viernes, 31 de julio de 2015

FÉLIX DE AZUA


 

Gabinete del mago




Mientras de mi clepsidra se destila
un nuevo no man's land
la piel se resquebraja
pierde su liso color pálido Anglada Camarasa
cuando a través de la laguna de cigüeñas
los picos de metal deshacen tristes fríos peces
fríos peces.

Nueva ausencia sin fondo
y por detrás del aire
donde esos pájaros espían.



GONZALO MILLÁN


 

22.



Rompe el día.
Las olas rompen formando espuma.
Suceden despidos masivos.
Las olas se suceden.
Rompen las olas del mar.
El barco rompe las olas.
Las olas rompen en los escollos.
Hay escollos en medio del mar.
Fluctúan las opiniones.
Fluctúan los barcos.
Importan fardos de ropa usada.
En el muelle atracan los barcos.
El muelle entra en el mar.
La bahía entra en la costa.
En la bahía fondean barcos.
En la costa hay dunas.
Las dunas de arena avanzan.
Los bosques de pinos detienen las dunas.
El cabo avanza dentro del mar.

Se detiene la lluvia.
Detienen ciudadanos.
Los vehiculos están detenidos.
Luz verde.
Las detenciones siguen.
El pino es un árbol siempreverde.
Un pájaro entra en el pino.
Las compuertas detienen el agua.
De los pinos fluye trementina.
La marea refluye.


De “La ciudad”

 

 

PAZ MOLINA




Historia de Ángeles I

 

Entonces fue que el ángel se acerco y dijo :
tendrás sed de mi carne y vagarás hambriento.
Luego, haciendo ondular su oscura cabellera
se hundió en la incertidumbre de su concepto

Intentaba el ingenio comprender los alcances del ángel
entre fiebre y bostezo,vagas contemplaciones ;
pertinaz,sin embargo, se enfrascaba en conciertos
de incomprensible música,salvaje y presuntuosa.

Tendrás sed de mi carne y vagarás hambriento.
Y su cadera trascendió la condición humana.
El Unico, obstinado, doblegó el idioma
y lo hizo parir la flecha.

Quiso luego ejercitar su arco inconfesable.
Premunido de un cóndor se dispuso a la barbarie.
Y no logró más quietud que un deambular inédito
por las inmediaciones del hastío.

Quiso luego la forma, cogió su flecha,
la cadera del ángel se apagaba a lo lejos
hacia ella apuntó con intención diabólica
y un alarido turbó la paz inadmisible.

Tendrás sed de mi carne y vagarás hambriento
dijo el Unico al Angel
y lo ensartó en el infinito.

 

JORGE BOCCANERA


  

Envíos


Todo lo que se da llega a destiempo.
           No existe otra manera.
Entre el ojo y la mano hay un abismo.
Entre el quiero y el puedo hay un ahogado.
Un país que asoma su cabeza deforme en una
           carta,
y va a darse a destiempo, nada es lo que
           esperabas.
Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá
           sucio de odio.

Bailamos entre los escombros de una cita.
Dibujamos una taza de café en el desierto.
Vivimos de sumar y de restar:
lo que te da el amor, lo que te quita el miedo.
Al final nos entregan los huesos de un perfume.

Aún así persistimos.
En alguna montaña vive un pez resbaloso.
Entre números rotos se desliza una estrella.


 

JOSÉ LEZAMA LIMA


 

Muerte de Narciso

 

Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo
envolviendo los labios que pasaban
entre labios y vuelos desligados.
La mano o el labio o el pájaro nevaban.
Era el círculo en nieve que se abría.
Mano era sin sangre la seda que borraba
la perfección que muere de rodillas
y en su celo se esconde y se divierte.

Vertical desde el mármol no miraba
la frente que se abría en loto húmedo.
En chillido sin fin se abría la floresta
al airado redoble en flecha y muerte.
¿No se apresura tal vez su fría mirada
sobre la garza real y el frío tan débil
del poniente, grito que ayuda la fuga
del dormir, llama fría y lengua alfilereada?

Rostro absoluto, firmeza mentida del espejo.
El espejo se olvida del sonido y de la noche
y su puerta al cambiante pontífice entreabre
Máscara y río, grifo de los sueños.
Frío muerto y cabellera desterrada del aire
que le crea, del aire que le miente son
de vida arrastrada a la nube y a la abierta
boca negada en sangre que se mueve.

