cosa de mayor importancia.
Cuando alguien las pronuncia,
todo comienza a ser igual.
Y da lo mismo
que la Luna se olvide de mirarnos, que la cena esté fría,
que Dios no esté en su sitio y esto acabe
como el rosario de la aurora.
Da igual, para entendernos, que la lluvia de abril
ponga muecas de octubre,
que tengan más de un ojo el huracán,
el cíclope,
la perdiz de los trajes o el pirata del cuento. 

Da igual que tú después te calles
y que yo no conteste.


De "Restos de almanaque"
  

FRANCISCO BRINES



  
No hagas como aquel



Divinizó a Antinoos.
y así, ayudado en la plegaria ajena,
lo pudo retener en el recuerdo,
mantuvo su dolor.
Al fin, sólo mendigo y hombre.

Sé más pagano tú, y advierte que la vida
tiene un destino cierto: sólo olvido,
y si piadosa obra: Sustitución.
Es el azar origen del amor,
y el camino azaroso, y un golpe del azar
lo acaba pronto. Si tan ruda
es la vida, tan incivil el sentimiento,
tan injusta la pena,
y en ello no hubo enmienda con los siglos,
no hagas tú como aquél,
no pretendas hacer digna la vida:
tan torpe tiranía
no merece sino tu natural indiferencia.

De "Aún no"


GUILLERMO CARNERO




Hagamos un poema...




Hagamos un poema,
con tu piel
y mis labios
con la brisa de noviembre
y los aguaceros de junio.
Pintemos de pájaros
y madrugadas
nuestras espaldas sudorosas.
Amamantemos nuestra sed
con el crepúsculo
tímido y solitario
que se corona de lunas
desparramadas
en las gotas
de los inviernos.

VICENTE MOLINA FOIX




El Barón De Escandinavia



Sí, puedo perfectamente recordar que sucedía en la noche
por el ruido preciso y espectacular -que aún estalla en mi rostro-
de los espolones de la guardia de corps, difícilmente sujeta
a sus señores en unos tiempos, aquellos de los que os hablo,
sembrados del desorden y la más indisciplinada nocturna
diversión desconsiderada. Nos sentamos, mi protector y yo,
en el banco frontal a la iglesia Nazarena, y allí escuché, arrobado,
el maligno relato. Él había conocido bien al Barón, y de aquel trato
su conocimiento tan pormenorizado del color rojizo que tenía
en el pelo y el amor antinatural que aún le profesaba.


Hubo un rasgo en la historia, con todo, que me asombró: el lobo
calzaba medias en lugar de mirliflores, como suele ser habitual,
y la princesa, no siendo una belleza deslumbrante, se negaba
una y otra vez a hacerse pasar por coqueluche y por amante de la Bestia,
ignorando la tonta que estas uniones un poco fuera de lo normal
siempre reportan después grandes beneficios, y renombre.

FRANCISCO PINO




El paseo con mi hijo



Porque
nunca más sentiré este pasado próximo
del paseo que tú y yo, hijo, por los pinos
acabamos de dar en la tarde de marzo
hundidos en la esencia del tomillo
y en el níscalo que crecen a la sombra dae los troncos robustos
me he venido a escribir.

Porque
se irá por el olvido, queriéndolo, esta dicha
que todavía siento de haber ido contigo,
viviendo entre los pinos, y en él perecerá
ella que sólo fuera de voz y de latidos
cima leve, levísima, más con fuerza sublime
me he venido a escribir.


Porque
si más fuerte que piedra pudo entonces alzar
lo más grande, la dicha de coincidir, difícil,
en el tiempo y en la sangre y el sitio, ese paseo
que dimos y ahora erige sólo ya a aquel suceso
de paz, como a otra paz, de desdén otro templo
mehe venido a escribir esta extrañeza, hijo.

JOSÉ ALBI





Definitiva Soledad



¿Oyes el mar?
Eternamente estaremos escuchándolo.
Lo llevaremos dentro como la sangre, como la paz
como te llevo a ti misma.
Todo, todo irá acabando: la tristeza, la vida,
la soledad tan grande en que me has dejado.
Sólo el mar, amor mío, el mar sigue existiendo.
Me asomo: lo contemplo desde esta tarde lenta,
desde esta fría y herrumbrosa baranda
adonde no te asomas.

Amor, no estás conmigo. ¿Ves el silencio en torno?
Baja como las olas,
me roza como el río de tu piel,
se aleja para siempre.
Tú, mar, eterno mar de mi sueño,
sueño ya tú, lejana, irremediable.

El viento te acaricia. Yo soy el viento.
Pero estoy solo.
Y tú, tú estás lejana.
Sólo el mar te recuerda, te vive, te arrebata.
Siento tus labios, que es sentirte entera;
siento tu carne, calladamente mía.
Mis manos en el aire te dan vida,
y la playa, ya inútil sin tu huella,
deshabitada y torpe se aleja como el día.
Sólo la tarde existe;
existe y va muriendo. Unos dedos de espuma
me agitan los cabellos;
unas hojas doradas por el sol van cayendo.
Quizá son tus palabras,
quizá el cerco ya inútil de tus brazos.


Escucha, amor, te voy nombrando
como te nombra el mar. Algún abismo
se quiebra no sé dónde, y este mar que respiro
no es el mío
con capiteles rotos y con mirto.
Es tu terrible mar, tu ecuatoriana selva,
como tú, tormentosa; como tú, quieta, insospechada, dulce,
y otra vez angustiosa y arrebatada. Amor,
me vas muriendo. Este mar que era nuestro
me mira indiferente. Quisiera levantarme
como un viento tremendo
y sacudir las velas, descerrojar los brazos,
morirme a chorros.
Pero sólo el silencio. Yo, acodado en en el aire,
contemplo tu recuerdo.
No hay más que arena.
La ciudad, a lo lejos, se desdibuja.
Es un humo borroso como el olvido.
Ahora estiro los brazos y te busco.
Aquí están nuestras rocas. El mar se mira en ellas;
también te busca.
Una estrella de mar va acariciando mi sombra:
mi sombra que, sin la tuya, no es más que un pozo seco.
Esta tarde es como media vida: la media que me falta.
La que tú te has llevado.
No, no has venido.
Eternamente no vendrás. Caerán constelaciones,
se hundirán montes, siglos, tempestades,
y no vendrás. Y yo estaré mirando
lo que nos une todavía: el mar.
Un buque remotísimo buscará el horizonte;
pasará una pescador con sus cañas al hombro.
Sólo tú no vendrás.
No vendrás nunca.