domingo, 24 de febrero de 2019


ROGER WOLFE





Es tarde ya en la noche...



Es tarde ya en la noche
y la playa está desierta.
Rompe el mar
sobre las rocas.
Un aire cálido,
espeso de salitre
y de recuerdos,
me baña la cabeza.
Cierro los ojos.
Inhalo.
Me dejo llevar.
Y luego pienso,
como casi siempre
que me pasan estas cosas,
en Proust.
Pero no he leído
a Proust.
Qué importa.
La vida es bella.
Quién necesita
a Proust.

OLGA LEIVA





me deslizo desde el amanecer hasta el altiplano. el sexo responde. los otros surgen de las grutas con los ojos a punto. los dedos arden como velas encendidas bajo lluvia. el paisaje expande. pájaros y fibras retumban en el cuerpo de la tierra. los hombres se alimentan de éter. sus antenas nerviosas encantan. las pupilas dilatan los cantos del aire. las venas del parque. el eco resplandece. el sistema riega con cantos. un humano despierta rodeado de maquinaria. una fábrica grita. un cuchillo de mirada corta la herida. sangre detenida. semen del diluvio. el hombre toca todo lo que crea. su mente es un espacio circular. una esfera en movimiento. un rayo vacío.



ELICURA CHIHUAILAF





Sueño azul



La casa azul en que nací está situada en una colina
rodeada de hualles, un sauce, castaños, nogales
un aromo primaveral en invierno
—un sol con dulzor a miel de ulmos—
chilcos rodeados a su vez de picaflores
que no sabíamos si eran realidad o visión ¡tan efímeros!
En invierno sentimos caer los robles partidos por los rayos
En los atardeceres salimos, bajo la lluvia o los arreboles, a buscar las ovejas
(a veces tuvimos que llorar la muerte de alguna de ellas, navegando sobre las aguas)
Por las noches oímos los cantos, cuentos y adivinanzas a orillas del fogón
respirando el aroma del pan horneado por mi abuela, mi madre, o la tía María
mientras mi padre y mi abuelo —Lonko de la
comunidad— observaban con atención y respeto.
Hablo de la memoria de mi niñez y no de una sociedad idílica
Allí, me parece, aprendí lo que era la poesía
las grandezas de la vida cotidiana, pero sobre todo sus detalles
el destello del fuego, de los ojos, de las manos.
Sentado en las rodillas de mi abuela oí las primeras historias de árboles
y piedras que dialogan entre sí, con los animales y con la gente.
Nada más, me decía, hay que aprender
a interpretar sus signos
y a percibir sus sonidos que suelen esconderse en el viento.
Tal como mi madre ahora, ella era silenciosa
y tenía una paciencia a toda prueba
Solía verla caminar de un lugar a otro, haciendo girar el huso,                                                                                                    retorciendo la blancura de la lana
Hilos que en el telar de las noches se iban convirtiendo en hermosos tejidos
Como mis hermanos y hermanas
—más de una vez—
intenté aprender ese arte, sin éxito.
Pero guardé en mi memoria el contenido de los dibujos
que hablaban de la creación y resurgimiento del mundo mapuche
de fuerzas protectoras, de volcanes, de flores y aves
También con mi abuelo compartimos muchas noches a la intemperie
Largos silencios, largos relatos que nos hablaban del origen de la gente nuestra
del primer espíritu mapuche arrojado desde el Azul
De las almas que colgaban en el infinito como estrellas
Nos enseñaba los caminos del cielo, sus ríos sus señales
Cada primavera lo veía portando flores en sus
orejas y en la solapa de su vestón
o caminando descalzo sobre el rocío de la mañana
También lo recuerdo cabalgando bajo la lluvia
torrencial de un invierno entre bosques enormes
Era un hombre delgado y firme
Vagando entre riachuelos, bosques y nubes
veo pasar las estaciones:
Brotes de Luna fría (invierno), Luna del verdor (primavera)
Luna de los primeros frutos (fin de la primavera y comienzo del verano)
Luna de los frutos abundantes (verano)
