lunes, 22 de octubre de 2018


ROBERTO LÓPEZ MORENO





Salmos primarios



Hay un sonido haciendo el mundo
desde el verbo de cal que nos da forma,
se enreda hacia la patria de los pájaros,
verdad con alas
que nada y que se arrastra.
Hay un sonido en el mundo que nos crece.
Hay un sonido... el mundo...

Iguana
Mantarraya
Zenzontle
Salamandra
Hay un sonido que nos une desde el molusco y la espuma.
Desde la arcilla del principio
hasta el líquido principio de la llama en el aire.
El eco nos asigna un olifante,
río ardiendo de girasoles.
Hay un sonido que danza, danza,
gira sobre su forma y huye, huye,
y aquí entre nosotros derramándose,
formándonos de nuevo.
Ah, la vieja canción de los ausentes,
de los que están de vuelta
sobre esta costra palpitante
que nos congrega y alza,
que nos devora firme
y nos vuelve a fundir en el sonido.
Hay un sonido en el mundo
que nos ata a la vida y nos devuelve.
Suena.
Irrumpe en nuestra piel.
Nos aniquila.
Nos rehace al son de la mañana.
El corazón golpea su música hacia fuera.
Hay un sonido de piedra
que nos relata la epidermis de los siglos.
Hay un sonido de sal izada.
Allí estamos,
sistro de lumbre somos.
Hay un sonido que es una corriente
y nosotros en él,
por él,
con él.
Hay un sonido que danza en nuestros ojos.

Hay un sonido iguana.
Hay un sonido iguana sobre la noche,
hay una piel que repta
sobre los cíngulos de la música.
Es sangre áspera,
rompiendo la monotonía de la yerba.
Suenan sus patas desde la memoria.
Es como una cuerda tensa
que viene y va
sobre la vía sin nombre de los infinitos.
Sube la esencia de la caña
por los tubos de su sueño,
la sustancia del día revienta entre las sombras.
Ya todo es rojo, árboles y latidos
y la piel de esta iguana
piedra arrastrándose verdemente.
En sus cuatro torres camina su distancia.
Y allí está el inicio,
frente a los golpes rotundos de la savia,
en la tierra que late en nuestros poros.
Rondan acales en sus venas.
Ah, el latido.

Hay un sonido mantarraya.
Hay un sonido mantarraya en celo,
golpea con su vientre
el zumo de las rutas movedizas
y nos habla con la vasta humedad
de su mirada.
Siente.
Crece.
Muerde la abundancia.
Cuerpo con las dimensiones de las cosas
repta también entre las ondas
en un firme sentido de su oficio.
El nado nos dibuja cuerpo adentro,
nos agarra.
¿Qué masa líquida contiene el canto
en sus entrañas?
La mantarraya lo sabe
y ejecuta su conocimiento cristalino,
lo establece en el cerebro del tiempo.
Ya todo es agua.
Ya todo es agua en esta hora.

Hay un sonido zenzontle.
Hay un sonido zenzontle en giro pleno,
cuatrocientos costados del que canta
coronando el corazón del aire.
Ahí puño de plumas.
Así, golpe de adentro.
Así.
En sí.
Herida clave en alto.
El aleteo habla del espacio,
en su azul está el mundo,
en su mundo está el tiempo,
carnal horario,
cifra del viento;
en el viento está el viento,
en su nudo sonoro de raíces.
Palabra aérea.
Aletazo de ayer, de luz, de siempre.

Hay un sonido salamandra.
Hay un sonido salamandra que arde.
Confabulación del fuego
para relatarnos.
Brasa hacia el oído,
como un batracio deshilado
en lumbre a toda prueba,
enhiesta contra el sol,
combate a sangre fría,
ahí,
donde el quehacer de la célula
levanta el resplandor de las arquitecturas.
Aliento que nos marca crepitando,
víscera de la llama,
rito,
en el centro estás tú irradiando en sonido.
Ah, el chisporroteo de tu movimiento.
Latido de la memoria.
Cuando los hombres hicieron el fuego
te estaban dando ritmo y promontorio.
Ah, la música de tu música
¡Quema!

