Ayer estuve en la fiesta de
Tito y no creas que perdí mi tiempo, pues me entretuve observando al ladino
Procolo que iba de mesa en mesa entregando su libro de versos cursis y mal
medidos. También vi al cegatón Tarciso apurándose los vinos sin ninguna
discreción, y estaba Porcio Latrino con la barba crecida y su enigmática
sonrisa de plebeyo. Mas, refresco para mis ojos fue tu afamada Aurelia, quién
lucía escotes pronunciados. Y no preguntes más amigo, porque huí junto a ella,
apenas la luna se colocó sobre mi cabeza.
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