jueves, 8 de junio de 2017


ALEJANDRA MORENA MORAES


  

II



y yo mojada de abril
abril cargado de gritos y silencios
y hoy es veinte                    es fiesta
me entierro
con las flores por dentro


GUILLERMO FERNÁNDEZ




III



No me lamento porque existe, sino porque no existe.
Los días desdentados pueden hablarme con voz de niño
o intentarlo la lluvia como un loco que habla con los
ojos cerrados.
Mi corazón jolivudense exige para mi infancia una casa
muy blanca
con noventa ventanas abiertas al estío.
Para mi adolescencia, las palabras Isabel, Istambul,
Nueva Zelandia.
Para estos días en que me da por mirar al fondo de mí
mismo
basta un poco de carne en el hocico de la lujuria.
Me falta juventud para vender mi alma.
Estoy cansado ya de rascarle a las palabras
y esta urgencia de hablarle a mi propio corazón y que
me crea.


10 de septiembre de 1971 


De: La hora y el sitio


GONZALO ROJAS




Conjuro



1

Espíritu del caballo que sangra es lo que oigo ahora entre
el galope
del automóvil y el relincho, pasado el puente
de los tablones amenazantes: agua, agua,
lúgubre agua
de nadie: las tres
en lo alto de la torre de ninguna iglesia, y abajo
el río que me llama: Lebu, Lebu
muerto de mi muerte;
niño, mi niño,
¿y esto
soy yo por último en la velocidad
equívoca de unas ruedas, madre, de una calle
más del mundo?


2

La pregunta es otra, la pregunta verde es otra
de los árboles, no este ruido
de cloaca hueca y capital, humo
de pulmones venenosos, la pregunta es cuándo,
la diastólica arteria, la urgentísima es cuándo y
cuándo, alazán
que sangras de mí, desprendido
del sonido
del límite
del Tiempo:
¿cuándo,
hueso flexible; cuándo, carbón
sudoroso, límpido
del minero padre?
Pétalos
del aroma pobre, ¿cuándo?


3

Parpadeante rito de semáforos aciagos para el sacrificio
mayor, uno piensa
líquidamente como la sangre,
rojamente piensa uno
lo poco que piensa, del trabajo al trabajo, de un aceite
a otro quemado, abre
la puerta instantánea,
huele
de lejos los jazmines.


4

La alambrada huele de la costa aullante, la oreja
de lejos, de la mutilación, es lo que oye uno,
la nieve
manchada que solloza, eso es lo que mira uno de tanta
patria
diáfana, de tantas aves azules en el arcancielo
de Huidobro rey, de tanta cítara tensa
y libre como las cumbres y las olas, cuando Dios
moraba entre nosotros antes:
ésa es la pérdida de uno,
y el aire es una lágrima sobre Valparaíso.


5

Espíritu del caballo que sangra, ese uno soy yo
el adivino; ese yo es nadie:
la pregunta es otra contra los vidrios esta noche
en este cráter desde donde hablo
solo como loco,
la pregunta es quién para que Alguien
venga, si viene,
cambie, si cambia, para que de una vez
el viento...


6

Hambre es la fosa, hasta
la respiración es hambre, hasta
el amor es hambre;
nace uno
donde puede, a cada instante, encima del lomo
de cualquier cruce veloz, y pregunta;


7

por hambre pregunta uno, por volver
a volver, ¿a dónde?,
Tierra
que vuelas en tu huso, ¿a dónde?,
perdición y traslación, ciega serpiente, hija
de las llamas, ¿a dónde?;


8

porque yendo-viniendo se aparta uno de todo,
se aparta a su pensamiento de hambre
como el silencio a su música
tras las alambradas, no puede más con su suerte;
como el cuchillo a su cuchillo se aparta,


9

y escribe, escribe con él, lo invisible escribe, lo que le dictan
los dioses
a punto de estallar escribe, la hermosura,
la figura de la Eternidad
en la tormenta.



ELVA MACÍAS




Casa abierta

a Roger Brindis



En las caballerizas las bestias jadean
han traído los beneficios de la huerta:
el aroma de racimos recién cortados
invade el patio...
En el jardín merodean
los pavones, los pijijis, los alcaravanes
entre el almendro, el tamarid, las rosas...
Pies descalzos prodigan su frescura en los corredores.
En la mesa se extienden frutos habituales,
todo es festinado en el quehacer o en la holganza.
Cada mañana
las puertas se abren de par en par,
en el zaguán hallan reposo el loco y el mendigo,
y los viajeros, sin traspasar cerrojos,
se cobijan del sol a mediodía.



ÓSCAR HAHN





Estrellas fijas en un cielo blanco...



Estrellas fijas en un cielo blanco,
son los bellos sonetos pues no giran
en torno de orbe alguno
ni han rotado sus densas masas de catorce cifras

No reflejan la luz del sol tampoco
pero irradian su propia luz de adentro
Y en el albor parecen en reposo
o muertos cuyas tumbas son sus cuerpos

Y sin embargo las estrellas fijas
a veces bienhechoras o malignas
siempre de harta energía están cargadas

Y aunque hace miles de años extinguidas
su fulgor todavía nos alcanza
sea por vista o por astrología

  

MARCELO DANIEL FERRER




Emigrantes de otras vidas



Una furibunda tormenta nos tendió
Su mano suave en el caer gris de la tarde...
Nos buscamos con la mirada
Amparados bajo un paraguas
Que quiso Dios
Me acompañara siendo que jamás lo usaba.

Energía que fue prosa directa al alma
Lo que me devolvió su mirada
Y la mía
Que no supo decirle nada,
Que desde hace tanto la buscaba
Quedó incrédula y desde ese momento acompañada.

Luz divina que cauteriza las heridas
Que el andar por la vida causa.
Eres tú una presencia tan sutil y santa
Como lo era de niño mi ángel de la guarda.

Y fueron días con glorias
Y temblores violentos los que siguieron
Y fuiste mía en otro encuentro
Y me entregue dócil a ti
Como en este cuento que te cuento.

Paranoias del alma...
Hasta hace un tiempo era yo un reducto de impurezas urbanas
Y ahora tu amor santifica mis andanzas.

¿Estaría escrito que alguna vez te encontrara?
Qué tonterías pienso
No hay escrito en ningún lugar nada.
Somos emigrantes de otras vidas,
Un vendaval de lluvia con viento nos junta en ciclos eternos
Desde que el tiempo es tiempo
Y el amor
Se recrea en nosotros como en un cuento.