y Luna de los brotes cenicientos (otoño)
Salgo con mi madre y mi padre a buscar
remedios y hongos
La menta para el estómago, el toronjil para la pena
el matico para el hígado y para las heridas
el coralillo para los riñones —iba diciendo ella.
Bailan, bailan, los remedios de la montaña
—agregaba él
haciendo que levantara las hierbas entre mis manos.
Aprendo entonces los nombres de las flores y de las plantas
Los insectos cumplen su función
Nada está de más en este mundo
El universo es una dualidad:
lo bueno no existe sin lo malo.
La Tierra no pertenece a la gente
Mapuche significa Gente de la Tierra
—me iban diciendo
En el otoño los esteros comenzaban a brillar
El espíritu del agua moviéndose sobre el lecho pedregoso
el agua emergiendo desde los ojos de la Tierra.
Cada año corría yo a la montaña para asistir
a la maravillosa ceremonia de la naturaleza
Luego llegaba el invierno a purificar la Tierra
para el inicio de los nuevos sueños y sembrados
A veces los guairaos pasaban anunciándonos
la enfermedad o la muerte
Sufría yo pensando que alguno de los
mayores que amaba
tendría que encaminarse hacia las orillas
del Río de las Lágrimas
a llamar al balsero de la muerte
para ir a encontrarse con los antepasados
y alegrarse en el País Azul
Una madrugada partió mi hermano Carlitos
Lloviznaba, era un día ceniciento
Salí a perderme en los bosques de la
imaginación (en eso ando aún)
El sonido de los esteros nos abraza en el otoño
Hoy, les digo a mis hermanas Rayén y América:
Creo que la poesía es sólo un respirar en paz
—como nos lo recuerda nuestro Jorge Teillier—
mientras como Avestruz del Cielo por todas
las tierras hago vagar mi pensamiento triste
Y a Gabi Caui Malen y Beti, les voy diciendo:
Ahora estoy en el Valle de la Luna, en Italia
junto al poeta Gabriele Milli
Ahora estoy en Francia, junto a mi hermano Arauco
Ahora estoy en Suecia junto a Juanito Cameron
y a Lasse Söderberg
Ahora estoy en Alemania, junto a mi querido
Santos Chávez y a Doris
Ahora estoy en Holanda, junto a Marga
a Gonzalo Millán y a Jimena, Jan y Aafke,
Juan y Kata
Llueve, llovizna, amarillea el viento en
Amsterdam
Brillan los canales en las antiguas lámparas
de hierro y en los puentes levadizos
Creo ver un tulipán azul, un molino cuyas
aspas giran y despegan
Tenemos deseos de volar: Vamos, que nada
turbe mis sueños —me digo

Y me dejo llevar por las nubes hacia lugares desconocidos por mi corazón.


GABRIEL ALEJANDRO PAZ








Después de un beso tierno en los pies
el algarrobo
a sus raíces como a sus narices
poseso

Después de un coscorrón de fuego
diez horas caminando con la cabeza pelada
ángel leguminoso
tu sombra

Te amamos
porque dos veces al año
te haces flor 


De: “Camino a Perú”


SEVERO SARDUY





Entrando en ti, cabeza con cabeza...



Entrando en ti, cabeza con cabeza,
pelo con pelo, boca contra boca:
el aire que respiras -la fijeza
del recuerdo-, respiro y en la poca

luz de la tarde -rayo que no cesa
entre los huesos abrasados- toca
los bordes de tu cuerpo; luz que apresa
la forma. Ya su cénit la convoca

a otro vacío donde su blancura
borra, marca de arena, tu figura.
El día devorando de sonidos

quema, de trecho en trecho, su espesura
y vuelca de ceniza la textura
en la noche voraz de los sentidos.


JOSÉ EMILIO PACHECO





El reposo del fuego
                                      (Don de Heraclito)



Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente :
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.

Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.
Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.

Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:

Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.

Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.

No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.