Ascendiendo en el pecho sólo blanda,
olvidada por un aliento que olvida y desentraña.
Olvidado papel, fresco agujero al corazón
saltante se apresura y la sonrisa al caracol.
La mano que por el aire líneas impulsaba
seca, sonrisas caminando por la nieve.
Ahora llevaba el oído al caracol, el caracol
enterrando firme oído en la seda del estanque.

Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados,
aguardan la señal de una mustia hoja de oro,
alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan hirvientes.
Dócil rubí queda suspirando en su fuga ya ascendiendo.
Ya el otoño recorre las islas no cuidadas, guarnecidas
islas y aislada paloma muda entre dos hojas enterradas.
El río en la suma de sus ojos anunciaba
lo que pesa la luna en sus espaldas y el aliento que en halo convertía

Antorchas como peces, flaco garzón trabaja noche y cielo,
arco y cestillo y sierpes encendidos, carámbano y lebrel.
Pluma morada, no mojada, pez mirándome, sepulcro.
Ecuestres faisanes ya no advierten mano sin eco, pulso desdoblado:
los dedos en inmóvil calendario y el hastío en su trono cejijunto.
Lenta se forma ola en la marmórea cavidad que mira
por espaldas que nunca me preguntan, en veneno
que nunca se pervierte y en su escudo ni potros ni faisanes.

Como se derrama la ausencia en la flecha que se aísla
y como la fresa respira hilando su cristal,
así el otoño que en su labio muere, así el granizo
en blando espejo destroza la mirada que le ciñe,
que le miente la pluma por los labios, laberinto y halago
le recorre junto a la fuente que humedece el sueño.
La ausencia, el espejo ya en el cabello que en la playa
extiende y el aislado cabello pregunta y se divierte.

Fronda leve vierte la ascensión que asume.
¿No es la curva corintia traición de confitados mirabeles,
que el espejo reúne o navega, ciego desterrado?
Ya sólo cae el pájaro, la mano que la cárcel mueve,
los dioses hundidos entre la piedra, el carbunclo y la doncella.
Si la ausencia pregunta con la nieve desmayada,
forma en la pluma, no círculos que la pulpa abandona sumergida.

Triste recorre - curva ceñida en ceniciento airón -
el espacio que manos desalojan, timbre ausente
y avivado azafrán, tiernos redobles sus extremos.
Convocados se agitan los durmientes, fruncen las olas
batiendo en torno de ajedrez dormido, su insepulta tiara.
Su insepulta madera blanda el frío pico del hirviente cisne.
Reluce muelle: falsos diamantes; pluma cambiante: terso atlas.
Verdes chillidos: juegan las olas, blanda muerte el relámpago en sus venas.

Ahogadas cintas mudo el labio las ofrece.
Orientales cestillos cuelan agua de luna.
Los más dormidos son los que más se apresuran,
se entierran, pluma en el grito, silbo enmascarado, entre frentes y garfios.
Estirado mármol como un río que recurva o aprisiona
los labios destrozados, pero los ciegos no oscilan.
Espirales de heroicos tenores caen en el pecho de una paloma
y allí se agitan hasta relucir como flechas en su abrigo de noche.

Una flecha destaca, una espalda se ausenta.
Relámpago es violeta si alfiler en la nieve y terco rostro.
Tierra húmeda ascendiendo hasta el rostro, flecha cerrada.
Polvos de luna y húmeda tierra, el perfil desgajado en la nube que es espejo.
Frescas las valvas de la noche y límite airado de las conchas
en su cárcel sin sed se destacan los brazos,
no preguntan corales en estrías de abejas y en secretos
confusos despiertan recordando curvos brazos y engaste de la frente.

Desde ayer las preguntas se divierten o se cierran
al impulso de frutos polvorosos o de islas donde acampan
los tesoros que la rabia esparce, adula o reconviene.
Los donceles trabajan en las nueces y el surtidor de frente a su sonido
en la llama fabrica sus raíces y su mansión de gritos soterrados.
Si se aleja, recta abeja, el espejo destroza el río mudo.
Si se hunde, media sirena al fuego, las hilachas que surcan el invierno
tejen blanco cuerpo en preguntas de estatua polvorienta.