Las caras de la verdad bailan en círculos,
espalda contra espalda.
Hay un sonido en el mundo
y un encantamiento de cascabeles
que cuelga de su cuello y sus tobillos.
Todo fue convocado hacia esta pira
de ecos que se retuercen
en las encordaduras del viento.
Atabales.
Río.
Girasoles.
Lermando de la tinta vital de la memoria.
Ah, la serpiente sobre mi cabeza.
Música.
El corazón golpea su música hacia afuera.
El vuelo se desata de la tierra del cielo
y el espejismo asciende su pupila de agua;
en el centro de todas las distancias
se juntan en la chispa
Iguana
Mantarraya
Zenzontle
Salamandra.

¡Cuánta verdad danzando!
Desciende una estrella verde.
Un felino devora una paloma.
El recuerdo es tiempo erguido.
Hay un sonido en el mundo.
Hay un sonido, el mundo.
Hay un sonido
multiplicándose en las ondas,
Hay un sonido.
Flechador del cielo.





SERGIO GARCIA





Nostalgia


Cuando eras un río,
Y yo el mar en que desembocabas.

MIGUEL RASH ISLA





Tu boca



Escollo de buriles y pinceles,
es tu boca una vívida granada
que pide, tentadora y encarnada,
un beso audaz que la disuelva en mieles.

Cuando a la risa abandonarte sueles,
difunde en rededor tu carcajada
el grato olor a fruta sazonada
que hay en la intimidad de los vergeles.

Es abreviada gruta de frescura,
constreñido paréntesis de flores,
animado jardín en miniatura.

La besara con férvido embeleso
para sentir, muriéndome de amores,
la eternidad en lo fugaz de un beso.


ROBERT DESNOS





El cementerio



Aquí estará mi tumba, y sólo aquí, bajo tres árboles.
Recojo sus primeras hojas primaverales
Entre un zócalo de granito y una columna de mármol.
Recojo sus primeras hojas primaverales,
Pero otras hojas nacerán de la feliz podredumbre
De este cuerpo que, si puede, vivirá cien mil años.
Pero otras hojas nacerán de la feliz podredumbre,
Pero otras hojas se ennegrecerán
Bajo la pluma de los que cuentan sus aventuras.
Pero otras hojas se ennegrecerán
Con una tinta más líquida que la sangre y que el agua de las fuentes:
Testamentos incumplidos, palabras que se pierden más allá de los montes.
Con una tinta más líquida que la sangre y que el agua de las fuentes,
¿Podré yo defender mi memoria del olvido
Como una jibia que huye perdiendo la sangre, perdiendo el aliento?
¿Podré yo defender mi memoria del olvido?


Versión de Raúl Gustavo Aguirre


UMBERTO SABA




  
Para un niño enfermo



En la casa paterna
tú rondabas silencioso
como un gato.

Sabías el nombre, pero
no la realidad del dolor.
Separado de tus compañeros
en tus mejillas afiladas
palidecían las rosas.

Nacido de mi alma,
flor de la vida,
niño amigo.
Es tuya esta última
lágrima mía
que no puedes ver.


Versión de Pedro Blanchard
 



PEDRO CASARIEGO





Esta soledad

                                     para Juan (regalo)
                                                   c. 1980



esta soledad es hija de una altura equivocada
yo tengo el vicio del cielo
soy el único propietario
del aire huesudo y de los pájaros fáciles

los huesos azules del cielo
forman un espacio largo y delgado
y se quiebran en tormenta
y bajan en agua
para acabar en lápida sin nombre

el rojo de mis manos es un misterio
porque brota de ríos blancos que se inclinan como lápidas

a través de la tela metálica
cabizbaja la mala hierba roba el principio del otoño

en otoño los ladrones de cielo
llevan silencio en el pico y tumba en las alas

me agarro a la tela metálica
y no tengo dinero

las mujeres redondas siempre tienen dinero
pero cuando miran hacia lo alto para celebrar una cama nueva
alguien impide el cielo con una navaja de aire
me agarro a la tela metálica
y no tengo mujer redonda

yo tengo el vicio del cielo porque tengo miedo
Porque soy cobarde

mujer entera no puedo darte nada plancha mi tormenta
LA CENA ES A LAS 6.
YO SOY EL CAMARERO.