lunes, 13 de enero de 2020


CARL SANDBURG





La gitana



Pedí a una gitana amiga
que imitara a una vieja imagen
y hablara con la sabiduría de antaño.
Bajó el mentón contra el pecho,
convirtió cabeza y cuello
en la cúspide de un obelisco del Nilo
              y dijo:
Arráncate la mordaza de la boca, hijo,
y sé libre de guardar silencio.
Nada digas a nadie, pues nadie escucha,
pero ten prestos los labios para hablar.


De: "Otros días"
Versión de Miguel Martínez-Lage



DAIGAKU HORIGUCHI





Onomatopée*



La pared, el piso, el cielo
Y amante mía
Un poco de anatomía
Un mucho de secreción interna
Un mucho de secreción externa
Un poco de sonido carnal:
Pitto... pitto... pitto...


* En francés en el original.


JEANNETTE CLARIOND





Niebla



I. Breve sustancia la niebla,
su clarísimo carbón, su pátina de viento…
la tierra apenas humedece
la piedra circular donde manan antiguos destellos,
el néctar petrificado,
cristales de este invierno;
y en generosa calma
buscar entre menudos giros
otoño adentro
los recuerdos
cuando todo es cascada acreciendo su abandono.


II. Bajo el murmullo de los álamos
la voz, ese leve impulso
contra el cielo,
un surco de gaviotas,
ese mar entero
                de brazos que extienden su corazón de nuez,
horas de este invierno
como un tigre,
su callada resurrección entre sombras,
la vida,
recordarás la vida,
breve sustancia, voz,
lámpara que es niebla
ante el espejo.


III. Todo olvido guarda una luz,
un nombre cada fotografía,
un año cada árbol;
dorada en semillas, de grisácea arcada,
la oropéndola teje su nido.

Las nocturnas copas de los árboles
son nuestras. Nos hundimos
y no basta llegar a la raíz;
ese perderse entre sus copas subterráneas
es la voz, incierta y estrecha
apenas arde;
hora del comienzo y el fin,
suma de moradas bajo la luz de los olvidos.


IV. Sobre lajas se fija el resplandor
de un cielo rasgado,
                    y en la inmensidad
íntima de los bosques,
aquella edad del que nada sabía,
abierta a la luz de los deseos.
Pero la niebla ciega cualquier señal.
Ocre de raíz a río
la forma devanada de la noche,
su aliento apenas audible:
voz incierta,
apenas arde,
álamo distante
que flota en el seno de este sueño.


V. Nada queda,
sólo esa sensación de carne que se desmorona
en un paisaje de invierno.

Porque fuego es presagio de hielo,
desnudez de ángel, opreso laberinto,
ausencia
                   con dedos de sangre dibujada.


VI. Ligera, se va perdiendo entre los álamos
segura de su luz,
aroma de agua quieta;
en lo fugaz
del arrullo primero
la leve coincidencia.

Sólo una noche basta para alumbrar
el lento ascenso
en tenue pulso que retorna.
Dentro del hálito la quietud, su deseo
estalla
sin dispersar fragmentos.

Desde la raíz, entera, la frágil voz regresa.


VII. Todo aguarda tras el ventanal: el estero,
los ánsares, este sentir apenas el reflejo
porque oblicua nace la sombra,
la conjunción que cierra la niebla,
esa materia finísima del sueño,
su naciente verdad que llama desde lo hondo,
la desierta memoria que germina.
 

DAVID ESCOBAR GALINDO





Ha muerto un hombre



1. Un hombre ha muerto.  ¿Quién? No importa...

Un hombre ha muerto. ¿Quién? No importa. Ha muerto.
Ha muerto… ¿en qué lugar? Tampoco importa.
¡Tan sólo importa, pues, eso que corta
la vida con su tajo amargo y cierto!

Lo cierto es que se ha muerto. Está desierto
por un instante el mundo. Un ala absorta
cruza el azul. El infinito aborta.
¡Importa que un sepulcro se haya abierto!

No importa quién. La identidad. La historia.
La bala atroz o la agonía vaga.
¿Murió de indignidad, murió de gloria?

No importa. Un hombre ha muerto. Ahí la llaga.
¡Y aunque la vida es nube transitoria,
sólo la vida importa, que se apaga!


De: "Oración en la guerra"


SILVIA EUGENIA CASTILLERO




  
Tajo



Tiene que haber sido el mar con su furia.
Arrastró de tajo las formas, la lengua,
la plegaria matinal. Tiene que haber sido
esa descomunal fuente de cristal en pedazos.
Labriego insoluto, huérfano océano
desbordó la intimidad;
rabioso horadó los herrajes de la noche.
Furia venida del espesor de arenas
y rocas. Con su perfil de resaca
nos dejó sin costa, sin muelles,
en la abstracta posición del alba.


De: “Eloísa”

JOSÉ MANUEL CABALLERO





Vivo allí donde estuve



Desde un lugar que aprendo
a recorrer cada mañana, vuelvo
sobre mis pasos y te espero
allí donde estoy solo.

                                     Matinal
ofertorio del sueño, escribo el nombre
de tu vida, te vas desentrañando
entre las hoscas hojas traicionadas
en la noche. Eres la reclusión
donde me sacio, el acuciante
azar en que te tengo
cada día, amor propiciatorio que reúne
lo perdido.
                   
                     Vivo allí donde estuve,
junto al mar delirante, libre
velocidad inmóvil orillada
de fuego, bosque lustral
de la alegría.

                     ¿Qué me queda
de aquel itinerario, habitaciones
clandestinas, bautismales refugios
de única verdad, qué me queda
detrás del sortilegio? Ser
feliz un instante y perderte, mientras
vuelvo sobre mis pasos cada día.