Cuerpo del sonido el enjambre que mudos pinos claman,
despertando el oleaje en lisas llamaradas y vuelos sosegados,
guiados por la paloma que sin ojos chilla,
que sin clavel la frente espejo es de ondas, no recuerdos.
Van reuniendo en ojos, hilando en el clavel no siempre ardido
el abismo de nieve alquitarada o gimiendo en el cielo apuntalado.
Los corceles si nieve o si cobre guiados por miradas la súplica
destilan o más firmes recurvan a la mudez primera ya sin cielo.

La nieve que en los sistros no penetra, arguye
en hojas, recta destroza vidrio en el oído,
nidos blancos, en su centro ya encienden tibios los corales,
huidos los donceles en sus ciervos de hastío, en sus bosques rosados.
Convierten si coral y doncel rizo las voces, nieve los caminos,
donde el cuerpo sonoro se mece con los pinos, delgado cabecea.
Mas esforzado pino, ya columna de humo tan aguado
que canario es su aguja y surtidor en viento desrizado.

Narciso, Narciso. Las astas del ciervo asesinado
son peces, son llamas, son flautas, son dedos mordisqueados.
Narciso, Narciso. Los cabellos guiando florentinos reptan perfiles,
labios sus rutas, llamas tristes las olas mordiendo sus caderas.
Pez del frío verde el aire en el espejo sin estrías, racimo de palomas
ocultas en la garganta muerta: hija de la flecha y de los cisnes.
Garza divaga, concha en la ola, nube en el desgaire,
espuma colgaba de los ojos, gota marmórea y dulce plinto no ofreciendo.

Chillido frutados en la nieve, el secreto en geranio convertido.
La blancura seda es ascendiendo en labio derramada,
abre un olvido en las islas, espada y pestañas vienen
a entregar el sueño, a rendir espejo en litoral de tierra y roca impura.
Húmedos labios no en la concha que busca recto hilo,
esclavos del perfil y del velamen secos el aire muerden
al tornasol que cambia su sonido en rubio tornasol de cal salada
busca en lo rubio espejo de la muerte, concha del sonido.
Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído.
Si se sienta en su borde o en su frente el centurión pulsa en su costado.
Si declama penetran en la mirada y se fruncen las letras en el sueño.
Ola de aire envuelve secreto albino, piel arponeada,
que coloreado espejo sombra es de recuerdo y minuto del silencio.
Ya traspasa blancura recto sinfín en llamas secas y hojas lloviznadas.
Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle el costado.
Así el espejo averiguó callado, así Narciso en pleamar fugó sin alas.

 

 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS


 

Dragonear


Cuáles asuntos
afligen al dragón

por qué su gesto
desapacible

de cuáles actos
se hace responsable

con qué afán se esmera
en ser monstruo





 

jueves, 30 de julio de 2015

ANDRÉS NEUMAN


 

Aquí y allá
luz de mañana azul.
Son varios mares.

KOBAYASHI ISSA


 

Silencio:
una hoja se hunde
en el agua clara.
 

De: Voces

OLIVERIO GIRONDO




Escrúpulo


Me parece que vivo
que estoy entre los ruidos
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.
He dicho "me parece"
yo no aseguro nada.


 

JORGE BOCCANERA




Los papeles del nadador
                                                a Rodolfo Dada



I

Si el nadador tristea,
                     todo el mar es su lágrima,
todo el ruido del mar
                        es su tonada,
todo el mar es de vino.


II

Prueba otra vez, prueba una y otra vez.
El nadador sube hasta el trampolín,
entre las nubes altas,
los aviones que escriben en el cielo con humo,
las bandadas de patos.
Ya está en puntas de pie, ya flexiona las piernas,
                  estira bien los brazos.

Prueba otra vez, una y otra, una y otra, se
                  concentra, respira,
el agua hace silencio.
La ventolera tira sus manotazos y le arranca el
                  gorrito de baño, escupe en su antiparra.
Pero él insiste y otra vez, prueba una y prueba
                  otra.
Es un ovillo el nadador entre las nubes altas,
el humo que dejaron los aviones,
las plumas de los patos que emigraron al norte.
Puntas de pie, no vayas a fallar.
Vuela en picada el nadador, su dibujo es perfecto,
                  su boca entra al desierto.


III

de ser posible, leer con música de fondo
                                                          de  Bob Marley

Mal rayo me parta, e cielo está muy resbaloso,
el vino escaso, la caricia extraña en estos días,
tu nombre llega como un golpe de vino a la
                  cabeza,
mal rayo me parta en tan inoportuna ocasión.

