"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 2 de enero de 2021
MAROSA DI GIORGIO
Mi alma es un vampiro
grueso, granate, aterciopelado...
Mi
alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se
alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la
noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí.
Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande,
con rizos, vestido celeste.
Un picaflor le trabaja el sexo.
Ella brama y llora.
Y el pájaro no se detiene.
De:
"Obra completa "
NÂZIM HIKMET
Todo
lo que he escrito sobre nosotros es mentira...
Todo
lo que he escrito sobre nosotros es mentira
No es lo que fue sino lo que yo quise
mis nostalgias detenidas en inalcanzables ramas
mi sed extraída del pozo de mis sueños
bocetos alumbrados.
Todo lo que he escrito sobre nosotros es verdad
tu belleza
o sea una cesta de frutas una mesa en el campo
cuando me faltas tú
o sea cuando me convierto en la última farola de la
calle
del último rincón de la ciudad
cuando tengo celos de ti
o sea cuando corro de noche entre los trenes con los
ojos vendados
mi felicidad
o sea río soleado que rompe sus diques.
Todo lo que he escrito sobre nosotros es mentira
todo lo que he escrito sobre nosotros es verdad.
Leipzig, 30 de septiembre de 1960
De:
"Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo
PATRICIA TRIGUEROS
Olas
La
integración de experiencias sucede, viene y se inscribe en el sonido, en sus
capas justo caben las extensiones del cuerpo, de mi cuerpo.
Bailan
los contornos del silencio, del tick en el ojo, el hormigueo de la tensión
cervical que baja por mis brazos y se acumula en mis manos sudadas que
sostienen el vacío.
Aquí
está todo lo que dicen que nunca he dicho
en
reacciones alérgicas que no se curan con medicinas, en nuevas arrugas que no le
pertenecen a nadie pero tampoco vinieron solas. Trago saliva en vez de decirte
que cada vez que te acercas, me alejo
que
cada vez que me alejo es porque permito las distancias que cavo y excavo en la
orilla de la playa.
Recuerdo
que no podemos, no deberíamos; ya mucho he comulgado desde el vacío
en un esfuerzo por descifrar los ruidos
pierdo mi voz de nuevo
en
el mar y las olas
que revientan y arrastran
las piedras, el pasar de los meses
las acomodan y el pie abajo
la mirada al frente, el oído
escuchando las voces que resuenan
en el impacto de los meses de lluvia.
Es
el mar que avisa el cambio
de temporada de luces y sombras
con ojos delicados que miran y evaden
lo que entreteje el malecón, una voz feroz
de la que quiero aprender.
JEAN COCTEAU
El
Cabo de la Buena Esperanza
una
seria turba árabe, francesa prevenida
por los radiotelegramas hormiguea Islam el calor
negrillos en los árboles el vendedor
de buñuelos con miel
el severo servicio de orden
los reporteros
los fotógrafos
seis mil espectadores
caras mirando hacia occidente esperan
prestos al entusiasmo
por una liza
el anuncio espléndido
el-joven
-que-ha -cruzado-el-mar
tres
torpederos
chafados en su baba
Versión
de Enrique López Martín
LUIS ANTONIO DE VILLENA
Costura
propia
He
ido muchas veces ataviado de tristeza,
hundiéndoseme el mundo a cada rato,
fingiendo entre los amigos que me interesaba algo...
Me da miedo quien me mirase,
y angustia me producía no ser perfecto,
tener que competir, luchar por el oficio, por la vida, el nombre...
Y pensaba: la tragedia de todos consiste en no ser Dios.
Todos quisiéramos ser un pequeño Dios omnipotente..
Y hacíamos bromas sobre la muerte, chistes sobre la soledad,
Pequeños disparates sobre el amor comprado.
(Y yo soñaba en ti, mamá, como lo único seguro).
Me daba miedo la autoridad, la ley, el mundo, el futuro.
Pensaba: Incluso si alguna vez me creí libre.
Y la noche engañaba -como los amigos- con cierto parecido
a bondad o indiferencia.
Y yo iba ataviado de tristeza
y hubiera querido llorar -no podía-
o simplemente hundirme lentamente.
Y me veía en una barca negra (acaso en una gruta)
navegando hacia un negro horizonte...
la tristeza me llena la cabeza de plomo,
los bolsillos de piedras,
las manos de artrosis dura
y tira de mí tanto hacia abajo
que me vuelve imagen verticalizada, estirada, de un
espejo deformante.
Dame la tristeza, échamela -gira la soledad.
-Lánzame la pelota -repite el miedo.
Aquí, aquí, centra -reclama la angustia,
chútame a mí- y no sé qué agobio extraño lo sugiere.
Sólo sé que cuando voy ataviado de tristeza
quiero enraizarme en el sueño,
bogar en un río de calma
y susurrar junto al silencio: Dame la mano, mamá, ya he vuelto...
LUIS ZALAMEA BORDA
Germinación
del alba
Dueña
de los crepúsculos,
tú
en mí todo lo sabes y me has visto llorar.
conoces
mi congoja cuando la tarde llega
meciendo
entre su eclipse mi diaria solitud.
Es
el instante de la partida, la fuga del poniente
que
tú ya has compartido
en
mi zozobra viva, en mi sed de vagar.
Ah
niña que sollozas entre mis brazos trémulos,
tu
miras a la tarde como se mira el hijo,
como
se mira el pan.
Y me
miras a mí desde tu inmediata lejanía
como
se mira el fuego, como se mira el mar.
(Mirada
incierta, en espera,
como
trigo sin pilar ante el molino.)
Señora
del ocaso,
vuelve
hacia mí tus ojos
a la
hora tremenda del ciprés,
en
que la luz se alarga, en que todo se va.
Dime
con tu mirada que tú ya no me dejas,
que
estás siempre conmigo
cuando
los potros de la noche oímos cabalgar.
Y tú
estarás aquí.
No
viviré en cada atardecer mi escape
ni
ahogará entonces las sombras mi cantar.
Estás
aquí, realidad y mujer,
y
eres en la penumbra
el
sosiego anhelado,
el
faro vislumbrado,
el
ancla suspensa entre la luz.