"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 7 de agosto de 2021
FELIPE FLORES
I
Cielo
gris y blanco
pero también azul…
Tarde de viento fresco, leve, como una mariposa de pequeñas alas
Sentir de la memoria, querer decir algo, pero no saber qué
Cielo más gris, menos blanco,
apenas y azul.
Sosiego de la mirada, anhelo del espíritu
querer algo
decir qué
pero no…
relámpago de la distancia que apenas se alcanza ver
cielo oscuro y añil, viento nube oscura
Oh Espíritu de Dios, quién pasa,
quién se mueve sobre la faz de esta oscura nube de viento,
¿eres ya la brisa breve, la estrella que aparece, ya la cegada luz?
MANUEL BECERRA
Habitación
en New York
I
Estoy arrodillado sobre el futón japonés
porque así me lo pediste
y tú estás de espaldas frente a mí
porque buscamos una geometría acertada
para unir el uno con el otro.
Esta postura, que nos asemeja a los mamíferos,
es otra forma de comunicarnos.
Estamos trabajando en la creación de un vínculo.
II
En esta posición puedo ver tu espina dorsal
con movimientos
que a intervalos se armonizan con los míos.
Sé cuando dices: más fuerte o más rápido
o mantenlo así, sin decirlo.
No necesitamos, incluso, del amor.
Estamos aquí para hallar un lenguaje inclusivo:
tu idioma y el mío formando un tercero.
La necesidad del cuerpo halla nuevas formas
de comunicarse. Entonces un idioma de señas,
el proceso de una palabra vertida a otro idioma,
es un mecanismo más cercano al nuestro,
me dices, al momento en que te vuelves
y me insinúas que jale de tu cabello.
III
Tu cuerpo acostumbra a transpirar rápidamente
y tus pupilas tienden a dilatarse apenas entro en ti.
Cuando estás debajo de mí y nos miramos de esta forma
pienso que le debes tus hermosos ojos azules
a tu padre y a tu madre juntos, formando un tercero.
IV
(Fotografía)
Ahí estás inclinada hacia ti misma
con un escalpelo entre las manos
dando forma a una cuchara de madera
utensilio que antes fuera un leño
y antes mucho antes
una rama que se vencía por la nieve
V
(Mujer saliendo del psicoanalista)
Su cabeza de ñandú. Su rostro sostenido
por una bufanda. La piel: el agua inmóvil.
Sus pies pequeños de triángulo de la tabla Ouija.
La polilla de su sexo. Su puntualidad de aguja
inequívoca en el tocadiscos. Sus clavículas
de cuarto para las tres en un reloj detenido.
La mano derecha que intenta ser una paloma.
La izquierda, en lo alto, extiende más el brazo,
planta en el aire, como un árbol, la llama del candil.
Su cuello de fagot. Sus ojos guiñando para verte.
VI
(Apuntes para rememorar. Itinerario de una vida cualquiera)
En Brooklyn, bebiendo en un bar bajo la cabeza de un alce —esto
puede confirmarse en mi diario-álbum de recuerdos—.
En Ghen, caminando a oscuras con un coro de sapos comparable
en abundancia sólo a la multitud de las estrellas.
En Tepoztlán, provistos de flores de cempasúchil: despertaste
ya entrada la noche por un terror súbito a una aparición
sobrenatural.
En Providence, en una experiencia Lovecraft: entramos a su casa
y vimos el espejo donde él puntualmente asomaba su
desconcertada cara de caballo.
En Cape Cod comiendo ostras; paseos en bicicleta; fotos al estilo
Andrew Wyeth.
En la Torre Latino de la Ciudad de México, piso 26, saludando a
dos metros de distancia a un helicóptero.
En el lago Walden, retraídos, con los pies desnudos mordidos por
los peces.
En Boston, fumando mariguana sobre un sicomoro caído, el
verano, las bicicletas de Cambridge por tierra y los ferris
por
el Charles River, la muerte ordinaria de las despedidas,
el Puente Longfellow y sus torres parecidas a un par de saleros
de pimienta.
MICHAEL AUGUSTIN
Sabor
a menta
Después
de la guerra el idioma alemán quedó tan podrido que los hablantes nativos,
de vez en cuando, tienen que cepillarse los dientes en medio de una oración.
Así, por cierto, también se explica la gran popularidad del chicle.
De:
El hombre más fuerte del mundo
FRÉDÉRIC FORTE
ah y también el silencio
hace ruido parece/un
cartel que nadie ve-
pero que sabe lo que puedes
oír aquí o no
-definitivamente/llegó la hora
de acabar con las jerarquizaciones
LUIS VIDALES
En
el café
El
piano
que gruñe
metido en un rincón
le
muestra la dentadura
a
los que le pasan junto.
La
bomba eléctrica
evoluciona
su luz
en
el espejismo de mis uñas
y
desde la mesa
donde
una copita
vacía
finje
burbuja
de
aire
solo
–a grandes sorbos–
bebo
música.
En
neblinas de vapor
van
pasando ante mis ojos
los
sopores de Asia…
Siento
que anda por mi sangre
el
espíritu de las uvas
del
Mediodía…
y
cuando los alambiques de la orquesta
dejan
de filtrar
el
alma ebria
—que
le da por tornasolarse
en
el azul de los sueños—
se interna
por la callejuela tortuosa
de
un cuadrito
colgado
a la pared.
LUIS FELIPE VIVANCO
El
alma de un osos blanco
Balada
Fijaos
en lo que debe ser el alma de un oso blanco
que es una de las pocas alcantarillas de este mundo
donde no han entrado los griegos.
En
el alma de un oso blanco los reclutas hacemos la instrucción
y cuando volvemos a casa
les enseñamos a nuestras hermanas a soltarse las trenzas a la bayoneta
porque en el alma de un oso blanco vive la protagonista de toda ternura.
Figuraos
qué hubiera una central hidroeléctrica
con la alegría de todos los hombres convertida en turbina
y donde además exhalaran su crueldad las formas redondeadas del arroz.
Pues eso sería lo más parecido al alma de un oso blanco.
O
que pudiéramos verla entre la espuma sanguinolenta de un tiralíneas rebelde
y el sueño se quedaría dormido de verdad en el alma de un oso blanco.
Porque
en el alma de un oso blanco las regiones heladas se han adelantado a nuestro
deseo
de pisar en las olas ese frío de inteligencia hasta la muerte
y quién sabe si a esa muchacha exagerada que impone en los grandes
coches—salones un minuto de silencio de silencio no me la voy a encontrar
próxima a contraer opiniones indelebles en el alma de un oso blanco.