Simulo leer un diario bajo el aguacero de tu
                  cuerpo,
bienganado el diluvio, malhaya la tormenta,
pasa un cuerpo flotando bocabajo
y mal rayo me parta tan lejos de tu cuello.

Los cielos se mezclaron en tu boca pequeña,
los gatos se revuelcan en tu mano,
adelante el insomnio es un campo minado,
hay besos enterrados que pueden estallar.

Corro a campo traviesa con fósforos mojados,
¿qué es esta polvareda sino un fantasma tuyo?
El futuro es un traje pero para otro cuerpo,
los espejos del bar no preguntan por mí.

Hoy cargo mis valijas por el fondo del mar,
tengo pocas palabras
mis dos lenguas tropiezan dentro de una botella
y mal rayo me parta en tan inoportuna ocasión.



IV

Nadador
la verdad es una piedra pulida por el agua,
una estrella aplastada por algún tren carguero,
yace en el fondo, extraña, entre una multitud de
                 formas ondulantes.
Alguien tejió esa piedra para que te miraras con
                 tu viejo sombrero, tu sonrisa maltrecha.
Alguien dice tu nombre en la oscuridad de esa
                 piedra,
y te narran girando por los espesos caldos del
                 alcohol.
Se agotó la paciencia de tus labios que ahora
                 viven adentro de una piedra.
Los pliegues de tu miedo van a pudrirse allí.
Tu quieres preguntar y para preguntar primero
                 hay que morirse.
Nadie puede bailar en esos pasadizos.
Nadador,
mira como se apagan tus gestos en los bordes
                 redondos de esa piedra.
Empolla en esa piedra la canción del naufragio.

 

FERNANDO PESSOA


 

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda...


Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego...

Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...

No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...
 


Versión de Ángel Crespo


 

 

ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR


 

Qué son las islas


Esto tienen de bueno los poetas,
Que han dicho lo que uno quería decir.
¿Dé que otra manera comunicarle lo que sintió
Al ver desde el aire los islotes verdes desparramados por el mar,
y cuando ya en el barco contempló a lo lejos el borde agreste
de la isla,
Sino como ya lo escribió la poeta:
¿Qué son las islas si no estás tú?
Eso es lo que gritó al aire luminoso de la tarde
Y lo que musitó después en la atormentada noche,
Añadiendo un nombre que en la cabina sonaba extraño
Como una flor de otro planeta.
¿Y podrá creer que la playa maravillosa,
Con su cadera de oro mordida por un ávido mar,
y la planicie del centro echada como un manto
No han podido ser gran cosa no estando ella,
Que ha dejado despoblada y silenciosa
Esa ciudad, ojo de la violencia, que ella hechizara
Marcando los lugares de encuentros y despedidas
Con una nostalgia como una cicatriz?


 

miércoles, 29 de julio de 2015

ALICIA SALINAS



 
Certeza


El humano
que no ama al mar
con sus olas inconclusas
jamás
encontrará
un lugar certero
en el espejo del cielo.




MARIO BENEDETTI


 

128
 
 
cuando era niño
las canciones de cuna
me desvelaban

 

JUAN BOSCÁN


 

La ausencia



Quien dice que la ausencia causa olvido
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido.

Aviva la memoria su sentido;
la soledad levanta su cuidado;
hallarse de su bien tan apartado
hace su desear más encendido.

No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas.

Que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló,
no por eso serán mejor curadas.

 

GONZALO MILLÁN




29.



El invierno es el sueño de la naturaleza.
La savia circula lentamente.
La marmota pasa el invierno durmiendo.
Duerme la savia en invierno.
Los salmones pasan el invierno en el mar.
El invierno es inclemente.
La política económica es inclemente.
El invierno es recio.
El invierno es frío.
El invierno es lluvioso.
¡El invierno ha huido!

El vendaval echó árboles por tierra.
Los agentes echaron puertas abajo.
Echaron cadáveres al río.
Las papas echan tallos.
Los árboles echan vástagos.
Las locomotoras echan humo.
Pelechan los animales.

