jueves, 18 de julio de 2019

JULIO CÉSAR TOLEDO





Ando



por estas calles y el ruido
me es ajeno.
Tomo alguna avenida rumbo al centro
mientras vago
siento firme, bajo de mí, el suelo
al tiempo que desestimo la importancia de los pies.
El ruido sigue,
:::::::::::::::—letargo—
ajeno.
Doblamos en la esquina (yo, otros 10),
me detengo. Observo el semáforo,
me toco,
me siento.
¿Soy yo quien mira fijamente
o es el ámbar que me sostiene?
Abro la boca en un reflejo:
lo sé ,
soy el resultado de la evolución de un pez.
Sigo por la calle pero ahora entiendo.
Sigo, transito por el centro
pero ahora con fluidez, ahora,
—aún sobre mis piernas—
::::::::::::::nado.
Soy el pez anterior a los mamíferos
insomnes que inventaron la ciudad,
sobreviviente del inicio,
rastro de cardumen disoluto.

Antes,
el aire fue sólo un alcahuete
intermediario
donde ardía el reflejo.

Y la luz también era innecesaria.

Fui embrión.
::::::::::::::::::Soy pez.
Y a veces también soy mi semen

::::::::::::::::::::buscando
::::::::::::::::::::::::inútilmente
:::::::::::::fecundar.



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