jueves, 18 de julio de 2019


JORGE EDUARDO EIELSON





Perdido a tus pies



Maldita noche, el fuego de la luna,
El tiempo que se esconde entre las hojas,
Los pájaros, el sol que sucede
A tu garganta oscura. ¿Es también
Tu mano temblorosa la que cruza
Sobre esta página estrellada?
¿Es tu cuerpo mortal en la floresta
El que reposa humeando, fatigado,
Como un arma que dispara terciopelo?
Enamorado, inerte, como una pluma
Pronta a caer en el vacío, escucho
Los silenciosos pasos de la luna
Entre el boscaje, lejanas y altas
Velocidades, ruidos que adivino,
Diamantes en marcha y lineales
Vientos en perpetua rotación.


JOSÉ HOMERO




  
Cuanto

                     no tiene sentido hablar
                                      de si una partícula subatómica
                                   tiene
                                                           simultáneamente
                                                          una posición exacta
                                             un momento exacto

 Las cosas deben decirse
                      a su momento
dice
       y desvía la vista

   Elegirse elegido es vicio
Cada cosa en su momento
   Cada gesto en su sentido
el abandono
          el gozo
                           la túnica tonada que ciñe y cambia
                 amante en amado
                                  y muda silente en sílaba salada
               la sola sirena de la lengua que ama
         lame y no llama
              pero sí enciende
              con distinto sentido el mundo

Lo que se dice no cubre
    Lo que descubre no hace

                                                        Bajo las matas
                                                        En los pajonales
                                                        Sobre los puentes
                                                        En los canales

                            La mirada y su urdimbre de intenciones
                      las manos  los labios insinuando
                                         otro sonido
                    el borde dentado del sentido
                                                                       cuando el aire la alcanza con sus lenguas

    ¿Es un espacio
                              un momento?
                  ¿ese lugar
en movimiento
              un sentido?
¿un universo donde te encuentras
   invertida
no vestida
                  ahí donde te alcanzan las miradas
           ondas
        círculos tocándote?

no es en la noche lo inquietante
    el techo arriba
constelado
                              es lo que mueve al navegante
si va buscando y no es
                                          buscado


       Los sentidos impelen
          llevan al territorio
      donde ella ríe
toca sus pómulos con los índices
          tira de sus comisuras
        y promete
                    de cada cosa hablar a su momento

El mundo existe como una red de signos
El computador muestra en su abdomen
     el rumor del sentimiento
        el despliegue de los guiños
                                  el acomodo de los intestinos
        agitación de sus humores
                                             la convicción de lo probable

      Hay una torpeza en movimiento
Decir las manos cuyas alas
                                  rumbo tienden a su boca
O hablar de un futuro como quien la costa otea
de la mar de sus cabellos
    oir los ecos
                               (el hueco rumor de las sirenas) 
          de las citas

         Ese momento
en que se halla y no se rasga
             la piel de los sentidos
                    propone
             un sentido
                                    pospone
              una cita

Deja que a través de la mirada su cuerpo reconozca
mientras la lluvia con tordos mensajeros anuncia su llegada

y él se marcha
                                                       serio silente desolado
    vencido por señales tan sombrías
                                que los chips no reconocerían
                                       esa ocurrencia
                      que no tiene momento ni lugar
               aunque suceda


JULIO CÉSAR TOLEDO





Ando



por estas calles y el ruido
me es ajeno.
Tomo alguna avenida rumbo al centro
mientras vago
siento firme, bajo de mí, el suelo
al tiempo que desestimo la importancia de los pies.
El ruido sigue,
:::::::::::::::—letargo—
ajeno.
Doblamos en la esquina (yo, otros 10),
me detengo. Observo el semáforo,
me toco,
me siento.
¿Soy yo quien mira fijamente
o es el ámbar que me sostiene?
Abro la boca en un reflejo:
lo sé ,
soy el resultado de la evolución de un pez.
Sigo por la calle pero ahora entiendo.
Sigo, transito por el centro
pero ahora con fluidez, ahora,
—aún sobre mis piernas—
::::::::::::::nado.
Soy el pez anterior a los mamíferos
insomnes que inventaron la ciudad,
sobreviviente del inicio,
rastro de cardumen disoluto.

Antes,
el aire fue sólo un alcahuete
intermediario
donde ardía el reflejo.

Y la luz también era innecesaria.

Fui embrión.
::::::::::::::::::Soy pez.
Y a veces también soy mi semen

::::::::::::::::::::buscando
::::::::::::::::::::::::inútilmente
:::::::::::::fecundar.



EDWIN MADRID




  
Ayer estuve en la fiesta de Tito y no creas que perdí mi tiempo, pues me entretuve observando al ladino Procolo que iba de mesa en mesa entregando su libro de versos cursis y mal medidos. También vi al cegatón Tarciso apurándose los vinos sin ninguna discreción, y estaba Porcio Latrino con la barba crecida y su enigmática sonrisa de plebeyo. Mas, refresco para mis ojos fue tu afamada Aurelia, quién lucía escotes pronunciados. Y no preguntes más amigo, porque huí junto a ella, apenas la luna se colocó sobre mi cabeza.


ROSABETTY MUÑOZ





Deseo



El deseo es un barco poderoso
arriando anclas y cadenas
en medio de la noche.

Estallando con el estrépito
                de las posibilidades.
Bajo el silencio crispado
el ansia apenas perceptible.

Es también, el despliegue de luces
en las islas de canales tan angostos
donde un barco, más que navegar,
                                      acaricia.


De: “Baile de señoritas”


GABRIEL CELAYA





Tau-l



La bonita mentira de cada día
no engaña a nadie, pero ayuda a vivir, y exalta.
No pido más.

Amanece inundando.
Los pájaros cantores
cierran los circuitos eléctricos del día.
¡Es la belleza, es la vida!
La cabeza se enciende como una bombilla
a unos doscientos voltios de normal poesía.
¿Es la belleza? No sé.
Es el mundo habitual de la pereza
donde mis números sirven,
mis distancias miden,
mis ideas cuentan,
no se funde el aparato que en mí versifica.
¿Es la vida?
Sé que hay otra
más real, más escondida, menos mía,
pero ésta es mi alegría, mi mentira,
y los átomos me dejan de momento
que viva en mi fantasía,
es decir, en lo vulgar
del día que es tan sólo un cada día
sin más, normal,
fabulosamente real.