La lluvia desmoronó una cantera de arena.
Se inundó una mina.
La mina se derrumbó.
Se desplomaron paredes.
La madre se desplomó al saber la noticia.
Un barco encalló en la arena.
Se empantanó la carretera.
Se empantanaron los pleitos.
Se laceraron los espejos.
Las estacas echaron raíces.
Echan panfletos por las ventanas.
Después echan sangre por las narices.

Echaron dientes los niños.
Echaron unos tragos de vino.
Echan de menos a los ausentes.
Brindan por los caídos.

Echaron de menos la infancia
Es la más feliz de las edades.
Echaron maldiciones contra el tirano.
Se echaron a la cama a dormir.
La casa en ruinas se hundió.
El bote se fue al fondo del río.
¡El invierno ha huido!


De “La ciudad”

 

CÉSAR CALVO


 
 

Venid a ver el cuarto del poeta


Venid a ver el cuarto del poeta.

Desde la calle
hasta mi corazón
hay cincuenta peldaños de pobreza.
Subidlos.
A la izquierda.

Si encontráis a mi madre en el camino,
cosiendo su ternura a mi tristeza,
preguntadle
por el amado cuarto del poeta.

Si encontráis a Evelina
contemplando morir la primavera,
preguntadle
por mi alma
y también por el cuarto del poeta.

Y si encontráis llorando a la alegría
océanos y océanos de arena,
preguntadle
por todos
y llegaréis al cuarto del poeta:
una silla, una lámpara,
un tintero de sangre, otro de ausencia,
las arañas tejiendo sordos ruidos
empolvados de lágrimas ajenas,
y un papel donde el tiempo
reclina tenazmente la cabeza.

Venid a ver el cuarto del poeta.
Salid a ver el cuarto del poeta.
Desde mi corazón
hasta los otros
hay cincuenta peldaños de paciencia.
¡Voladlos, compañeros!

(si no me halláis
entonces
preguntadme
dónde estoy encendiendo las hogueras.)



De: Poemas bajo tierra

CONCHA MÉNDEZ




Eran verdes como un mar...

 

Eran verdes como un mar,
con reflejos de alto cielo.
-¡Qué bien sabían mirar!-
unos ojos que recuerdo.

En la penumbra lucían
con una luz de misterio,
como dos claros abismos
abiertos a mil deseos.

Muchas horas tuve cerca
los ojos verdes aquellos,
que implorantes me miraban
¡y yo hacia por no verlos!

Y hoy que mirarlos quisiera,
están tan lejos..., ¡tan lejos!

 

 

martes, 28 de julio de 2015

MARIO BENEDETTI


 

1
 
 
si en el crepúsculo
el sol era memoria
ya no me acuerdo

 

 

JORGE BOCCANERA


 

Exilio



Un hombre enterrado en las arenas del exilio
donde se hunden sin chistar mujeres rojas y
             tiendas de lentas humaredas,
y una espada se empera y una silla en desuso.

Un hombre enterrado allí donde Tarafa ofrece
             una copa de vino, por las llamas del sol
             que lo despedazaron.
Y va a pique la mesa donde alguien escribió
moriré tal vez muy lejos de mi idioma
Y Artaud canta parado en un caballo blanco.

Entonces, ese hombre es polvo de su voz.
 


 

 

HUMBERTO GARZA


 

Marina


Surgías como hada en el silencio
de mi deseo amargo,
tu piel iridiscente semejaba
divina flor de mayo.
Mis ojos perseguían tu mirada
y el rumor de tus labios;
rompía los hechizos de la noche
con amorosos cantos.

La fiesta de las rosas perfumaba
tus adorables manos,
llegaba una brisa de nostalgias
hasta tus ojos claros.
Marina, las cosas te adornaban
como la hierba al campo,
yo buscaba caer en la prisión
de tus lejanos brazos.

Mi voz acompañaba la tiniebla
por entre candelabros
que después el proscenio revelaba
tan sólo eran retablos.
Duele saber, amiga, que las aguas
de ese bullente océano,
han dejado el salitre de tu cuerpo
en mis ardientes labios.

Seremos cual estrellas yuxtapuestas
por un dictado extraño,
hablando de cosas inconcretas
un lenguaje raro.
ú, llenando de magia y transparencia
te universo largo,
o, buscando llegar a tus oídos
n mi ruido de pájaros.

