jueves, 18 de julio de 2019

EDWIN MADRID




  
Ayer estuve en la fiesta de Tito y no creas que perdí mi tiempo, pues me entretuve observando al ladino Procolo que iba de mesa en mesa entregando su libro de versos cursis y mal medidos. También vi al cegatón Tarciso apurándose los vinos sin ninguna discreción, y estaba Porcio Latrino con la barba crecida y su enigmática sonrisa de plebeyo. Mas, refresco para mis ojos fue tu afamada Aurelia, quién lucía escotes pronunciados. Y no preguntes más amigo, porque huí junto a ella, apenas la luna se colocó sobre mi cabeza.


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