 


 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS




Estrellas invisibles


Hay noches
en que uno descubre
la escalera
la puerta
y la cerradura

pero la habitación
sigue siendo secreta


 

 

ALBERTO GIRRI


 
 

Oír uno su propia sombra


Repeticiones inútiles, verbosidad
en pleonasmos, redundancias,
tautologías,

                   garrulerías en las casas
amadas amando hasta el mirlo
que sobre ellas habla,

                                 ruidos continuados
aislándote, los arrullos
por sentimientos melancólicos
del tiempo otoñal,

                              cantinelas ensalzando
imposibles concordias:
                                           que al agua del pozo
le sea dado invadir la del río,
                                            que la cosecha pasada
y la nueva se unan.

Es mantener abierto el pico,
no puedan las palabras obstruirlo:
                               como leznas
dentro de una bolsa
(acaban por romperla).

Es el anverso
diáfano de la vida suavizando
las áreas hostiles,
                     la de los ojos turbios,
balbuceos lastimeros, orejas calientes,
vértigos de borrachos.

Es tu cotidiano ensayar,
                     mientras no suena la campana,

                                 no se haya ido la arena del reloj,
cómo hacer con discursos de aire
que el mundo de los felices
y el mundo del desdichado
no parezcan distintos.



De "Obra poética IV"

 

 

 

JOSÉ MARÍA VALVERDE


  

La fuente
                           Para Felicidad y Leopoldo, en recuerdo
                                                     de un día en Astorga
                                                               (...En la fosca
                                 penumbra del jardín la fuente late!
                                                                             L.P.


Al entrar, en la noche,
la seca fuente de color de yedra.
La fuente nunca vista, conocida
del país de los versos,
de los viajes sin años por las páginas.
Estaba seca. Sólo,
encima, unas macetas,
cuelgan sus tallos como muertos chorros,
haciéndola recuerdo.
Estaba seca. Sólo
polvo gris en su pila,
triste resto del tiempo.
Estaba seca. Sólo
es un cuenco de ausencia,
que hace al aire suspenso y temeroso,
no se sabe de qué,
como si alguien, de súbito,
se hubiera ido, o dentro hubiera muerto.
Y el niño melancólico de bronce
se olvida, con el paso interrumpido,
mira sin ver, medita...




lunes, 27 de julio de 2015

JULIÁN DEL CASAL


 

8. Tristissimanox


Noche de soledad. Rumor confuso
hace el viento surgir de la arboleda,
donde su red de transparente seda
grisácea araña entre las hojas puso.

Del horizonte hasta el confín difuso
la onda marina sollozando rueda
y, con su forma insólita, remeda
tritón cansado ante el cerebro iluso.

Mientras del sueño bajo el firme amparo
todo yace dormido en la penumbra,
sólo mi pensamiento vela en calma,

como la llama de escondido faro
que con sus rayos fúlgidos alumbra
el vacío profundo de mi alma.


 

De "Mi museo ideal":

 

SALVADOR DÍAZ MIRÓN


 

Con qué dolor, y válgame ser franco...


¡Con qué dolor, y válgame ser franco,
trazo los versos que a mi lado impetras!
Esta cuartilla de papel en blanco
me parece una lápida sin letras.

Tristísimo recuerdo me acongoja
y pienso, visionario como un zafio,
que escribo, no una endecha en una hoja,
sino sobre un sepulcro un epitafio.

No extrañes, no, que mi razón sucumba
a esta ilusión que envuelve algo de cierto
porque, ay, tu corazón es una tumba
desde el instante en que tu amor fue un muerto.

¡Tu amor! Ve el mío que cual ámbar de oro
paréceme que nunca se consume,
que ni siquiera sufre deterioro
aunque despida sin cesar perfume.

Mas ¿a dónde me lleva mi extravío?
Perdona a mi amargura ese reproche.
Por ti puedo decir como el judío:
¡un ángel ha pasado por mi noche!

Por ti en el molde general no cupe;
quise ovaciones, codicié oropeles
y en la tribuna y con la lira supe
ganar aplausos y obtener laureles.

Después... ¡mi gloria huyó con mi ventura
y, como nube tenebrosa, el duelo
ha cerrado en mi alma la abertura
que daba grande y esplendente al cielo!

Adiós. Dejo a tus plantas un gemido
y retorno a la sombra más espesa
pues vuelvo a la que reina en el olvido,
y no hay otra tan negra como ésa.


 

 

 

DELMIRA AGUSTINI


  

Exégesis


¡Pobres lágrimas mías las que glisan
a la esponja sombría del Misterio,
sin que abra en flor como una copa cárdena
tu dolorosa boca de sediento!

¡Pobre mi corazón que se desangra
como clepsidra trágica en silencio,
sin el milagro de inefables bálsamos
en las vendas tremantes de tus dedos!


¡Pobre mi alma tuya, acurrucada
en el pórtico en ruinas del recuerdo,
esperando de espaldas a la Vida
que acaso un día retroceda el Tiempo...!

 

 

 

MANUEL F. MESA SECO


 
 

Egresar no es morir

 

Supongamos que regreso. Que estoy volviendo
a un punto de partida. Volviendo a la esquina
o lustrándome los zapatos. Para viajar
a la otra puerta del camino.

Las telarañas han caído de mi piel.
Puedes confundirme con un armario
lleno de un olor obsceno.

Y hay que subir al vagón. Subir
a la rama donde el pájaro pasará la tempestad
escuchando las pisadas de hierro
de los conquistadores.

Porque al regreso ya no soy la misma agua
ni el mismo ojo ni la misma calle.
He salido de las sábanas
quebrando la espesura.

Esta corbata fuera. Esta revista
que es todo mi equipaje filosófico.
Y deberé partir (piedra que cae
en una noria).

 

 

 

JOSÉ MARÍA HINOJOSA




Calma    
                                                A Luis Buñuel



¿Dónde se acaba el mar?
¿Dónde comienza el cielo?
Los barcos van flotando.
o remontan el vuelo?


Se perdió el horizonte,
en el juego mimético
del cielo y de las aguas.

Se fundió el movimiento,
en un solo color
azul, el azul quieto.

Se funden los colores;
se apaga el movimiento.

Un solo color queda;
no existe barlovento.

¿Dónde se acaba el mar?
¿Dónde comienza el cielo?

 

PAZ MOLINA

 


Movimiento

 
 
Hay que mover la vida ,hay que menearala
como la cola de una lagartija.
Hay que alzarla como un paraguas rojo.
Hay que ensartarla en el tiempo
como un puñal de oro

Y que huya la muerte con sus dientes de plástico
que corra infelíz
que sienta escalofríos.

Hay que mover la vida
con un movimiento de tren imprevisible.
Que cruce las froteras de lo mágico.
Que pague los pasajes definitivos.

Y en asiento de primera clase
observe su propia carrera por la ventanilla
presurosa de una premura insufrible,
atareada en la perspectiva de lo último.

 

 

domingo, 26 de julio de 2015

CLAUDIO GUERRERO


 

El silencio de esta casa

 

En medio de esto está tu mirada turbia por el recuerdo
tu sonrisa apagada
el gesto agobiado y silencioso.

Existen espacios que nunca han sido acariciados por un rayo de luz
rincones que mutilan tu presencia
que absorben las historias jamás contadas a los hijos.

Sólo los ventanales escuchan tus pasos quietos.

En medio de todo esto está nuestra costumbre
de permanecer juntos en la cocina cada sábado por la tarde.
La casa está impregnada de un profundo silencio
la casa está atravesada por tu sabiduría,
yo te hablo de mi tristeza y tú callas tiernamente,
tú preparas el almuerzo del domingo
y yo voy a comprar tus cigarros a la esquina.

Cada sábado vemos el mismo partido de fútbol
saboreamos la misma sopa.
Las paredes transparentan tu surcado rostro
la tarde cae y su sombra se junta con tu sombra.

Ocultas tu cansancio, quisieras sonreír
nada ha cambiado, nada
sólo que te vas a acostar
y busco en mi mente la imagen
de la última vez que tu risa
iluminó esta casa silenciosa.


 
De “El silencio de esta casa”

 

 

 

 

ELISA RIVARA


 

El fuego
El payaso y la madre

 

Se quema el payaso de plástico
en el jardín

Los niños lloran en la cocina
arrodillados junto al cadáver de su madre

El patio se inunda poco a poco
de inocente humo infantil

La casa apesta
................a madre muerta.

 

 

 

CÉSAR SIMÓN


 

Vientos


Sé que meditas. Pero ven,
saca la testa del rebozo
de oscuras lanas y arpilleras.
Mira esa leve sombra, oye el portazo
-sobre el desnudo- de los vientos.

 

De "Estupor final"

 

 

 

JUAN CARLOS ABRIL



 
Traición



Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.

                                                    En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.

                                                           Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.


De "Un intruso nos somete"


 

CLARIBEL ALEGRÍA


  

Autorretrato


Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.


 

 

OLIVERIO GIRONDO


 

Campo nuestro



En lo alto de esas cumbres agobiantes
hallaremos laderas y peñascos,
donde yacen metales, momias de alga,
peces cristalizados;
pero jamás la extensa certidumbre
de que antes de humillarnos para siempre,
has preferido, campo, el ascetismo
de negarte a ti mismo.
Fuiste viva presencia o fiel memoria
desde mis más remota prehistoria.
Mucho antes de intimar con los palotes
mi amistad te abrazaba en cada poste.
Chapaleando en el cielo de tus charcos
me rocé con tus ranas y tus astros.
Junto con tu recuerdo se aproxima
el relente a distancia y pasto herido
con que impregnas las botas... la fatiga.
Galopar. Galopar. ¿Ritmo perdido?
hasta encontrarlo dentro de uno mismo.
Siempre volvemos, campo, de tus tardes
con un lucero humeante...
entre los labios.
Una tarde, en el mar, tú me llamaste,
pero en vez de tu escueta reciedumbre
pasaba ante la borda un campo equívoco
de andares voluptuosos y evasivos.
Me llamaste, otra vez, con voz de madre
Y en tu silencio sólo halló una vaca
junto a un charco de luna arrodillada;
arrodillada, campo, ante tu nada.
Cuando me acerco, pampa, a tu recuerdo,
te me vas, despacio, para adentro...
al trote corto, campo, al trotecito.
Aunque me ignores, campo, soy tu amigo.
Entra y descansa, campo. Desensilla.
Deja de ser eterna lejanía.
Cuanto más te repito y te repito
quisiera repetirte al infinito.
Nunca permitas, campo, que se agote
nuestra sed de horizonte y de galope.
Templa mis nervios, campo ilimitado,
al recio diapasón del alambrado.
Aquí mi soledad. Esta mi mano.
Dondequiera que vayas te acompaño.
Si no hubieras andado siempre solo
¿todavía tendrías voz de toro?
Tu soledad, tu soledad... ¡la mía!
Un sorbo tras el otro, noche y día,
como si fuera, campo, mate amargo.
A veces soledad, otras silencio,
pero ante todo, campo: padre-nuestro.


 

 

sábado, 25 de julio de 2015

FÉLIX DE AZUA


 

Ahora es mi turno, cuando cierro los ojos...


Ahora es mi turno, cuando cierro los ojos
y me olvido de ti, de tu salvaje higuera y tus higos salvajes,
cuando tu carne, como un libro de cuentos, resplandece en la noche
a la luz de un hogar mediterráneo;
y me dejo cegar por el brillo solar de la memoria
mientras mi cuerpo entero se quema en un chispazo.

Ahora infantiles yemas te descubren, y entre las llamas muertas
rescato el viejo yugo, los utensilios viejos y las viejas guirnaldas
del buey, de la cebada y de la Pascua de Resurrección.
Es mi turno, no el tuyo. Te levanto en mis palmas
como se exponen los recién nacidos
a las nubes plomizas, irritadas
como vacas repletas que atronan el establo
los campos secos, el pozo, la uva amarga.

Pero tú, hecha una niña, también tientas las ubres, y arqueada
jadeas entre brasas; es mi turno y tú danzas
resonando perpleja y sonriente,
átomo, brizna, astilla de una combustión
que no puedo pensar sin sentirme infinito.

Tus yemas y tu sonrisa atónita me invitan al incendio...
pero me venden luego por la espalda como cosa fútil,
como ese azar minúsculo, gratuito
que te alcanza las nubes y se empeña en durar.

Y mientras tú contratas con terribles clientes
a los que yo sólo conozco por el nombre,
y cuyas sombras, mantos, miradas esquinadas,
me hacen alzar la sábana aterrado;
hundido al fin, hundido,
olvidado por fin, perdido y solo, cobijado en mí mismo,
puedo gritar, gritar hasta romper el techo y por la grieta ver
la esplendorosa faz sin ojos y sin boca
que me agarra del cuello y me disuelve en risas,
fuego de azufre, espanto y aroma de castaños.